Que la historia y el
presente suelen cruzarse cada cierto tiempo
es un hecho harto conocido y asumido por todos. Otra cosa es que, aun sabiéndolo, no pongamos nuestro
particular granito de arena y nuestro
colectivo arenal para disminuir los costes que ello conlleva.
Podría referirme a la
noticia de que tortugas menorquinas son liberadas en tierras catalanas, pero el
tema rozaría lo humorístico. Alguno utilizaría la noticia para interpretar todo
lo contrario. Más que una colonización
de “bona tortuga menorquina” a
tierras catalanas, dirían que “se inicia el éxodo de especies menorquines hacia
la Cataluña común en fechas próximas al 11-S”.
Miles y miles de
refugiados, exiliados y migrantes. El término acuñado solo responde al tratamiento
que la ley dispone. El refugiado huye en
busca de paz y el migrante lo hace en busca de trabajo. Pero los titulares de ambos términos son
personas, familias enteras, que buscan casa y comida.
La solidaridad es la
respuesta a esta demanda. Solidaridad
individual y colectiva. La historia nos ha demostrado que a lo largo de los
años han sido muchos los éxodos humanos.
Unos por hambruna, otros
perseguidos por sus ideas, raza o religiones.
Y la historia también
nos ha demostrado que todos hemos sido
partícipes en los renglones escritos. A
veces como verdugos, a veces como víctimas de éstos. De allí nace la solidaridad, la caridad y como no,
el abuso y el negocio.
Abuso y negocio porque
tras cada penuria humana, tras cada acto fratricida, encontraremos a alguien
que se beneficie. Y de la historia debemos aprender. Y rápido.
Tras estos miles y
miles de desplazados, empezarán a gestarse movimientos a favor y en contra. Deberemos
estar alerta y prevenirlos. Y prevenirnos.
Deberemos airearnos con nuevos vientos, con renovadas fórmulas, con
nuevos diseños, si no queremos que la historia se repita.
Alejar el odio y el
negocio es pieza fundamental. Favorecer
la erradicación de las causas que provocan estos éxodos, también. No basta con acogerlos. Tenemos que
implicarnos en trasladar esta Europa a la que tanto anhelan a sus lugares de origen.
¡Basta ya de hipocresía! De lo contrario el efecto llamada puede ser
una bomba de relojería. Si se huye de la masacre, hay que terminar con ella
liberando religiones. Si se huye de la
miseria hay que crear riqueza.
En algunos casos deberemos
adelantar los calendarios quinientos años.
En otros con media centuria bastará.
Otros habrá que sólo
oirán el tic-tac de su segundero.
PUBLICADO EL 10 DE SEPTIEMBRE DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.