¿ME LO DICES O ME LO CUENTAS?


Hace ya años que me choqué con la misma pregunta.  Y desde aquella primera vez fueron más las ocasiones en que la misma volvió a presentárseme.  Siempre me quedé con la incógnita que escondía aquel mensaje, aunque en conjunto encajé la indirecta.  ¿Me lo dices o me lo cuentas?, era la fórmula para dejar de ir con chismorreos y coger al toro por los cuernos, sin duda.  O se denuncia el hecho o se queda uno callado, sencillamente.  Era también esconder la cabeza bajo el ala, para el otro, claro.  Pero así funcionan las cosas.  Un pacto de caballeros o simplemente, un pacto de silencio.

Pero el silencio ya no se encuentra por ningún sitio.  Aquel toque militar después de retreta, lo dejaba claro.  Toque de silencio y a observarlo.  Ahora, ni lo uno ni lo otro.  Ni se calla uno, ni lo observa. 

Cuando las portadas nacionales se han hecho eco de los supuestos sobres en dinero no fiscalizado que se repartían entre algunos pocos, me he acordado de esta frase que hoy titula el escrito.  Me imaginaba a Mariano Rajoy diciéndoles a los periodistas ¿me lo decís  o me lo contáis?.  Sin duda, el presidente, como buen gallego que es, sabrá salirse airoso de los interrogatorios periodísticos.  Pero don Mariano también deberá poner orden entre sus filas.  Y lo tendrá difícil.  Muy difícil.

Es de suponer que las ganas de hacer rodar cabezas no le faltarán.  Pero la inteligencia política y las necesidades del momento, tal vez le obliguen a ser cauto.  Cauto porque uno no debe llegar a saber hasta qué nivel pueden alcanzar los presuntos implicados pasivos de estos sobornos.  Y cuando se tira de la manta, caen todos los que estén sobre ella.  Y los de debajo  se constipan.  Y los de alrededor se airean. 

Otro caso del  que parece que tiran de la manta es el del entramado del duque de Palma o similar.  Digo similar por lo de aquello que según parece el mismo firmó con el do final y no de pecho.  Y por esa primera nota musical al final de ducado, ha perdido una calle en Ciutat.  Una rambla, ni más ni menos.  Y por si acaso, con fianza.  Y ahora le toca el turno de comparecencia al  secretario de las hijas del monarca.  Y el cerco sigue.   O se cierra mejor.

Una fecha  premonitoria.  Al menos para los que ya no se fían de las instituciones ni de los constituyentes, la fecha del veintitrés de febrero nos suena a retintín.  ¿Será el punto y final de toda la presunta trama? ¿Tendrán similitudes los fallos de los casos Armada y el del secretario?

Y uno ya se pregunta cómo, a estas alturas, aún hay quien cree que la monarquía es beneficiosa para el país.  La respuesta nos la dan los mismos políticos con su hacer diario.  ¿Qué garantías hay de que el presidente de una hipotética república no se viera envuelto en casos de corrupción?  Sin duda, la misma que a nuestra monarquía.  Y la solución, fácil.  Con declararlos inviolables y carentes de toda responsabilidad, el tema está solucionado.  Y aunque el hecho hubiera ocurrido antes del nombramiento.  Y sino que se lo pregunten a Sartiau y Solá, que así se le notificó en auto dictado por los juzgados números diecinueve y noventa  de los de Madrid.

Y hay más.  Y ya no importa centrarnos en la monarquía ni en sus acompañantes.  Hay otros acompañantes que también salen beneficiados de sus titulares.  Es el caso de las llamadas primeras damas.  De las ex – primeras damas.  Las consortes, vamos.  Estas señoras que por decisión y gracia de aquel invicto presidente Rodríguez, Zapatero para más señas, y con la firma del monarca a pie de decreto, se aseguran coche oficial de por vida.  Eso sí, viudas.  

Y hay más. Los recortes han pasado factura y los números bajan que es una barbaridad.   Del astronómico número de  los seiscientos y tantos asesores que se decía que tenía Rodríguez,  se ha pasado a una cincuentena menos.  Y es de suponer que más baratos, porque al menos, sesenta y tantos de ellos no tienen ni el graduado escolar.  ¡Para que luego digan que hay que estudiar para ser un hombre de provecho!.

Y todo esto lo digo y lo cuento, tal como a mí me lo han contado.  Y dicho.  Aunque menos he dicho, de todo lo que me han contado.

Y queda mucha cosa aún por contar.  Y mucho más por decir.

Febrero 2013