Dice el refrán que no
hay peor ciego que el que no quiere ver. O sordo que no quiere oír. Y en ésta
estamos. Los salvajes acontecimientos acaecidos el viernes 13 en
París, lo dicen todo. Y no por Francia,
sino por España.
Toda España se sintió
París. Incluso los acordes de la Marsellesa se interpretaron en el encuentro
Madrid-Barça. Y ante esto, uno siente
vergüenza al remontarse al también salvaje 11-M español. O a los pitidos en el Camp Nou, sin ir más lejos.
Somos una nación, país,
estado o como quieran llamarlo, de hipócritas. Mientras nos comportamos con
naturalidad y como hijo de buen vecino con las desgracias ajenas, cuando éstas
ocurren en nuestro territorio buscamos justificar a los asesinos. Nos pasó con los crímenes de ETA. A día de hoy, aún algunos siguen justificando
todas sus atrocidades. Nos pasó con los
atentados del 11-M. En ambos casos
siempre buscamos al culpable en el gobierno de turno. Pocos son los que dirigen el dedo acusador al
asesino, al instigador, al cómplice….
Tal vez el título
tendría que haber sido otro. Tal vez
tendría que haberme preguntado si en realidad somos hipócritas o simplemente
unos cobardes. La hipocresía en
ocasiones intenta esconder miedos e intereses ocultos. El hipócrita es un enfermo societal. Necesita
ocultar debilidades para mantenerse o mejorar en su entorno. Es sin duda, un mecanismo de defensa
enfermizo. No puntual ni transitorio. Es
más bien, un estado personal e intransferible.
La tercera guerra mundial
ya está aquí. Lo decía el Papa Francisco
sin tapujo alguno. Y algunos también lo pensamos. La ceguera, la miopía, la sordera de la que
escribía al principio, nos borra la memoria, la historia aquella que hay que
repetir si se olvida. Hitler empezó su
guerra muchos años antes de la invasión de Polonia. Los terroristas islámicos, ya hace tiempo que
están trabajando en ello. Nuestra miopía
diagnosticada como políticamente correcta, nos lleva sin duda a esta tercera
guerra mundial, o peor aún, a un nuevo orden mundial.
Nuevo orden nada
comparable con lo que hemos vivido hasta hoy.
La inquisición -ya no la católica, sino la islámica- está colocando las
primeras piedras y levantando sus primeros pilares. Uno sigue avergonzándose de
muchas actitudes patrias. De lo políticamente correcto. De dar media vuelta y seguir avanzando. Por un instante, todos somos Francia.
Y uno se pregunta, ¿por
qué no serlo más instantes? Al menos tienen, son y sienten una identidad. Algo de estar orgullosos.
PUBLICADO EL 26 DE NOVIEMBRE DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.