LA NUEVA VIEJA CASTA

La semana viene completa.  Tan completa que uno no sabe hacia dónde apuntar las teclas del ordenador.  Al principio, dirigía hacia la dirigente de Podemos que presuntamente había cobrado parte de la facturación en negro.  ¿Cómo es posible que sabiendo que todas las lupas habidas y por haber los están examinando, tenga un presunto desliz tan descarado?  Poco les debe preocupar.  Enseguida el contraataque vino por sí solo.  
Tras la entrevista en Canal 24 horas del dirigente Iglesias, todos se olvidaron del cobro en B y como en Fuenteovejuna, blandieron las armas todos a una. 
Al unísono, los jueces decanos manifestaban que les faltaban medios para destapar más corrupción.  Y aquí uno discrepa.  Faltarán sobre todo periodistas para destapar la corrupción.  Faltarán medios materiales y personales, para juzgarlos y condenarlos, eso sí, pero no para destaparlos.  Y ganas.  Tantas como en las liberaciones de etarras, del que hablaba Sergio Martín.  Y TeleMadrid.
Y sobrará alocución política.  Sobrarán presuntas ganas, claro. Y faltarán intenciones de coger el animal por los embolados, de limpiar bajos de esteras y sobre todo de abrir puertas y ventanas para que el fresco airee el rancio que se ha incrustado en la cosa pública y en la parte contratante de los hermanos Marx.
En el punto de mira, ya no de mis teclas, sino del poder, está el juez Ruz.  Su comisión de servicio tiene fecha de caducidad sin haber terminado algunas de las causas que instruye.  Su futuro dependía de otros jueces.  Y de la siempre  presunta presión que sobre éstos ejercen los poderes políticos del país. Presiones que, presuntamente, influenciarían.  Y tras la instrucción, suya o del sustituto si lo hubiere, faltará el juicio. El acuerdo. Y la interpretación, otra vez. Y los recursos.  Y vaya uno a saber si no habrán prescrito ya las causas, o las doctrinas. 
Y quien también está en el punto de mira de la semana es el juez Castro quien tiene que decidir si imputa o deja a la ciudadana Cristina lejos del banquillo, a causa también de otra doctrina.   Y eso sólo será un punto y aparte.  Luego otros jueces, deberán decidir otras cuestiones, otros pactos, y a lo último, decidir  si se acogen a la pena de la mayor y se olvidan de las menores.  O las suman entre sí.  Y es que en según qué casos, dos y dos,  ni son tres ni son cuatro.

Y de casta, le viene al galgo el ser rabilargo, dice el refrán.  Y de  las doctrinas nos vienen las absoluciones.  Y eso, no lo arreglan ni caudillos ni profetas. 

PUBLICADO EL 11 DICIEMBRE 2014, EN EL DIARIO MENORCA.