El sábado se celebró la hora del planeta –es un decir esto de las celebraciones-. Alguien se le ocurrió la brillante idea de apagar la luz durante una hora, y listo, quien no la apagara, pues ya sabe, insolidario completo. Y quienes sí lo apagaron pues, también se sabe, que si solidarios, que si responsables, que si “progres”… Muy bien, y uno, escéptico que es muchas cuestiones terrenales, se pregunta ¿qué gana uno –ganamos todos- con ello?. Que si tomar conciencia, que si el ahorro, que si la capa de ozono, etc. etc., ¿y?, te preguntas ya más sarcástico.
¿Y?. Hace años, pero no tantos como para olvidarse uno de ello, la mayoría de las poblaciones tenían el alumbrado público dividido en dos tipos, a saber, uno llamado “guías” y otro llamado “horarias”. Así, las guías permanecían encendidas durante toda la noche, mientras que las horarias, tal como indica su nombre, hasta una determinada hora. ¿Se imaginan el ahorro económico de entonces? O lo que es lo mismo, ¿se imaginan el coste que sobrevino a las arcas municipales cuando alguna mente iluminada –por jugar con las palabras- decidió erradicar las horarias y hacerlas fijas discontinuas?
Dirán los entendidos en la salvaguarda del medio ambiente que aquellas guías y aquellas horarias provocaban mucha contaminación lumínica y para salvaguardarnos del problema creado por tales faltos entenderes, deberíamos cambiar las bombillas e instalarlas de bajo consumo y como no, con el añadido además de que no contaminaran. Pero se ve que la fábrica, la empresa que las debió suministrar o subcontratar –vaya uno a saber a estas alturas de quien debería ser familiar o amigo, si era contratada o subarrendada, si era virtual o real-, no las tenía ni a por menor, ni sueltas, ni en columna de a tres. Y tanto que es así, que en vez de cambiar las bombillas muchos municipios decidieron cambiar bombilla y farola, no fuera que por culpa de la farola aún estuviéramos atacando la dichosa capa de ozono…..
Pero es más. Aparte del sobre-coste de la farola –un mínimo de mil euros, tirando bajo- y de la bombilla, se olvidaron el conectar el sistema de “guías” y “horarias”. Se “olvidaron” por decir algo, vamos. También es cierto que hay que reconocer que a mayor iluminación, mayor sensación de seguridad. La psicosis de la ciudadanía transformada en votos, también debe ser tenida en cuenta. Otra cosa y tema aparte sería, claro está, el estudio de cómo y porqué se produce esta inseguridad. Pero claro, ahora con la excusa y la benevolencia de la crisis, se presenta un tanto difícil convencer a ciertos sectores, de los errores en cuanto a ciertas rebajas, pactos y demás entresijos de los llamados adoctrinamientos de la reinserción.
Pero uno que es ignorante en todo, y mucho más en temas energéticos –alguien se estará frotando las manos al leer esto-, se pregunta ¿acaso no podría colocarse en cada farola unas placas solares que alimentaran su propio consumo? ¿Y por qué no añadir un sensor lumínico –o como se llame- para que se encienda la dichosa farola de mil y pico de euros, sólo cuando la intensidad lumínica de la zona lo demande, y viceversa?.
Todo esto está claro que es de dominio público, y con copyright patentado si cabe. ¿Pero porqué nuestras ciudades todavía están pagando o debiendo religiosamente –por decir algo afín a estas próximas fechas- un consumo desorbitado? ¿Se imaginan el montante económico que se ahorrarían y que podría ser invertidos, por gracia o desgracia de esta tan cacareada crisis, en ayudas sociales?.
Y lo que ganaríamos en estética, que ello también vende, aunque no sea verde…¿Se imaginan las farolas de quita y pon? Al no necesitar de cableado, éstas podrían ser colocadas y recolocadas a demanda…. Que si molesta para la cochera, que si me da luz en la salita de estar, que si no me da y me ahorraría encenderla, que si tal o cual excusa que hace que la relación administración-administrado sea fluida y como no, gratificante….. ¡Y las zanjas, -el polvo, las humedades, los ruidos, las molestias- que nos ahorraríamos!.
Pero lo del ahorro parece reñido con lo de la crisis. Las inyecciones de capital con las que nos bombardean diariamente con tanta excusa de trabajo y más trabajo, necesitan de la parte psicológica. Sino no entiendo el porqué en momentos de crisis, la necesidad de colocación de carteles que, muy probablemente superarán los mil o más euros por cartelito, diciendo a un viento que aquellas obras se han realizado “gracias” a la aportación estatal para recolocar a personas en el paro. ¡Que más da quien haya pagado la carretera, el balcón o el trozo de acera, si la cuestión es que está realizado con la aportación de nuestra parte de impuestos! ¿Por qué no colocan tal vez la lista de todos quienes hemos contribuido y además de todos los que pisarán en diez años aquella obra? Así, con un poco de suerte, el cartelito de marras será un poco más grande, dará a más vientos y como no, costará más dinero…..
