VIRGINIDAD PERDIDA

Desde que la EGB se transformó en ESO,  la virginidad empezó su declive. Se perdió todo rastro de aquella sociedad que había vivido casi inalterable, generación tras generación.  Es más, los orígenes de su pérdida no dudaría en remontarlo –al menos a lo que Menorca respecta- mucho antes, a la misma llegada del turismo. 
Al tradicional término anar a vega se le adelantó el reloj generacional y se transformó  en la acampada playera, lejos de vistas paternas y de entornos habitados, hasta llegar al típico botellón de fin de semana.  La cultura hippie, hizo lo suyo con el descubrimiento de nuevos hábitats y el consiguiente avistamiento de nuevas fórmulas con las que relacionarse con la naturaleza.  La invasión de una nueva bona gent catalana, los pensionistas británicos, el turismo de masas y el negocio náutico, otro que tal.
Todo ello pero, no hubiera sido suficiente sin la necesaria provocación que todos, en mayor o en menor medida, hemos provocado.  La liberación de barreras en el Camí de Cavalls además de ser un acierto, también ha sido una llamada a la pérdida de la virginidad.  O al menos, de algunos conceptos de ella.
Reconstruir esta virginidad ya no será posible.  Sería como limitar el aforo a Es Pla en plena noche santjoanera.  De momento, la acción  ha sido limitar los medios y no la presencia humana.  Otros medios más ecológicos intentarán adaptarse a la nueva situación.  Y se necesitará otra acción más contundente. 
Porque en realidad al menorquín de arraigo, lo que le preocupa no son los coches, sino la invasión humana de aquellas playas limpias y despobladas hasta hace poco.  Y aquí son varios los términos que chocan entre sí.  Desde siempre se ha vendido publicitariamente una Menorca con playas vírgenes. ¿Para qué vendemos las playas vírgenes si no dejamos que accedan a ellas? 
Y no creo sea  el acceso lo que nos preocupe en el subconsciente, sino la ocupación del espacio playero. La invasión.  Y no ya de chiringuitos ni de negocios playeros -que al menos en esto aún no está explotado-, sino de turistas.
Y necesitar el turismo y a la vez aborrecerlo, no cuaja.  O al menos, parecen términos antagónicos. Alguien tendrá que cambiar de chip. O de modelo económico. Tampoco sería beneficioso apostar por un turismo de calidad, porque ello repercutirá sin duda alguna en nuestros bolsillos.  O al menos, en aumentar nuestra dependencia a las compras online. O a la tarifa plana.

Deberemos empezar por aclarar términos. ¿Virgen y recatada o sólo una de ellas?

PUBLICADO  EL 13 AGOSTO 2015, EN EL DIARIO MENORCA.