CREANDO FALSAS EXPECTATIVAS

Coincidió en el tiempo con la independencia de Kosovo. Mientras España permanecía ambigua en el tema de Kosovo, se lanzaban augurios, siempre buenos, hacia la democratización en Cuba. Todo ambiguo, todo políticamente correcto. O no tanto.

No tanto porque lo correcto a veces, es lo contrario que aparenta la ambigüedad española. El gobierno de Cuba, por muy amigo que sea de la izquierda española, no deja de ser una dictadura. Una dictadura de izquierdas, sí, pero dictadura al fin y al cabo. Y en teoría, el concepto de dictadura, debería quedar reflejado como algo negativo en todos los libros de texto. ¿Con qué talante aparecerá la figura de Fidel Castro en los libros de texto españoles? ¿Será un luchador por las libertades de los cubanos en la lucha contra la prepotencia americana, o sólo será un demócrata orgánico que hizo posible la revolución cubana? ¿ O por el contrario se hablará alguna vez de todas las atrocidades que hizo durante todas estas décadas en que se mantuvo en el poder?.

Seguramente la diversidad española permitirá que todo el abanico de posibilidades se encuentre al abasto del estudiante. Aunque eso sí, según en que Comunidad tenga ubicado su domicilio. Así, no nos extrañe que en Valencia tengan claro de que Fidel Castro, de demócrata nada de nada, ni orgánico ni inorgánico, mientras que para los andaluces, el camarada Castro pudiera ser un ejemplo a seguir contra el imperialismo norteamericano. Y así, con la libertad de cátedra para unos, o con la simple imposición de ideales según otros, se irá formando nuestra juventud, nuestro divino tesoro, que a pocos años, esperará gobernar nuestros destinos, el de nuestros hijos, y quien sabe si el de nuestros nietros, si este lavado de cerebro llega a tener suficiente éxito entre la población en edad escolar.

Pero el futuro, aunque a tiro de piedra, aún está por fabricar. La realidad es el momento. Y el momento actual nos dice que Fidel Castro ha tirado la toalla. Y no la ha tirado él, sino que este proceso sucesorio es de pura y dura necesidad para mantener el poder y frenar en lo posible una fuga masiva del buque insignia de Cuba. Fidel Castro hace tiempo que no sale a luz pública, y el final se hace próximo, si es que no ha llegado ya. Y el relevo no quiere sorpresas. El atado y bien atado cubano, se está fabricando a marchas forzadas. Cuando se haga público su fallecimiento, éste ya no será el presidente del consejo, ni el dictador, ni el comandante en jefe. Sólo será historia. Y la historia, ya no muere, sólo se fabrica a medida de quien la escribe. Y eso es lo que hacen ahora mismo los sucesores de Castro: escribir la historia de Cuba, y como no, escribir su presente.

Cuando se de la noticia de la muerte de Fidel Castro, éste ya no será un objetivo a combatir, nadie, sólo la muerte, lo habrá vencido. Pero Fidel Castro y sus sucesores, también habrán hecho un gran favor a sus aliados. Me imagino a Zapatero y el alivio que tendrá cuando, en su crítica encubierta o en su halago difuminado, no se verá condiconado a quedar bien ante un gobierno que ya no será, oficialmente hablando, el gobierno de su Comandante.

Y siempre tendrán los nuevos dirigentes una salida airosa, una válvula de escape. Las atrocidades de aquellas guerras, de aquellos Che Guevara, de aquellas represiones y represalias, no serán legados del nuevo gobierno, legal y “legítimamente” elegido por sus compatriotas. La herencia nada dirá de aquellas historias negras. Su misión será eso sí, rentabilizar - económicamente hablando- su muerte y así, aún muerto, hará un último servicio a su país, a su lucha por la revolución.

Y sus legatarios, sus herederos, guiados que lo serán por gobiernos como los de España y afines, darán entrada a empresas y bancos que se irán introduciendo en la dinámica de un país que se llamará en vía de desarrollo. Y la historia será idéntica, o parecida. Conferenciantes de la talla de Felipe González, Alfonso Guerra e incluso Rodríguez Zapatero, serán los encargados de descubrirles la democracia a estos políticos cubano, que poco o nada les importará el talante, si no más bien, las inyecciones económicas.

Y mientras en España, la otra Cuba permanecerá expectativa, reprimida e incluso mal valorada. Todo hasta que un día, por aquello de la sangre, de la extirpe o del gen, se resuelva definidamente la cuestión. Sin injerencia, sin intromisión. O lo uno o lo otro. O bien, se vuelve a nacionalizar empresas, al más puro estilo venezolano, con la siempre buena y plausible excusa de la explotación extranjera, o bien, por la entrada de nuevos aires, y sobre todo, por la entrada de nuevos canales de la información, el pueblo, harto de tanta mentira, decida ser libre. Y serán ellos mismos quienes elegirán su destino, su futuro.

Y muy seguro que, en este futuro, España poco tendrá que decir. Su ambigüedad, su eterna ambigüedad, sólo creará una indiferencia, un pasar página, que en nada favorecerá nuestras futuras relaciones –económicas, se entiende-. Y es que, en política exterior, cero zapatero.
PUBLICADO EL 23 FEBRERO 2008 EN EL DIARIO MENORCA.