Eran tiempos de Franco y
uno en el colegio ya le daban a leer el
Lazarillo de Tormes. La picaresca –nos
venía a decir- era “typical espanish” y el régimen no lo escondía. Han pasado los años y la tradición del pícaro
no mengua. Es más, la hemos incluso
condimentado.
Condimentado con mucho
humor. Al menos así, la salud mental de
los españolitos y asimilados no se ve alterada con tanto gen defectuoso. Aunque de tanto reírnos de nosotros mismos,
uno ya no sabe si ello es un mecanismo
de defensa o simplemente un estado inicial de locura.
Mientras la Generalitat
catalana dice no tener dinero para pagar las farmacias, algunos de sus aforados
han transformado el término a forrados y
así lo vienen a demostrar las pesquisas sobre el clan Pujol y los varios miles
de millones de euros depositados en el extranjero. Presuntamente, claro. Y eso que España les roba.
¿Un país de chiste o un
país de chorizos?, tendría que haberse titulado este escrito. Pero la OMS me lo desaconsejó. Podría ser un artículo cancerígeno. Suerte
que nuestro ministerio de la cosa pronto tomaría cartas en el asunto, y remitió
un comunicado de prensa en que venía a decir, que en España, la mayoría de nuestros
chorizos, no están procesados. Y qué
gran razón y verdad.
La mayoría están en la
calle y con escolta policial, faltaría añadir al comunicado. Pero la OMS también se la sabe larga. Uno ya no sabe si es la pechuga de pollo la que no se vende, o por
el contrario es el conejo que no se deja cazar.
Al menos, esta vez no ha sido la gripe “A” quien ha alarmado al
personal. Aunque también es cierto que
las vacunas tienen lejos la fecha de caducidad.
Tiempo al tiempo.
Y cómo no vamos a ser
un país, patria, estado o nación de chiste, si incluso entrando Tejero a tiros en
las Cortes decíamos aquello del
semáforo, de que los rojos se pusieron amarillos al ver entrar a los
verdes. Y no digamos de los canarios que
supieron del golpe una hora antes, y no nos avisaron.
Y cómo no nos vamos a
reír de nosotros mismos si nuestros representantes por aquello de tanto chorizo
suelto, van y aprueban una reforma procesal por la que reducen el plazo para
que un juez pueda instruir una causa. O
sea que llegada la fecha, se acabó la causa. Y sin causa, ya no hay
delito. Es como el chiste de la
epidemia, que cuando todos murieron se
terminó la misma.
Y si no teníamos
suficiente con uno, van y nos ponen a dos.
Y no me refiero al Papa de Roma, sino al rey de las Españas.
Un país de chiste, sin
duda.
PUBLICADO EL 5 DE NOVIEMBRE DE 2015, EN EL DIARIO DE MENORCA.