UN 20 – N COMO HOY.

20 noviembre de 2002, un individuo entra en  un domicilio.  Su propietario, logra a empujones sacarlo del domicilio.  Interviene la policía y se cruzan acusaciones mutuas.  La fiscalía acusa al presunto, de  coacciones y a la víctima, de lesiones.  Tras el juicio, con presunta exigencia de acuerdo, al primero se le condena mientras que a la víctima  se le absuelve con la eximente de defensa propia.

En aquel caso concreto, la fiscalía presumiblemente  calificó el tipo basándose en las acusaciones particulares. Y poco más.  El resto se dejó para el día del juicio oral.  Doce años después, la cosa cambia.  O lo que han cambiado son los encausados, vaya usted a saber. 

Noviembre de 2014.  Un presidente autonómico, presuntamente, desoye las indicaciones lights del TC, y sus voluntarios admiradores celebran la consulta.  La fiscalía en este caso, no sabe no contesta.  O sí que sabe y contesta negativamente.   La pelota es devuelta a las acusaciones y al juzgado.

Otro caso notorio mantiene a la fiscalía en los medios de comunicación.  Un juez debe decidir si un miembro de la realeza, que no de la Familia, tiene que sentarse o no en el banquillo. El fiscal no ve indicios. Uno se queda con la sensación de que el juicio ya se ha celebrado, y ahora sólo falta escenificarlo.

¿Por qué no se actúa en todos los casos con el mismo patrón?, pensarán muchos de los tele-adictos a los culebrones judiciales.  Y es que ser famosos, ayuda.  Al menos en ocasiones.  A Isabel Pantoja, por ejemplo.  Al pequeño Nicolás, también.  Y no digamos a los amigos de la  pequeña ....   Pero lo de los viajes, es otra cosa.  Al menos, cuando quienes tienen que decir son los que deciden, el acuerdo está asegurado.  Y no hay mejor juicio que un buen acuerdo.

Ante un juicio, al culpable, por mal que le vaya, como máximo sólo será condenado a lo que marque la ley.  Y con suerte, a menos.  Y al inocente, tiene que irle muy bien  para que al menos su inocencia no le cueste dinero.  Tasas incluidas.

A quien lo de ser famoso no le ha ido tan bien  ha sido  a Jaume Matas.  Su casi estrenada libertad quedó truncada a los pocos días.  Y es que ahora, la “legítima finalidad de la pena es la confianza de los ciudadanos en cuanto a que en caso de infracción a la Ley, ésta va a ser aplicada”. 

Otro caso muy distinto deber ser el del  condenado a cuatro años, reincidente además, que  a los dos meses de su entrada en prisión,  sólo va  a dormir en ella. 

Será  falta de espacio.  O  argucia  del abogado.

O ambas.

PUBLICADO EL 20 NOVIEMBRE DE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.