Alguien pensará que la crisis me ha abordado de lleno. Pero no, o al menos, no por ahora. Otra cosa es que la “desaceleración económica” –nunca me ha gustado llevar la contraria al poder legalmente instituido-, me obligue a tomar algunos atajos para llegar a fin de mes. Y eso que aún no estábamos a fin de mes, sino todo lo contrario. Era sábado, y aquella mañana las sobras de la calderilla, aquellas monedas de a uno y a dos céntimos, sirvieron para comprar Es Diari, en la librería del barrio. Era un favor mutuo. Por un lado, limpiaba en parte aquella calderilla pasada y de poca monda, al mismo tiempo, abastecía de cambio pequeño aquella caja registrara. Aquella complicidad con la librera estaba asegurada. En cambio, aquellas miradas de mis seguidores -en la fila, se entiende- daban para muchas conjeturas.
Mientras esto ocurría, mis recuerdos iban años atrás, cuando de tanto en tanto, un bar de aquel mismo barrio, solía poner algún anuncio solicitando cien pesetas en pesetas de a uno, a cambio, claro está de un bote de diez u once pesetas. Aquella costumbre se perdió y la peseta, el casi céntimo de ahora, no vale ya nada. Y no vale, porque el redondeo, este gran invento económico que hizo que las cien pesetas de antaño ascendieran al rango de euro, por mucho que Solbes se empeñe en llamarnos ignorantes en este tema, ha solucionado el tema.
Pero el día da para más. Mientras aún no llegaban las noticias de que la huelga de transportes otorgaba una tregua, los supermercados no esgrimían ninguna precariedad en el abastecimiento de los productos alimenticios. Es más, mientras seguía en la librería llegan los periódicos de la península. Han llegado a la hora establecida. Para ellos la huelga no ha invalidado ninguna primicia, ni ha dejado de conocerse la última verborrea del momento. Y esta verdad, esta puntualidad del transporte me contradice. Sin ir más lejos, una prueba de laboratorio de una clínica privada excusa su envío a su laboratorio de referencia, en Barcelona por supuesto, a causa de la huelga de transportes. ¿Por qué no lo mandan en un periódico?, te preguntas escéptico de la excusa más económica que real. ¿por qué tan poca seriedad en el sector privado? ¿por qué siempre criticamos al sector público y no ponemos los ojos en la privada?.
Y te respondes a ti mismo. Sabes que siempre habrá una excusa para quienes no quieren ver, no quieren escuchar. Seguro que la insularidad, ésta que ha llegado incluso a la doble insularidad, nos avalará del coste de los servicios que se prestan, de los productos que se venden, de los intermediarios que viven de todo este engranaje que se llama comercio. Y nos escudaremos en lo nuestro, para seguir manteniendo estructuras decimonónicas, arcaicos parabienes y tradiciones hechas a medida. El mantenimiento del estatus de algunos, mezclados con las necesidades sicológicas de muchos, harán el resto.
Y la cosa ya se liaba. Aquel popurrí mental que se estaba organizando en apenas unos segundo en la espera de aquella cola se estaba liando y complicándose a marchas forzadas. Había que poner un punto y aparte rápido y un acelerón pausado a todo aquel entuerto. (1)
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Y a ello íbamos. En busca de lo positivo de aquella jornada, tal como dirían nuestros Zipi y Zape, personajes tan de moda últimamente. Y lo positivo de la jornada lo encontrábamos en Fornells. Teníamos una visita pendiente desde que en Navidad, Es Diari nos agasajó con una comida a Es Pla. Y ahora era el momento de ello.
Cambiamos el puerto de Mô, con su Federico y su Mô, por un puerto más coqueto, aunque todo hay que decirlo, más dedicado al turismo. Por unos instantes te imaginas un puerto magonis peatonal, con amplias zonas de terrazas, y amplias zonas de paseo, sin coches, o al menos, en un solo sentido, sin estacionamientos, sin peligros, sin necesidades de estar a la caza y captura del cliente. Y para imaginártelo en las cabezas pensantes de los demás, te imaginas el negocio que harían las administraciones públicas con la recaudación de tasas y concesiones….
