Leí hace algunas semanas en la revista dominical que acompaña a nuestro
siempre “Menorca”, un reportaje sobre antiguas y curiosas profesiones que se dieron en
la historia. Algunas de ellas
sorprendentes a los ojos de hoy día y otras, con ojo irónico, como la de aquel encargado de la limpieza de
las deposiciones reales, con ciertas similitudes actuales.
Dejemos pero el pasado y volvamos al presente. Si la felicidad y la riqueza se midieran por la capacidad de
uno de no asombrarse ante las noticias que continuamente nos vienen deleitando
las personalidades políticas de nuestro país, muy por seguro que España sería
un país rico en felicidad.
Una de las últimas noticias que se ha postulado en el intento de sorprendernos, ha sido sin
duda la de la contratación de una conocida política –uno ya no se fía de añadir
el prefijo ex – como “cazatalentos”.
Según definición del diccionario, esta profesional –por llamarla de
alguna forma- sería la persona dedicada a buscar individuos idóneos para ser
contratados por compañías necesitadas de ellos.
Ahora bien, tenemos ya al cazador de ellos, pero ¿cual será la presa que
podrá colgar de la pared?. Si recurrimos
de nuevo al diccionario, encontraremos que el pasivo de la acción, o sea el
portador del talento, deberá tener o bien capacidad de entender, o bien la
capacidad para el desempeño de una
ocupación. Y si además es las dos cosas,
pues mejor que mejor. Pero como en todo,
siempre hay una acepción que confirma la regla.
En este caso, la cuarta acepción de nuestro diccionario nos la pone en
bandeja. Y es que el talento es también
la “moneda de cuenta de los griegos y de los romanos”. ¿Tendrá algo que ver
dicha ocupación con esta última
acepción?.
De todos modos, el personaje se las trae.
Y en parte, son muchos los que le darán la razón.
Sus declaraciones no pasan nunca desapercibidas. Ahora, cuando aparece como retirada de la
primera línea en la cosa pública, remueve los cimientos en busca del pedigrí
intelectual de los políticos. Hace
tiempo, años, décadas incluso, que muchos ciudadanos de a pié, sin necesidad de
estudios ni de titulitis aguda, vienen
demandando una cierta categoría formativa en nuestros representantes. Y hasta
ahora nadie ha hecho caso alguno.
Ahora, es la “cazatalentos” quien demanda cierto nivel formativo en esta
casta política, aunque las lagunas siempre estén presentes. Demanda antigüedad profesional, currículum
universitario o emprendedor empresarial.
Los dos primeros pase, pero el tercero no garantiza -como tampoco los primeros- el éxito público.
Visto el patio, preferiría un cateto honrado y cargado de sensibilidad
humana, que un exitoso deshumanizado. El
cateto siempre podrá aprender, y mantendrá como no, la calidad humana que ha
ido aprendiendo y forjando durante su trayectoria. Al exitoso deshumanizado difícilmente se le logrará humanizar. También es cierto, que a buenas y primeras,
al cateto honrado y sensible no lo vamos a hacer presidente de algo ni asesor
de nada. No sea que por incauto, el exitoso se aproveche de su
buena fe y nos la de salada, por no decir doblada.
Y aquí es donde me preocupa el
talento y el cazador de ellos. ¿Qué
perfil, pedigrí, carnet o simpatía imperará en la búsqueda de los mismos? ¿Serán fichajes para empresas de telefonía, entidades
bancarias, asesores comerciales o simplemente realities shows de la
comunicación e interpretación?. ¿Llevarán
las piezas el marchamo de calidad? ¿Se creará una denominación de origen?.
Muchas preguntas, y por mi parte, poca preparación para
contestarlas. Me falta mucho por
aprender. De momento, sigo cateto.
Y es que uno nunca llegará a
hipotenusa, aunque bien pensado, la
“esperanza” es lo último que se pierde.
PUBLICADO EL 1 FEBRERO 2013, EN EL DIARIO MENORCA.