Un
millón y medio de personas se manifiestan en París. Otras dos millones en otras ciudades
francesas. Cientos de miles en el resto
del mundo. El asesinato en el semanario
Charlie Hebdo ha encendido las alarmas y ha lanzado un grito unánime a favor de
la libertad de expresión. Pero ha hecho
más. El pueblo francés ha hecho
más. Las naciones han hecho más.
Los
únicos culpables han sido quienes apretaron el gatillo y quienes instigaron a
hacerlo. Y nadie lo cuestiona. En España hubiera sido diferente. Muy diferente. En España nos hubiéramos dividido unos a
favor de las víctimas y los otros
buscando excusas que atenuaran la barbarie de los asesinos. Y es más.
Intentarían culpabilizar a las
víctimas y no digamos, al gobierno de turno.
Podemos
aprobar o desaprobar el tipo de periodismo que ejercía el semanario Charlie
Hebdo, pero en lo que no hay duda, es en posicionarnos en la misma senda, de que vivir
bajo la consigna del terror y del medio, coarta la libertad. Ahora, Charlie Hebdo es más sinónimo de
libertad que antes. Y de valentía. Francia entera votó, al salir a la
calle, por vivir en un sistema que no acepte el chantaje, el
terror, el fanatismo.
Nadie
pidió explicaciones a los policías galos que actuaron y acabaron con los
terroristas. Nadie pidió explicaciones
por los rehenes muertos en el asalto al supermercado judío. Nadie pidió explicaciones, porque el pueblo
francés tiene muy claro que los únicos culpables han sido los yihadistas.
Y
es en estos momentos críticos, cuando una sociedad demuestra su madurez, su
patriotismo, su pertenencia al grupo. En
España, ser patriota, desgraciadamente es sinónimo, cuando menos, de facha. Apoyar una operación policial de este calibre
recibiría el calificativo de xenófobo.
Y no digamos, la de encabezar una manifestación como la que discurrió
por las calles de París.
Lo
que uno aún no llega a comprender es qué esperan las naciones para destruir
esta amenaza latente, esta amenaza real, que se llama estado islámico. ¿Acaso se levantarían aún voces disconformes
a que se atacara a estos decapitadores profesionales y sin escrúpulos?
¿Cuántos
Charlie Hebdo debemos sufrir para que nuestros dirigentes reaccionen? ¿O
preferiremos convertirnos a su fe, para guardar la vida, aunque perdamos la
honra? “De pie o de rodillas”, se tituló
mi primer escrito en estas páginas, hace de eso hace ya veinte años. Stèphane Charbonnier, director del semanario,
también lo apostilló. Y no se arrodilló.
Descansen
en paz.
PUBLICADO EL 15 DE ENERO DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.