Apropiación
indebida, maquinación para alterar el precio de las cosas y falsedad documental
suelen ser términos de sobra conocidos de los que suele hacer uso la fiscalía
para argumentar en contra de algunos, siempre presuntos, delincuentes del ramo
de la banca.
Ni
que decir que, de entre todos los denunciados, pocos serán los que pasarán la
primera criba, y más pocos aún, quienes llegarán a sentarse en el
banquillo. Y de éstos, muchos menos
quienes llegarán a ser condenados y ya no digamos de quienes llegarán a dormir
en algún camastro penitenciario. Y el
dinero perdido, casi nunca suele ser recuperado y devuelto a su caja original.
Estos
días las hemerotecas nos retroceden a dos periodos del siglo pasado. Por un lado, a finales de la década de los
cincuenta, cuando un juzgado de delitos monetarios investigó una presunta
evasión de dinero a Suiza, y de otro, a
medianos de la de los ochenta, cuando se atrevieron a investigar a un muy
honorable presidente de la Generalitat.
Ni que decir que en ambos casos, la presunción quedó en sospecha, y los
sospechosos en simples víctimas del sistema.
Madrid
con todo el aparato del Estado atacaba a Catalunya y así al menos lo hicieron
saber los mandamases catalanes. Ahora,
aquella mala excusa puede ser usada de nuevo, aunque deberán refinarla. No ha sido Madrid quien ha abierto la boca,
sino el propio presunto y su ex pensión vitalicia del erario público incluida, quien
se ha inculpado. El ex mandamás, para
más señas. Y no sólo a él, sino también al resto de su familia.
Echarle
las culpas al muerto suele ser la solución. Y si no las culpas, las sospechas. O
las dudas, del principio In dubio pro reo.
Otros artilugios pueden ser la
desmemoria, la ignorancia, y quién sabe si la fe ciega en el amor de su vida.
Lo
importante ahora no debería ser la salida mediática de estas decenas de millones de euros en cuentas de Suiza y
Liechtenstein sino el origen de los mismos.
Unos se refugiarán precisamente en el muerto, la herencia, vamos. Otros serán más incrédulos y pondrán el punto
de mira en la quiebra de Banca Catalana
y por qué no, algunos incluso mirarán hacia las siempre presuntas comisiones
del tres por ciento –algunas investigaciones ya apuntan a un cuatro por
ciento-, de las que casi un cuarenta por cierto irían a los bolsillos de los
dirigentes.
Y
tal vez por eso mismo, porque las supuestas comisiones, presuntamente iban al
partido y a sus dirigentes, el caso volverá a cerrarse en falso.
Y
mientras, Cataluña calla.
PUBLICADO EL 31 DE JULIO DE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.