La jornada presentaba un reset que obligaba a formatear la agenda prevista. Los rumores, vía radio macuto –o radio pasillo, por aquello de estar en la onda- mencionaban que los ganaderos estaban mosqueados y que daban plantón. Así pues, la visita a Alaior quedaba postergada y el nuevo destino sería Ciutadella. No en vano, era el primer domingo del año en que los supermercados se debían a sus clientes y era buena excusa para trasladarnos al Ponent menorquín.
Por el camino, o sea por la carretera -aquella que en su día, otro comité de expertos dijo que estaba bien y que no había que desdoblar-, el campo –las tanques, para los menorquines- se presentaba primaveral, verdoso, con sus Oxalis pes-caprae siempre presentes, y pocas, muy pocas vacas paciendo por aquellos lares, aquellos en los que también hace más bien poco, se decía que las lluvias, demasiadas lluvias, habían hecho más mal que bien. ¿Por qué siempre no nos ponemos de acuerdo? ¿Por qué siempre buscamos el apoyo y la compasión de los demás?.
Hace unos días la noticia, y no precisamente de radio macuto, era que los gastos para producir un litro de leche eran más caros que los beneficios que este mismo litro reportaba. Y aún así, las vacas seguían produciendo leche…. Y uno se pregunta, ¿por qué no se crea, creó en su día, algún que otro comité de expertos de los que tanto se estilan hoy en día, para prevenir, para enderezar el campo menorquín?. ¿Por qué siempre –casi siempre- el campo menorquín, tiene, ha tenido, el mismo color…..político?.
Y por el camino, la radio daba noticia de políticos y empresarios que viajaban al exterior para abrir nuevos mercados, como si fuera tan fácil entrar en otros países y vender excedentes. Mientras el mundo intenta poner trabas al exterior y que se consuma lo propio, nosotros funcionamos al revés. Viajamos al extranjero, montamos las fábricas con personal autóctono de aquellos países, y luego les compramos lo producido. Y aquí, el empresario de marras, suele cerrar la fábrica y se queda con un encargado de almacén y un administrativo. Es todo lo que necesita para distribuir el producto al mismo precio y a menor coste. ¿Por qué no mandar las vacas al extranjero, que las ordeñen y alimenten más baratas, y mediante un lecheoducto sea devuelta la leche a nuestra madre patria?
Volviendo la memoria unos cuantos días atrás, la radio te recuerda las palabras del presidente de una entidad bancaria respecto a la crisis, y de sus colegas en crisis. El susodicho no era precisamente solidario con sus homónimos, al reclamar que no se invirtiera erario público en entidades financieras que no tenían solvencia. Pero en la alocución noto a faltar un algo, un algo que diera seguridad a los posibles afectados. Dos algos, mejor dicho. La primera, la más principal, un llamamiento a la intervención del Estado en estas entidades. Una intervención a imagen y semejanza de lo ocurrido con la expropiación de RUMASA por parte de otro gobierno socialista, veinte y tantos años atrás. Y el segundo “algo”, el nombre de tales entidades. ¿Estará la mía en la lista?
De ser de dominio público, se entiende una alocada huída de los capitales de ella, y por ende, un mayor agujero en las cuentas de la misma. Radio macuto tampoco ha obtenido soplo alguno que le proporcione alguna habladuría digna de confidencia. Solbes se resiste a abandonar el chollo y quedarse en el paro. No quiere perder el empleo no sea que los méritos se vuelvan en desméritos a la hora de actualizar su currículum para la oficina de desempleo, pero se resiste a tomar decisiones que poco o nada favorecerán al gobierno socialista. ¡Que los banqueros hace años que ya no son de derechas!.
Y seguimos hacia Ciutadella. Las vinagrelles siguen en su sitio. Monte Toro muestra su ladera chamuscada. Las dos casetas de los supuestos radares hacen que aquellos desfiles de vehículos tomen conciencia de lo hermoso que es la vida. Lo hermoso que es viajar con el billete de ida y vuelta, por mucho que el comité de sabios diga que de desdoblar, nada de nada. Las casetas de los antiguos “peones camineros” te recuerdan aquellas menciones de los tiempos en que, también a imagen y semejanza de las inyecciones públicas, se trabajaba en los caminos de la geografía insular.
Llegas a la eterna Ciutadella con sus eternos cierres, con sus eternos desvíos, barreras y demás. Y ya no te asombras. El sábado lo hacías en Es Castell y también estaba la ciudad levantada. Maó, otra que tal. ¿Se hablará algún día en las hemerotecas de que aquellos grandes cambios que se realizaron en nuestras ciudades, se debió a la incompetencia de muchos de nuestros políticos de rango superior?. ¿O simplemente nos dirán que lo debemos a la visión de futuro de nuestros gobernantes locales? ¿Quién se colgará la medalla?.
Regresamos al Llevant menorquín. La imagen del camino, la misma. Monte Toro presenta otro perfil, como si nada hubiera pasado en su ladera que deja descubierta. Tampoco es recomendable hacer algún pinito mientras estás al volante del vehículo. Ahora entiendes la diferencia de interpretación, las diferentes perspectivas desde los sillones políticos. Unos van y otros vienen. Unos ven un lado de la montaña, otros, otra ladera, otra vertiente. Unos miran a los empresarios, otros a los obreros. Unos ven la vaca, otros la leche.