Pero no, ahora no estábamos en este puerto magonis. Estábamos en éste lugar denominado Fornells, protegido por otra Mola, una Virgen de Lourdes, una torre de a dos euros la visita y como no, unos lavabos –ya era hora!!- en los aparcamientos. Ahora sólo les falta lo que más anhelan….. , pero ello, ya es de otro cantar. ¡Que uno siempre exige para sí, pero cuesta dar para los demás!.
Y en esta que estamos y nuestra cita se centra en Es Pla. En el restaurante, claro. Allí, Estela, aquella antigua compañera de pupitre de cuando ambos realizábamos aquel primer curso de BUP, nos recibe y nos adentra a unos suculentos y accesibles menús para bolsillos en crisis, eso sí, sin variar por ello la calidad ni la cantidad, que tanto nombre y reputación han dado al restaurante y a la villa. Cuarenta primeros, cuarenta segundos y cuarenta postres para elegir.
Por un momento, mi cabeza me vuelve a hacer de las suyas, e intenta calcular el número de posibles menús disponibles en aquella carta. Permutaciones, combinaciones con y sin repetición…. Era imposible volver tan rápido la memoria a fin de efectuar aquel cálculo matemático. Estaba claro que el número era importante y que no bastaban los días de todo un año para degustar todas estas combinaciones. Y en esta quedamos. Satisfechos del trato, del servicio, y como no, de lo suculento y sabroso de lo consumido, prometimos volver, y a ser posible….. pronto.
Y para finalizar la jornada, una visita a Monte Toro –nuestro Monte Tabor, particular- no podía faltar. De alguna forma, la Virgen, Nuestra Patrona insular por excelencia, se merecía aquel acto de pleitesía, de agradecimiento, por todo lo que se nos ofrece diariamente, por tanto pensamiento y oportunidad de compartirlo. Allí, en lo alto de aquella altura pequeña, nos sentíamos más libres, más humanos, más creyentes…. Y es que Todo, empieza en la libertad….de uno consigo mismo.
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P.D. Confidencialmente se me informa de muchos pormenores que nunca podrán salir a la opinión pública. Te das cuenta entonces de lo manipulados que pueden estar miles y miles de firmantes. ¿Mantendrían la firma si tuvieran tal información?.
(1) el término “acelerón pausado”, lo pongo a disposición de Solbes, por si cree conveniente usarlo en alguna intervención pública. Eso sí, mencionando su procedencia.
Mientras esto ocurría, mis recuerdos iban años atrás, cuando de tanto en tanto, un bar de aquel mismo barrio, solía poner algún anuncio solicitando cien pesetas en pesetas de a uno, a cambio, claro está de un bote de diez u once pesetas. Aquella costumbre se perdió y la peseta, el casi céntimo de ahora, no vale ya nada. Y no vale, porque el redondeo, este gran invento económico que hizo que las cien pesetas de antaño ascendieran al rango de euro, por mucho que Solbes se empeñe en llamarnos ignorantes en este tema, ha solucionado el tema.
Pero el día da para más. Mientras aún no llegaban las noticias de que la huelga de transportes otorgaba una tregua, los supermercados no esgrimían ninguna precariedad en el abastecimiento de los productos alimenticios. Es más, mientras seguía en la librería llegan los periódicos de la península. Han llegado a la hora establecida. Para ellos la huelga no ha invalidado ninguna primicia, ni ha dejado de conocerse la última verborrea del momento. Y esta verdad, esta puntualidad del transporte me contradice. Sin ir más lejos, una prueba de laboratorio de una clínica privada excusa su envío a su laboratorio de referencia, en Barcelona por supuesto, a causa de la huelga de transportes. ¿Por qué no lo mandan en un periódico?, te preguntas escéptico de la excusa más económica que real. ¿por qué tan poca seriedad en el sector privado? ¿por qué siempre criticamos al sector público y no ponemos los ojos en la privada?.
