CAMI DE CAVALLS

Antes que nada, manifestar públicamente que amo a Menorca tanto como el que más, y por supuesto, mucho más que algún que otro. Añadir también que no soy nacionalista ni de una ni de otra parte geográfica, con todo lo que pueda conllevar ello de sentimiento político adverso y/o perverso.

Crecí en una familia normal, de las de antes. O sea, una familia trabajadora, de aquellas en la que no sobraba el dinero, sino más bien todo lo contrario, pero acostumbrados a vivir con lo que teníamos, tampoco necesitábamos más lujos. Una familia, que a pesar de trabajar en el sector servicios, tenía sus orígenes en el campo. En el campo de antes, en el de todos. ¿Quién no había nacido en el campo o tenia familia en él?. La felicidad de entonces no entendía de crisis económicas ni de tanto invento actual. La crisis era continua y todos subsistían……

De pequeño, solía acompañar a mi padre por el campo, por la costa, al ir de pesca y como no, algunas veces de caza. E incluso practiqué artes ahora declaradas furtivas, en tiempos que no lo eran…. Y de pesca, la mayoría de veces con caña tras largas caminatas, y otras con una téquina con remos hasta divisar alguna “seña” que indicara que estábamos en el lugar adecuado.

Eran tiempos en que montados en aquella Ossa llegábamos hasta donde la responsabilidad de uno autorizaba y aparcada ésta, no encontrabas ningún obstáculo para la actividad programada. No había cotos “particulares” ni prohibidos como ahora, ni necesidad había para que se prohibieran. Y si las hubiera habido o las hubo, se respetaban y punto. Se respetaban porque la responsabilidad de uno conjugaba con la motivación del otro.

Y en estas aventuras infantiles ya conocía de la existencia del “Camí de cavalls”. Mi padre me explicaba que este camino en su día recorría toda la isla y era para que los soldados pudieran recorrerla para ir de un sitio a otro, al mismo tiempo que su paso a pie o a caballo era libre y que nadie podía prohibirlo. A la vez que me explicaba lo anterior, aprendía como tratar el camino: las barreras se dejaban cerradas, se pasaba por los “saltadors o botadors”, evitando provocar “enderrossais”, no cruzar por los campos cultivados….., etc.

Nunca, durante todos los años en que he sido aliado del campo y de la costa, he tenido problema alguno con este tema. Pero las cosas fueron cambiando con la masificación. El turismo de mochila, los incendios forestales, el desarrollo urbanístico, la invasión del campo por personas desconocedoras del medio, y como no, la llegada de personajes distintos al carácter menorquín, conjugado con la ambición del negocio especulativo, hizo que este compendio provocara que mientras unos destruían a su paso, los otros se defendían.

¿Y cómo defenderse de la marabunta que arrasa todo lo que pisa? Prohibiendo. Dejando de arreglar los caminos y prohibiendo el paso por ellos. Pasan los años, y aquellos terrenos que antes permitían su disfrute, se cierran en banda. Es más, muchos terrenos pierden su historia y pasan a ser explotados turísticamente. Dejan de ser terrenos de cultivo y pasan a ser urbanizaciones. Otros, especulan y compran. Otros quedan abandonados y sin personal que lo cuide, y aparecen los okupas del momento y destruyen sus viviendas, sus almacenes, sus paredes y sus pozos. A todo ello, el campo queda sentenciado.

Han pasado años, y la justicia ha tenido que devolver las cosas a su sitio. La justicia, el empeño de unos hombres y mujeres, de unos grupos políticos, de unas instituciones, de unos gobiernos. Y también el pulso entre propietarios y creyentes de este derecho al libre paso. Ahora, cuando nos congratulamos de este avance -que lo único que hace es devolver a la costumbre que practicamos de niños-, es hora de plantearnos los motivos que provocaron esta reacción de los propietarios. Es hora de hacer autocrítica y de entonar el mea-culpa.

Es hora de celebraciones está claro, y nadie podrá decir lo contrario, so pena de ser declarado hostil al régimen. Pero también es hora de educación, hora de responsabilidad. Y sobre todo, hora de principios. Y el principal, el que debe imperar es el del respeto con lo que ello representa. Un camí de cavalls debe seguir siendo lo que su nombre indica. Un camino para los amantes de Menorca, a pié, a caballo, y nada más. No valen excusas moteras, ni cortafuegos encubiertos, ni valen tampoco carreteras perimetrales ni accesos para salvamentos marítimos. Ni uniones entre urbanizaciones. Ni de servicios. Ni empresas que se creen a expensas de su cuidado. Ni de empresas que administren presupuestos públicos para su mantenimiento ni mejoras. De lo contrario, este Camì de Cavalls, se empezará a denominarse con el nombre de otro equino.

Quien ama a Menorca, no la destruye, dice el eslogan. El tiempo dará o quitará la razón a quienes de una forma u otra, han intervenido en el proceso. De momento, la justicia nos ha rejuvenecido cuarenta años. Ahora sólo faltará que la educación cívica de entonces, no se vea intoxicada ni suplantada por la actual.

Felicidades a todos. Sí, a todos. Porque, de momento, Menorca no es coto ni feudo de nadie en concreto. Y esto es otro tema, que es conveniente quede claro. La bandera que alcemos, la canción que cantemos, el paso que demos, debe unirnos, nunca dividirnos.

Y para canciones, la tradicional, la de los grupos folklóricos… ¡no importa inventarnos nada más...! ¡Que la conquista vino ya en tiempos de los ingleses….!.
PUBLICADO EL 25 MAYO 2008, EN EL DIARIO MENORCA.