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Un cuarto de punto, ni más ni menos.  Esa es la cantidad que a día de hoy, muchos de los pensionistas, viudas y demás llamadas clases pasivas, habrán visto incrementado el saldo de sus cuentas bancarias.
Para algunos, este cuarto de punto les significará una subida cercana al euro al mes, o lo que es lo mismo, doce euros al año, sin contar las pagas extras.  Tres céntimos diarios.  Cinco pesetas de antaño. Un duro más al día.
Y si uno no se contenta, es porque no quiere.  O al menos esto  nos dicen los que miran el futuro en positivo. Los optimistas, vamos.  O quienes este cuarto de punto les representa más de un euro.  Y los hay, por suerte, para ellos. De lo contrario,  las cuentas no saldrían.
Fátima, excelentísima y demás, les dice en la misiva que más de doscientos setenta millones de euros han sido desembolsados del sistema para cumplir con este compromiso de revalorizar las pensiones.  Y por mucho que uno intente dividir  los catorce euros anuales entre los doscientos setenta millones, siempre quedará alguna cabeza con más de un duro al día.
Estas cinco pesetas diarias significarán para algunos, el retorno al estado de bienestar del que la crisis los había privado.  Las medicinas, por ejemplo, con copago obligatorio, volverán a la gratuidad en según qué casos.  O al menos, con coste cero una vez invertidas estas cinco pesetas en la cuenta de  la farmacia.
Este mismo cuarto de punto,  debe haber ido también  a la cuenta embargada de un exalto cargo de la patronal, quien hace poco manifestaba desde el interior de un recinto penitenciario, que su fortuna era cero.  Cero zapatero, añadiríamos,  tras cargarle las culpas al invicto Rodríguez,  José Luis, para más señas.  Y eso que le quedan un poco más de setecientos euros al mes, de pensión embargada, claro.
Otros empresarios, banqueros más bien, acertaron de pleno cuando sus mismas entidades los mandaron de patitas a la calle. Con paro e indemnización incluida.  Y es que no hay como ser asalariado de uno mismo. O jefe de uno, vamos.
Pero estas cinco pesetas diarias dan para más.  Siempre que uno no dependa de la farmacia, dan para pagar una bolsa en el supermercado.  O una gominola –de las pequeñas, eso sí-. Y poco más.  O nada más. 
Y si la señora Fátima hubiera evitado la comunicación, ahorrado el sobre, el folio y la tinta,  ¿cuántas gominolas se habrían podido comprar? se preguntarán algunos pensionistas.

Eso  sería  desviar el problema a las matemáticas.  Y el problema, de momento, no es científico.

PUBLICADO EL 29 DE ENERO DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.