DE BUENOS Y MALOS


Sin los unos, no hay los otros, y eso, más claro que el agua. Incluso a estas alturas ya se han inventado un “banco” malo. ¿O tal vez deberíamos decir, varios bancos “buenos”?.  Lo que sí es cierto es que  el “banco malo” absorbe lo deficitario de los demás, por ende, no hace más que comprar lo que nadie quería.  Otro negocio, vamos.  Y es más, entre todos lo pagamos. 

Y lo pagaremos, porque de perder, no pierden, no. Ni los malos.   Un ingreso en efectivo en una cuenta bancaria, en según qué entidad y a según qué cliente, ya cuesta dinero. El motivo que te dan es el coste del empleado que te atiende.  La misma transacción, hecha por transferencia tras el oportuno ingreso del dinero en caja y tecleada la operación por el mismo empleado, es gratuita.  Motivo, no sabe no contesta.  Una transferencia al extranjero mediante operación online, cuesta dinero.  Una transferencia al extranjero mediante otro sistema de pago, gratis.  ¡Y los envíos!.  Una cuenta bancaria vinculada a un préstamo, que  por ley no acarrea comisión alguna, pues te la cargan.  Eso sí, cada medio año tras la oportuna reclamación, te la devuelven.  ¡Y con intereses!.  Y si uno se olvida de reclamar, pues eso...

Los jueces no dan abasto con tanto malo suelto.  Y en vez de “fabricar” más jueces, suben las tasas para que la gente no reclame.   Eso sí, la administración queda exenta del pago.  Alargar el proceso, para algunos, gratis.

Dado que los bancos no quieren vender  inmuebles a precios baratos y no pueden vender los pisos caros, dejaremos que vengan extranjeros adinerados  a comprar los pisos, eso sí, los caros.  ¡Y con oferta de residencia incluida!.  Otra cosa será que luego nos hagan pagar por duros, aquellas cuatro pesetas.

Pero una cosa es ser malo, y otra muy distinta es ser tonto.  Normalmente suele ocurrir al revés.  Los buenos son los tontos, los ignorantes y los cobardes.  Y por eso mismo –o lo contrario-, los malos son vivos, astutos y arriesgados.  Además de mentirosos, claro.  U olvidadizos...

Los telediarios nos llenan de noticias sobre  astutos arriesgados que en su día eran la admiración de una sociedad pasiva.  Ahora, cuando la crisis nos pone el cinturón por corbata, renegamos de toda admiración y los convertimos en escarnio.  Y entiendes que la sociedad ha pasado por buenos y malos momentos.  Retrocedes varias centurias y entiendes la Revolución Francesa y el porqué de aquel rencor  hacia el poder encarnado por unos privilegiados.  Entiendes, aunque no compartes, el papel de la guillotina en el cuello de María Antonieta y en el de su esposo Luis Capeto.

Y ya no en los telediarios, sino en los breves, te avergüenzas de estar pagando los viajes  que los delfines de sus señorías  realizan los fines de semana en taxis por la geografía española.  O de los centenares de artefactos informáticos que han perdido estas mismas señorías.  O los complementos de algunos privilegiados.  O las clases pasivas de pasivos.  O incluso, la no presencia de muchas señorías en horas de debate.  Y eso que dicen que  el debate enriquece.  Y a algunos mucho, mucho, mucho…

Y a la carencia de médicos, profesores y demás profesionales titulados, echas de menos la presencia de más jueces y de más fiscales, que vayan deshilando la madeja, que vayan acusando a diestro y siniestro, que vayan depurando responsabilidades y como no, irresponsabilidades de otros muchos, muchos, muchos….

Y  de todo ello no se vota.  Ni se veta.   Ni en el 25-N,  ni en los pasados ni en los futuros. De momento, sólo se veta de puertas adentro.  La vergüenza aún nos impide ser libres del todo.  Y mientras tanto, los sinvergüenzas siguen sueltos.  Los malos, vamos.  Que los buenos, estamos de momento, más seguros encerrados, protegidos de todo el mal exterior.

Y eso es el pago por tantos  años de reclusión.  De conformismo. De sumisión.  Mientras no nos de por comer dulces, en vez de panecillos, bien nos irá.  Que de píldoras ya hemos ingerido bastantes.  No en vano, el negocio de la gripe A, ya hizo sus estragos.  

PUBLICADO EL 26 NOVIEMBRE 2012, EN EL DIARIO MENORCA.