MANUAL DE CASOS PRÁCTICOS

Hubo un tiempo en que los manuales de casos prácticos servían además de para la consulta del caso concreto, para el aprendizaje autodidacta.  Eran tiempos en que la profesionalización estaba estrechamente ligada con la vocación.  Tiempos en que ni existían los riesgos laborales ni las escaleras tenían fin. Eran simplemente, otros tiempos.
Ahora, poco duraría un manual en la estantería para su consulta.  Tras cada reunión del Consejo de Ministros  se debería cambiar de manual, no en vano, las leyes  cambian como alguno de color de camisa.  Si antes uno aprendió que quitando los pernos de una rueda no se ejercía fuerza en las cosas, ahora  uno ya no se sorprende de que el casco de motocicleta sea un elemento defensivo.
Y es más, de la casi obligación que tiene uno de defenderse.  Nada dirá el manual si en aquel momento de la obligada defensa, a la víctima le invade un miedo paralizante y no es capaz ni de articular palabra ni poner los pies en polvorosa.  Y no digamos cuando éste ya no puede comparecer para defenderse.
Tampoco dirá el manual susodicho, si en caso de defenderse a cabezazo limpio, el homicidio sería calificado en riña, o incluso si aquella defensa alcanza un grado numantino y se invierten los papeles, si se consideraría que los medios usados para la defensa eran desproporcionados.
El Gobierno aprueba la nueva ley  Corcuera y admite haber modificado algunos preceptos por recomendaciones de ciertos organismos.  Y uno vuelve a preguntarse qué manual habrán utilizado sus empleados para que, desde fuera, les indicaran lo que era o no legal.  ¿Habrían descargado una versión ya desfasada en el rincón del vago?
 Son nuevos tiempos. Tiempos en que las escaleras sólo tienen dos metros útiles, que los sacos terreros pierden peso y que todo está en Internet.  Y es en Internet donde tras el incendio, la antigua farmacia Gavilán  fue demolida por  unos y rehabilitada por otros.  Otro tanto de incógnita le ocurre al cementerio de los ingleses, de los americanos o anglo-americano según sea la pluma.
Damos crédito a todo lo que se nos dice, escribe o arenga en el manual de casos prácticos. Sólo será cuando la duda aparece, que nuestro arte rebusca en las hemerotecas y recorre versiones.  Cuando la duda aparece y desacredita autores.
Y los condena al ostracismo, reniega de ellos, o lo intenta al menos.  Y nos resignamos a la interpretación del designado para ello. 

Llega un punto en que estos nuevos tiempos nos recetarán un nuevo manual, sí, pero de buenas prácticas.

PUBLICADO EL 17 DE JULIO DE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.