LA MÁGICA NOCHE DE REYES

¡Y en verdad es mágica!. No tan sólo por la ilusión patente en los niños, sino por todo lo que les rodea, por todo el ambiente que lo provoca y más aún, por todo lo que la mantiene.

Aunque en nuestros días la continuación de la festividad de Reyes está asegurada por la arraigada tradición de su religioso origen y de la ilusión de los más pequeños de los hogares, mantenida de generación en generación, otro factor importantísimo a tener en cuenta es el del desmesurado interés del comercio en sí, del marketing, de unas ansias que podrían rondar incluso características enfermizas, dada la necesidad de consumir y sobre todo, y sobre todo del poder de las nuevas tecnologías en cuanto a crear nuevas “necesidades”, principalmente en el mundo del ocio.

La comodidad, la constante implantación de una nueva escala de valores primada sobre todo por la consecución del fin propuesto utilizando el menor esfuerzo posible, cuyo valor ya ocupa puesto relevante en esta nueva escala de valores del nuevo perfil del ciudadano, junto con el cambio de hábitos en cuanto al tiempo libre, y del cambio producido y fabricado de la necesidad de la intercomunicación y del contacto social adaptado a estos nuevos valores, induce al consumo ; y el consumo exige y necesita de una excusa para ofertar y provocar todo este engranaje de oferta-demanda que se palpa en el ir y venir de los saldos de las cuentas corrientes.

La ilusión de los más pequeños de los hogares, es irrefutable. Y además sería un crimen que desapareciera. Pero cuando todo este marketing traspasa la edad y se traslada a los adultos, ya pierde la tradición, pierde su origen, y se dirige más bien a una sensación de manipulación por parte del poder económico sobre las verdaderas necesidades del consumo. ¿Por qué los adultos, no esperan a la época de rebajas –curiosamente a la mañana siguiente del mismo día de Reyes para efectuar sus gastos, sus despilfarros, sus necesidades creadas, más por el marketing que por la ausencia o necesidad en sí? ¿Se puede llegar a convertir en enfermiza esta actitud? ¿Llegará a ser una “droga”?.

Pero no todo tiene que ser crítica y más crítica en estas festividades, y más teniendo en cuenta el ambiente que lo rodea. La Navidad nos predispone a un ambiente de serenidad, de amor y sobre todo de cariño. Cariño a los más indefensos. Y por ello mismo nos volcamos con los más pequeños a quienes identificamos como los más indefensos de nuestra sociedad, de nuestro hogar…. Pero de ellos, de los más pequeños vamos aprendiendo día a día. Con su siempre espontaneidad, con su siempre y temida sinceridad, provocan directa o/y indirectamente que en un instante u otro, tengamos que bajarnos a su altura y reconocer que con la sinceridad por delante, las cosas nos saldrían mucho mejor.

Retrocedemos en años, y nos situamos a la altura de nuestras propias Navidades de cuando éramos niños, sin tanto lujo ni tanto despilfarro, con la comida que reunía a toda la familia y con una misma noche mágica que, sin tanto despilfarro como el actual, llenaba por completo la ilusión creada en nosotros.

Y comparamos aquellos tiempos con los actuales, y hay cosas que nadie, ni el mismo poder económico, ni el mismísimo interés en desbancar todo lo que conlleve la consigna cristiana, ni por supuesto las nuevas escalas de valores, han sabido o podido desbancar de aquella tradición milenaria.

Si hiciéramos una encuesta a los niños de antes y comparásemos con los de hoy en día , preguntándoles qué Rey Mago les gusta y gustaba más, sin duda no habría variación alguna. Las encuestas responderían que tanto ayer como hoy, Baltasar, el Rey Mago, “es Rei Negre”, se llevaría la mayoría de los votos. Entonces, si los niños de antes y los de ahora, podemos asegurar que no son ni eran “racistas”, ¿qué falla al paso de la adolescencia? ¿Quién engendra la violencia que hoy en día se respira en según que sector de la sociedad?.

Sin duda, los niños de ahora y de antes, se solidarizan con el Rey Baltasar por ser “diferente” a lo conocido. También porque desde siempre se ha presentado al Rey Baltasar como el último de los reyes, el último en aparecer, el que parece estar menos enriquecido, el que aparece sin corona convencional….. Sin duda los pequeños ciudadanos del ayer y de hoy, se identifican con el más desprotegido, el más desvalido para ellos, y lo identifican tal vez por aquello de que está a su altura. Mientras Melchor y Gaspar representan a ojos de los mortales, el fenotipo de la opulencia, del poder, incluso de la sabiduría, al Rey Baltasar se le percibe como el más simpático, el más accesible, “ el más pobre”. Y es allí donde gana enteros y desbanca a los demás, entre la población infantil.

Y esta enseñanza que nadie enseña, y de la que todos aprenden, tiene su magia. Una magia que se prolonga año tras año. La misteriosa noche de ilusión, noche llena de preguntas por los más osados, por los más espabilados por la edad, se encuentra con un muro que le impide descubrir aquel secreto tan bien guardado. Y de generación en generación, hace que niños de siete y ocho años, mantengan este mismo secreto. Allí también está la magia.

Y cuando llegas a adulto, te quieres imaginar por una vez, que aquella noche de reyes, tiene su magia especial, y esperas que aquella mañana las noticias del telediario, las del mismo periódico y las de tus convecinos, sean diferentes a las habidas durante todo el resto de año. Y la mayoría de veces no se cumplen nuestros deseos. No se cumplen no por imposibles, sino por falta de fe, de creencia en este misterio, en esta magia que hace que todos, absolutamente todos los críos, crean y piensen en lo mismo. ¿tan difícil es que, por unas horas, todos pensemos en el bien?.

Tal vez, ahora en tiempo de precampaña electoral, sería un buen signo por parte de nuestros políticos, que por una vez al año, algún día, alguna noche, pensaran en el bien, en el bien comunitario, y no en el bien propio. Tal vez así, los niños, y como no, sus padres, podrían acercarse a ellos con mayor devoción de la que se les profesa ahora.
PUBLICADO EL 8 ENERO 2008, EN EL DIARIO MENORCA.