La fecha de mañana no tiene más historia. El tiempo ha ido borrando rastro y sólo en los libros, en la memoria perdida y en Internet encontramos alocuciones al respecto. El título del escrito pasa y mucho de estas elucubraciones. Mis derroteros son otros. Y estos días, Cataluña, ella misma y sola, se ha puesto en el punto de mira.
Y no hoy, sino mañana, 20-N. Y no en el antaño, sino en el presente. Cabe suponer que coincidiendo con la característica táctica desplegada por el príncipe Arturo y su ascensión a los altares, mañana se estrenará la película “Ocho apellidos catalanes”, sucedánea de la de los vascos.
Un copiar y pegar, vamos. Una segunda parte. Y tan divertida como la primera, seguro. La duda siempre sobrevuela nuestras azoteas. ¿Habrán encontrado una línea de ocho apellidos puramente catalanes? La solución se presenta difícil. Y más –con acento- en Cataluña con tanta invasión andaluza y extremeña que tuvo lugar en el siglo pasado.
La inmigración de aquellos tiempos tuvo tan buena acogida como buena fue la inserción en la sociedad catalana de los años sesenta. Prueba de ello es el número de hijos de inmigrantes que ocupan hoy en día cargos políticos en las filas independentistas. Los movimientos vecinales de aquellos años sesenta y setenta fueron el germen de este nuevo movimiento que, unido a los intereses personales de más –con acento- o menos políticos, ha desencadenado el desaguisado que viven la mitad de los catalanes. Y que la padece la otra mitad.
Intereses personales de uno o de más –con acento, claro-. En otro 20-N ya olvidado, nos recordaban que “deponed frente a los supremos intereses de la Patria, toda mira personal”. Cuarenta años después aquellas frases han demostrado que nada estaba “atado y bien atado”. Ni los mal llamados partidos independentistas ni los autodenominados constitucionalistas, hacen gala de ello. Ni para sus propias patrias, sean cuales sean éstas. Es más –y con acento, claro-, sólo tienen una mira, una patria, un objetivo.
Este objetivo no será otro que la necesidad de mantenerse chupando del bote común, de pasar a la historia escrita por ellos mismos, y como no, de que las urnas puedan seguir manteniéndolos en una oligarquía que nunca, en los años sesenta y setenta, hubieran soñado ni sus padres ni sus abuelos.
Dos películas compartirán cartel en los escenarios catalanes. De una parte, la de los apellidos, por otra, la cómica, la del hazmerreír del resto del mundo civilizado. Ni más, ni menos.
PUBLICADO EL 19 NOVIEMBRE DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.