Vuelve el tema de la medalla que colgarse. De momento, por si las moscas, procuren no colocarlas en la ganadería, no sea que alguna cornada se les enclaustre en algún rincón poco apetecible. ¡Que el instinto no es tan fácil de engañar!.
Por el camino, o sea por la carretera -aquella que en su día, otro comité de expertos dijo que estaba bien y que no había que desdoblar-, el campo –las tanques, para los menorquines- se presentaba primaveral, verdoso, con sus Oxalis pes-caprae siempre presentes, y pocas, muy pocas vacas paciendo por aquellos lares, aquellos en los que también hace más bien poco, se decía que las lluvias, demasiadas lluvias, habían hecho más mal que bien. ¿Por qué siempre no nos ponemos de acuerdo? ¿Por qué siempre buscamos el apoyo y la compasión de los demás?.
Hace unos días la noticia, y no precisamente de radio macuto, era que los gastos para producir un litro de leche eran más caros que los beneficios que este mismo litro reportaba. Y aún así, las vacas seguían produciendo leche…. Y uno se pregunta, ¿por qué no se crea, creó en su día, algún que otro comité de expertos de los que tanto se estilan hoy en día, para prevenir, para enderezar el campo menorquín?. ¿Por qué siempre –casi siempre- el campo menorquín, tiene, ha tenido, el mismo color…..político?.
Y por el camino, la radio daba noticia de políticos y empresarios que viajaban al exterior para abrir nuevos mercados, como si fuera tan fácil entrar en otros países y vender excedentes. Mientras el mundo intenta poner trabas al exterior y que se consuma lo propio, nosotros funcionamos al revés. Viajamos al extranjero, montamos las fábricas con personal autóctono de aquellos países, y luego les compramos lo producido. Y aquí, el empresario de marras, suele cerrar la fábrica y se queda con un encargado de almacén y un administrativo. Es todo lo que necesita para distribuir el producto al mismo precio y a menor coste. ¿Por qué no mandar las vacas al extranjero, que las ordeñen y alimenten más baratas, y mediante un lecheoducto sea devuelta la leche a nuestra madre patria?
Volviendo la memoria unos cuantos días atrás, la radio te recuerda las palabras del presidente de una entidad bancaria respecto a la crisis, y de sus colegas en crisis. El susodicho no era precisamente solidario con sus homónimos, al reclamar que no se invirtiera erario público en entidades financieras que no tenían solvencia. Pero en la alocución noto a faltar un algo, un algo que diera seguridad a los posibles afectados. Dos algos, mejor dicho. La primera, la más principal, un llamamiento a la intervención del Estado en estas entidades. Una intervención a imagen y semejanza de lo ocurrido con la expropiación de RUMASA por parte de otro gobierno socialista, veinte y tantos años atrás. Y el segundo “algo”, el nombre de tales entidades. ¿Estará la mía en la lista?
De ser de dominio público, se entiende una alocada huída de los capitales de ella, y por ende, un mayor agujero en las cuentas de la misma. Radio macuto tampoco ha obtenido soplo alguno que le proporcione alguna habladuría digna de confidencia. Solbes se resiste a abandonar el chollo y quedarse en el paro. No quiere perder el empleo no sea que los méritos se vuelvan en desméritos a la hora de actualizar su currículum para la oficina de desempleo, pero se resiste a tomar decisiones que poco o nada favorecerán al gobierno socialista. ¡Que los banqueros hace años que ya no son de derechas!.
Y seguimos hacia Ciutadella. Las vinagrelles siguen en su sitio. Monte Toro muestra su ladera chamuscada. Las dos casetas de los supuestos radares hacen que aquellos desfiles de vehículos tomen conciencia de lo hermoso que es la vida. Lo hermoso que es viajar con el billete de ida y vuelta, por mucho que el comité de sabios diga que de desdoblar, nada de nada. Las casetas de los antiguos “peones camineros” te recuerdan aquellas menciones de los tiempos en que, también a imagen y semejanza de las inyecciones públicas, se trabajaba en los caminos de la geografía insular.
Llegas a la eterna Ciutadella con sus eternos cierres, con sus eternos desvíos, barreras y demás. Y ya no te asombras. El sábado lo hacías en Es Castell y también estaba la ciudad levantada. Maó, otra que tal. ¿Se hablará algún día en las hemerotecas de que aquellos grandes cambios que se realizaron en nuestras ciudades, se debió a la incompetencia de muchos de nuestros políticos de rango superior?. ¿O simplemente nos dirán que lo debemos a la visión de futuro de nuestros gobernantes locales? ¿Quién se colgará la medalla?.
Regresamos al Llevant menorquín. La imagen del camino, la misma. Monte Toro presenta otro perfil, como si nada hubiera pasado en su ladera que deja descubierta. Tampoco es recomendable hacer algún pinito mientras estás al volante del vehículo. Ahora entiendes la diferencia de interpretación, las diferentes perspectivas desde los sillones políticos. Unos van y otros vienen. Unos ven un lado de la montaña, otros, otra ladera, otra vertiente. Unos miran a los empresarios, otros a los obreros. Unos ven la vaca, otros la leche.
Vuelve el tema de la medalla que colgarse. De momento, por si las moscas, procuren no colocarlas en la ganadería, no sea que alguna cornada se les enclaustre en algún rincón poco apetecible. ¡Que el instinto no es tan fácil de engañar!.
PUBLICADO EL 19 MARZO 2009, EN EL DIARIO MENORCA.