DE OTRA GENERACIÓN

Debo confesar que no entiendo de política, o al menos, no la comprendo tal como está diseñada en España. Está claro también que ello no me impide practicar el sano deporte de opinar y sobretodo, el de pensar.
Soy de una generación que aún hizo la mili y que se recreaba con películas sobre el asedio del Alcázar.  Y como no, soy también de aquella en que a regañadientes admitíamos  la  sumisión pactada con  el poder, como algo inherente a nosotros mismos. 
La mili se terminó y los historiadores han demostrado la inexactitud de la leyenda del Gran Capitán del Alcázar.  Y la sumisión al poder, ya nada de nada, porque hoy día, es difícil aquel pacto si no reconocemos los valores de quienes lo ostentan.  Y de valores, escaseamos.  Y ya no en las nuevas generaciones, sino en todas.
Y es que la crisis, ya no la económica, sino de personalidad, abunda.  Y como la energía, se transforma.
También debo confesar que tengo mala memoria, pero que tampoco me preocupa.  Hace unos días, una dirigente de los empresarios de la que no me acuerdo el nombre,  atacaba a las mujeres. Y del nuevo jefe de los socialistas, del que tampoco  me acuerdo del nombre, dicen que manifestaba que, si ganaban, eliminaría el ministerio de la Defensa. Y que le gustaba salir en programas televisivos con máxima audiencia.  Y hacer funerales de Estado -y eso que uno se dice laico-.   Ahora sólo falta que entre en el Big Brother. 

Y ambos, tan campantes.  La primera, porque muchos la mal interpretaron. O al menos eso dice ella. Aunque lo que se dice que dijo, lo escucháramos todos.  Del otro, su aparato de propaganda pronto matizó sus declaraciones.  Y uno ya no es el déficit de memoria lo que le preocupa,  sino la falta de entendimiento.
Uno ve lo que mira y oye lo que escucha  -¿o será al revés?- y resulta que estabas equivocado.  Y no digamos cuando, por mayoría,  te dicen que efectivamente, estabas equivocado.  Vamos, como el que va por la autopista y todos le vienen en sentido contrario.
Y mientras para subir a los aviones te hacen dejar todo el líquidos que lleves, aunque el mismo y más, lo puedes comprar en las tiendas del aeropuerto, más caros, eso sí.  Y no digamos los que puedes llevar en la maleta facturada.  Parecen decirte que si pagas, no explosiona.
O como con el ébola, que  ni cierran fronteras ni ponen cuarentena.  Ni el estado islámico al que pocos combaten por si se enfada. 

Al menos, el Papa Francisco ha cogido riendas y hace limpieza.  Por aquí se empieza. Predicando con el ejemplo.

PUBLICADO EL 9 DE OCTUBRE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.