Y te respondes a ti mismo. Sabes que siempre habrá una excusa para quienes no quieren ver, no quieren escuchar. Seguro que la insularidad, ésta que ha llegado incluso a la doble insularidad, nos avalará del coste de los servicios que se prestan, de los productos que se venden, de los intermediarios que viven de todo este engranaje que se llama comercio. Y nos escudaremos en lo nuestro, para seguir manteniendo estructuras decimonónicas, arcaicos parabienes y tradiciones hechas a medida. El mantenimiento del estatus de algunos, mezclados con las necesidades sicológicas de muchos, harán el resto.
Y la cosa ya se liaba. Aquel popurrí mental que se estaba organizando en apenas unos segundo en la espera de aquella cola se estaba liando y complicándose a marchas forzadas. Había que poner un punto y aparte rápido y un acelerón pausado a todo aquel entuerto. (1)
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Y a ello íbamos. En busca de lo positivo de aquella jornada, tal como dirían nuestros Zipi y Zape, personajes tan de moda últimamente. Y lo positivo de la jornada lo encontrábamos en Fornells. Teníamos una visita pendiente desde que en Navidad, Es Diari nos agasajó con una comida a Es Pla. Y ahora era el momento de ello.
Cambiamos el puerto de Mô, con su Federico y su Mô, por un puerto más coqueto, aunque todo hay que decirlo, más dedicado al turismo. Por unos instantes te imaginas un puerto magonis peatonal, con amplias zonas de terrazas, y amplias zonas de paseo, sin coches, o al menos, en un solo sentido, sin estacionamientos, sin peligros, sin necesidades de estar a la caza y captura del cliente. Y para imaginártelo en las cabezas pensantes de los demás, te imaginas el negocio que harían las administraciones públicas con la recaudación de tasas y concesiones….
Pero no, ahora no estábamos en este puerto magonis. Estábamos en éste lugar denominado Fornells, protegido por otra Mola, una Virgen de Lourdes, una torre de a dos euros la visita y como no, unos lavabos –ya era hora!!- en los aparcamientos. Ahora sólo les falta lo que más anhelan….. , pero ello, ya es de otro cantar. ¡Que uno siempre exige para sí, pero cuesta dar para los demás!.
Y en esta que estamos y nuestra cita se centra en Es Pla. En el restaurante, claro. Allí, Estela, aquella antigua compañera de pupitre de cuando ambos realizábamos aquel primer curso de BUP, nos recibe y nos adentra a unos suculentos y accesibles menús para bolsillos en crisis, eso sí, sin variar por ello la calidad ni la cantidad, que tanto nombre y reputación han dado al restaurante y a la villa. Cuarenta primeros, cuarenta segundos y cuarenta postres para elegir.
Por un momento, mi cabeza me vuelve a hacer de las suyas, e intenta calcular el número de posibles menús disponibles en aquella carta. Permutaciones, combinaciones con y sin repetición…. Era imposible volver tan rápido la memoria a fin de efectuar aquel cálculo matemático. Estaba claro que el número era importante y que no bastaban los días de todo un año para degustar todas estas combinaciones. Y en esta quedamos. Satisfechos del trato, del servicio, y como no, de lo suculento y sabroso de lo consumido, prometimos volver, y a ser posible….. pronto.
Y para finalizar la jornada, una visita a Monte Toro –nuestro Monte Tabor, particular- no podía faltar. De alguna forma, la Virgen, Nuestra Patrona insular por excelencia, se merecía aquel acto de pleitesía, de agradecimiento, por todo lo que se nos ofrece diariamente, por tanto pensamiento y oportunidad de compartirlo. Allí, en lo alto de aquella altura pequeña, nos sentíamos más libres, más humanos, más creyentes…. Y es que Todo, empieza en la libertad….de uno consigo mismo.
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P.D. Confidencialmente se me informa de muchos pormenores que nunca podrán salir a la opinión pública. Te das cuenta entonces de lo manipulados que pueden estar miles y miles de firmantes. ¿Mantendrían la firma si tuvieran tal información?.
(1) el término “acelerón pausado”, lo pongo a disposición de Solbes, por si cree conveniente usarlo en alguna intervención pública. Eso sí, mencionando su procedencia.
PUBLICADO EL 20 JUNIO 2008, EN EL DIARIO MENORCA