Por
la boca muere el pez, o simplemente en boca cerrada no entran moscas. Pero no, los refranes no son para los
políticos. O al menos para quien
protagonizó el episodio que motiva el escrito.
El
político, catalán por supuesto. Desde
que se hizo público las supuestas irregularidades fiscales –y demás presuntas-
de los Pujol, los noticiarios españoles empiezan por la actualidad catalana –o
deberían hacerlo-. Y a este político
catalán, Josep Antoni de nombre, le impactó de sobremanera un hecho cotidiano,
demasiado cotidiano.
Le
impactó ver a una mujer de 45 años, arquitecto, que sentía vergüenza de
sentarse en la mesa de un comedor social, porque era de clase media y no tenía
donde ir para poder llevarse el pan a la boca.
Leído esto, me falta el contexto, el tono, el desarrollo de la
revelación.
¿Le
impactó porque era de la clase media? ¿Le impactó porque sintió vergüenza? Si
no la hubiera visto ¿se hubiera afectado por el resto de usuarios de los comedores sociales, o es que las
clases bajas no impactan? Son preguntas
que de hacérselas, seguro que uno reconsidera el primer impacto y reconduce la
situación, e incluso arranca aplausos. Pero no.
Es de suponer que las preguntas
no se le hicieron, aunque presumiblemente, sí debió haber aplausos. Al menos el político estaba en familia, entre
sus cuadros, entre sus bases, en un desayuno en el Baix Empordà.
La
cara y la cruz de una realidad. La real
y la también real. Tan real es la
pobreza, como la riqueza. La manera con que se ha administrado la crisis nos ha
devuelto a cada uno a su montón de origen, al que con tanto esfuerzo nuestros
padres y abuelos lograron sacarnos. La
mayoría hemos quedado sin ahorros al querer aguantar el embate y que los hijos
no sufrieran por ella. Otros, lo habrán
perdido todo. Y algunos más –más de los
deseados- se han enriquecido con ella.
Me
imagino un titular distinto. Me imagino
visitando uno de estos palacetes, chalets o demás posesiones dispersos por
tanta geografía catalana y española. Me
imagino un visionado de las cuentas bancarias tanto dentro del ámbito legal
como en paraísos fiscales. Y les puedo asegurar que aquello me impactaría más,
mucho más de lo que aquella arquitecta de 45 años haya podido impactar al líder
catalán en un comedor social.
Y
sólo es cuestión de distancia. De peldaños que nos separan una realidad de la
otra. La arquitecta, el comedor social,
está más cercano que la casa opulenta.
En cambio, este político, tiene su otra realidad más próxima.
PUBLICADO EL 7 DE AGOSTO DE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.