LAS LECCIONES DE ANTAÑO

Las cosas ya no eran como antes. O al menos, como intentaban hacérnoslas creer. Y Federico de ello, sabe bastante. Y aunque han pasado ya muchos años de ello, aún recuerda su época de docencia. Federico empezó su magisterio en los años cincuenta y tantos, perfilando los años sesenta. En plena transformación hacia la fase tecnócrata del antiguo régimen, pero en la que la verdad aún era una y todo lo demás que se movía era contrario al sistema, o por lo menos sospechoso de ello. Vivió la docencia de un modo especial. Nunca se alistó en las filas dominantes, pero tampoco se decantó por el combate directo. No era su estilo, ni mucho menos lo recomendó a nadie.

Su consigna, la de siempre, fue y ha sido vencer a la ignorancia con argumentos y sobre todo con razonamiento. Y esto último era lo que pretendía de sus alumnos: que razonaran, que preguntaran y sobre todo, que dudaran. Fue una tarea difícil teniendo en cuenta las circunstancias del momento, pero aquella semilla creció, y se enorgullece de que sus alumnos de antaño –antes no había ni buenos ni malos alumnos-, sigan saludándolo y apreciándole.

No hay día que no se cruce con un par de ellos, y se entable la consabida conversación, rutinarias unas, protocolarias otras, pero reconocimientos, al fin y al cabo. Sus alumnos siguieron caminos diversos, pero sanos. Los hay en cada bando, como se diría en términos políticos. En cada bando, pero respetuosos entre sí. Rondarán algunos –los más jóvenes-, medio siglo de historia, serán padres de padres y sus nietos entrarán a formar parte de esta juventud aparentemente carente de valores. Pero no. Federico tratará de animar a estos nuevos abuelos, que de valores, haylos, aunque eso sí, remarcando el clavo, distintos.

Estos nuevos valores son como las ideas pre-cocinadas que se tenía del comunismo antaño. Para unos, el comunismo era la solución de todos los problemas. Se vendía como una sociedad igualitaria en la que todos trabajaban y todos cobraban lo mismo por su trabajo. Se imaginaban al médico, al arquitecto y al peón caminero cobrando el mismo sueldo por el mismo número de horas trabajado. ¿Por qué estudiar tanto, si al final cobrará uno igual que quien limpie las aceras, pensaría algún alumno aventajado hoy en día?. Mientras la modernidad iba entrando en las aulas, mientras la apertura al exterior se iba produciendo, también cambiaban la propaganda encubierta que les invadía. Resultaba que la verdad era otra. Allí, al contrario que en España, el obrero trabajaba un mes o dos para el Estado. ¡Qué horror!, ¡pobrecitos!, iban compadeciéndose de los desgraciados rusos que, trabajan gratis para Rusia, durante un par de meses al año. ¡En España esto no ocurría!.

En las redacciones que se hacían antaño, por aquello de cumplir con la asignatura político social, los alumnos al tema de que comentaran como se imaginaban el ambiente ruso, casi todos coincidían en redactar una sociedad en blanco y negro, sin alegrías, envejecida y empobrecida. Se los imaginaban viviendo en la calle, vagabundeando y buscando restos de comida en los estercoleros. Esta era la imagen que se traducía en aquellas redactadas reflexiones. Ninguno pecó ni delató a sus padres en una redacción colorida y enriquecida. Nadie en sus domicilios se atrevía a dar una visión distinta a la oficial. O no había otra visión.

Y el tiempo les empezó a dar la razón a aquellos ya viejos alumnos. España se modernizó y empezó a exigir a los trabajadores que dedicaran más recursos al Estado. Se cobraba más sí, pero se exigía más a cambio. Más bienestar, pero más impuestos. Más comodidades, pero más endeudamiento, más parados, y sobre todo, más estrés, más incapacidades temporales, más….. agresividad en el entorno.

Y mientras España iba cambiando, ni para bien ni para mal, sólo cambiando…., Rusia iba a peor. Ya no sabía uno si Rusia era comunista o no, si era una o eran cien…. Y España iba cambiando, ni para bien ni para mal, sólo cambiando….. Ya no se habla de Rusia, si no de nombres que sólo la generación actual entenderá y otras muchas ya desconocen. Y España sigue existiendo y cambiando, ni para bien ni para mal, sólo cambiando. Pero uno ya empieza a asustarse. Empieza a hablarse de crisis mundial –la culpa siempre viene de fuera-, y empieza a hablarse de pobres y más necesitados, de paro y de subsidio. Y España va bien, o por lo menos eso quieren hacernos creer.

Federico está tranquilo. Su edad ya no le permitirá pasar muchas penurias, ni cree que se le agote al Estado su bolsillo para pagarle la pensión. También está tranquilo por estos alumnos padres de padres, porque algo tendrán para subsistir. Por un momento, Federico mira al futuro, a un futuro más lejano, y piensa en estos nietos de sus alumnos. ¿Hasta cuando trabajarán para poder comer? ¿Retrocederá la historia a los tiempos de su abuelo que a los setenta y tantos años tuvo que dejar de trabajar en el campo y vivir a expensas de sus hijos? ¿Hacia dónde nos lleva este cambio alocado de nuestros gobernantes?

El Gobierno ya da la voz de alarma. Incita al trabajador que no se jubile, que siga trabajando. No reconoce el mal uso que hace el Estado del presupuesto, del despilfarro en las arcas públicas, pero advierte que va a quitar de estos quince años o menos que le quedan a uno de vida tras la jubilación, un porcentaje bastante elevado. Una retención a cuenta sin declaración alguna. Y nadie reprocha. España va bien. ¡Los que van mal son los españoles y asimilados!.

Ahora entiende la política educativa. La falsa y estúpida política educativa. ¿Dónde está el razonamiento, donde está la duda en el sistema actual? ¿Pretenden crear robots, autómatas fieles reproductores de las consignas del partido, para hacer que sea una sociedad descerebrada, muda e ignorante? ¿Conseguirá la sociedad actual crear una sociedad a la que no alcanzó Franco en cuarenta años?.

Federico ya no tiene tiempo. Ha pasado la barrera de la jubilación y la marcha atrás es forzada. ¡Que inventen ellos!, ¡que se muevan los jóvenes!, ¡Que abran los ojos, y se den cuenta que la vida es corta, muy corta!. ¡Que no sucumban al chantaje, al engaño!. ¡Que digan no, gracias!. No, a unos. No, a los otros.

¡Sí a la inteligencia! ¡Sí a la razón!.Y Federico, continuará…..
PUBLICADO EL 7 FEBRERO 2008, EN EL DIARIO MENORCA.