El
lunes fue un día triste. El lunes triste por antonomasia. Y no lo digo yo, ni
el calendario, sino las matemáticas.
También lo debió decir Cliff Arnal, quien lo ideó en el año 2005. Resulta que el frío que invade nuestros
hogares y nuestras calles, la tan
temible y cacareada cuesta de enero, la cuenta bancaria a ras de suelo y el
Niño que pasó desapercibido, provocan un cóctel explosivo en la calculadora con
saldo negativo.
Y
tan negativo que incluso le ponen nombre y apellidos. Blue Monday sustituyó al 19 de marras. Al menos no le calificaron de negro, ni de
gris, como los viernes y jueves de Acción de Gracias. Y es que los americanos, el color, lo miran
con otro cristal. Lo negro vende, y lo
gris no baja persiana para seguir vendiendo.
El azul, tira para frío, depresivo y cuesta abajo.
Pero
este lunes triste, desolado y depresivo lo fue por imperativo de la noticia –a
pesar de que Google nos dejó huérfanos de éstas, a causa de otro imperativo legal-.
Y del hombre del tiempo con sus isobaras
y anticiclones. Presencia de círculos
familiares con sus primas de riesgo, Niños ausentes y el primitivo talayótico deambulando entre mesas camillas y divanes. Ni
más ni menos. Pero ni eso. Este Lunes
Azul es el primer paso del negocio. Como la llegada de aquel Papa Noel vestido
de verde Nicolás. El segundo, ya vestido
de rojo, con tratamiento genérico incluido, será poner atractivo a sus
vecinos.
Llamativos
y expectantes, sus vecinos serán presentados por los analistas sociológicos
llamados a filas para el caso. El Red Thursday podría ser el antídoto. O el Green
Wednesday, por ejemplo, dado que el Black Friday y el Gray Thursday ya están
adjudicados. Y el Thursday además, repite.
Punto
de mira, objetivos, ganas y deseos, todo un arsenal de medidas correctivas y
curativas de esta depresión formulada. Todo,
literatura moderna y márketing de empresa.
Experimento de laboratorio universitario, expondrán otros. Fórmula ésta que ocupa el espacio ocupado
antaño por los biorritmos que buscaban motivar los tres estadios del cuerpo. Y punto pelota.
“Una passa de dimoni”, diremos por aquí.
El día avanza y la noche retrocede. Se ilumina. El termómetro se dilata
y el azote pierde fuelle. Cincuenta y
dos semanas después, coincidirán uno triste y otro desenfrenado. El segundo habrá necesitado del primero. Y Lo desbancará. Lo anulará y lo sepultará. El Blue Monday tiene sus días contados. Se engendra el Red Thursday, un nuevo “papadineros” versión moderna.
PUBLICADO EL 22 ENERO 2015, EN EL DIARIO MENORCA.