De
momento, las encuestas dicen lo
suyo. Los cocineros preparan, degustan y
condimentan. Falta tiempo aún para que
los comensales se acerquen a las mesas, degluten y digieran. Se dice que hay ganas de varapalo y escarnio.
De cambio de escenario, de artistas y tramoyistas. De teatro y de género. De artículo y de verbo, también.
Y
la culpa es de los unos y de los otros.
De la pasividad con que se ha permitido que unos y otros cabalgaran
sobre la confianza de todos, y de la actividad con las que algunos unos y
algunos otros se han paseado como si de Paco Nicolás se tratara. Y tanta culpa tienen y han tenido los
gobiernos como los sindicatos y como no, los empresarios y los banqueros,
juristas y diputados, asesores y demás especímenes que han vivido a costa de las
sacas del erario público, de las comisiones y de las leyes. Porque sin unos, no hubiera habido los
otros.
Sin
empresarios corruptos no hubiera habido gobiernos corruptos. Sin diputados corruptos no hubiera habido
leyes corruptas. Sin sinvergüenzas no
hubiera habido saqueos de erario ni asesores vividores.
Tampoco
hay que escuchar cantos de sirena ni esperar llegada de libertador alguno. Los caudillos ya pasaron a mejor vida y ni los Reyes Magos ni
Papá Noel están ya para estos trotes.
Pero
aun así, el paciente sigue vivo. Al
menos, su encefalograma no da plano. Y toca reanimarlo. Al menos
intentarlo. Y ello es responsabilidad
del Gobierno actual y, como no, de la oposición de ahora, Gobierno de
antaño. Y su responsabilidad es devolver
la vida al paciente, o lo que es lo mismo, la credibilidad para con el sistema.
Porque
es el sistema quien peligra. El Estado tal
como lo conocemos. Y su defensa tiene que ser el mejor ataque. Ni gracia ni graciable. Ni benevolencia ni
atenuante.
Pero
hay más. Tanto es culpable el
empresario, el banquero, el sindicalista
y el Gobierno por el presunto saqueo, como el trabajador por su vagancia
y falto de profesionalidad, el
contribuyente defraudador y el jurista rebuscador en lagunas legales. Todos se merecen el repudio,
el escarnio público, la cárcel si precisa.
Y
si faltan cárceles, construirlas si es necesario, creando puestos de trabajo y
restando paro.
Sólo
así, apartando de por vida a unos y a otros, el sistema revive. El CIS ya ha dado la alarma. El aviso
ha llegado al teleoperador y sólo falta activar la emergencia. El protocolo, vamos. Y no el del Ébola,
precisamente. Que seguro que nos vuelven
a matar al perro.
Y
nos dejan los collares.
PUBLICADO EL 6 NOVIEMBRE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.