La verdad es que quien esto escribe no cambió sus hábitos. Y no por ello se siente menos responsable ni menos solidario. Tampoco tuvo necesidad de hacerlo, no en vano, a la hora de marras, en el día –tarde noche- de marras, sólo el frigorífico, la luz de la habitación, la televisión y el ordenador consumían. ¡Ah! Y la bombilla, esta bombilla que siempre suele pintarse sobre el cabeza de alguien en el cómic semanal. La bombilla de la inspiración, del soplo o del chivatazo. Pero esta, no consume energía, o al menos, no cuesta dinero. Y por tanto, no computa. O sea, no existe.
La iluminación existió, si, claro. ¿por qué no crear una hora, un día si se quiere, sin televisión ni radio? ¿Se imaginan un día sin conocer de asesinatos, de crisis, de políticos y más políticos? ¿no creen que, ya no el planeta, sino la propia salud nuestra ganaría de estar desconectados de tanta mala noticia?.
¿Y?. Hace años, pero no tantos como para olvidarse uno de ello, la mayoría de las poblaciones tenían el alumbrado público dividido en dos tipos, a saber, uno llamado “guías” y otro llamado “horarias”. Así, las guías permanecían encendidas durante toda la noche, mientras que las horarias, tal como indica su nombre, hasta una determinada hora. ¿Se imaginan el ahorro económico de entonces? O lo que es lo mismo, ¿se imaginan el coste que sobrevino a las arcas municipales cuando alguna mente iluminada –por jugar con las palabras- decidió erradicar las horarias y hacerlas fijas discontinuas?
Dirán los entendidos en la salvaguarda del medio ambiente que aquellas guías y aquellas horarias provocaban mucha contaminación lumínica y para salvaguardarnos del problema creado por tales faltos entenderes, deberíamos cambiar las bombillas e instalarlas de bajo consumo y como no, con el añadido además de que no contaminaran. Pero se ve que la fábrica, la empresa que las debió suministrar o subcontratar –vaya uno a saber a estas alturas de quien debería ser familiar o amigo, si era contratada o subarrendada, si era virtual o real-, no las tenía ni a por menor, ni sueltas, ni en columna de a tres. Y tanto que es así, que en vez de cambiar las bombillas muchos municipios decidieron cambiar bombilla y farola, no fuera que por culpa de la farola aún estuviéramos atacando la dichosa capa de ozono…..
Pero es más. Aparte del sobre-coste de la farola –un mínimo de mil euros, tirando bajo- y de la bombilla, se olvidaron el conectar el sistema de “guías” y “horarias”. Se “olvidaron” por decir algo, vamos. También es cierto que hay que reconocer que a mayor iluminación, mayor sensación de seguridad. La psicosis de la ciudadanía transformada en votos, también debe ser tenida en cuenta. Otra cosa y tema aparte sería, claro está, el estudio de cómo y porqué se produce esta inseguridad. Pero claro, ahora con la excusa y la benevolencia de la crisis, se presenta un tanto difícil convencer a ciertos sectores, de los errores en cuanto a ciertas rebajas, pactos y demás entresijos de los llamados adoctrinamientos de la reinserción.
Pero uno que es ignorante en todo, y mucho más en temas energéticos –alguien se estará frotando las manos al leer esto-, se pregunta ¿acaso no podría colocarse en cada farola unas placas solares que alimentaran su propio consumo? ¿Y por qué no añadir un sensor lumínico –o como se llame- para que se encienda la dichosa farola de mil y pico de euros, sólo cuando la intensidad lumínica de la zona lo demande, y viceversa?.
Todo esto está claro que es de dominio público, y con copyright patentado si cabe. ¿Pero porqué nuestras ciudades todavía están pagando o debiendo religiosamente –por decir algo afín a estas próximas fechas- un consumo desorbitado? ¿Se imaginan el montante económico que se ahorrarían y que podría ser invertidos, por gracia o desgracia de esta tan cacareada crisis, en ayudas sociales?.
Y lo que ganaríamos en estética, que ello también vende, aunque no sea verde…¿Se imaginan las farolas de quita y pon? Al no necesitar de cableado, éstas podrían ser colocadas y recolocadas a demanda…. Que si molesta para la cochera, que si me da luz en la salita de estar, que si no me da y me ahorraría encenderla, que si tal o cual excusa que hace que la relación administración-administrado sea fluida y como no, gratificante….. ¡Y las zanjas, -el polvo, las humedades, los ruidos, las molestias- que nos ahorraríamos!.
Pero lo del ahorro parece reñido con lo de la crisis. Las inyecciones de capital con las que nos bombardean diariamente con tanta excusa de trabajo y más trabajo, necesitan de la parte psicológica. Sino no entiendo el porqué en momentos de crisis, la necesidad de colocación de carteles que, muy probablemente superarán los mil o más euros por cartelito, diciendo a un viento que aquellas obras se han realizado “gracias” a la aportación estatal para recolocar a personas en el paro. ¡Que más da quien haya pagado la carretera, el balcón o el trozo de acera, si la cuestión es que está realizado con la aportación de nuestra parte de impuestos! ¿Por qué no colocan tal vez la lista de todos quienes hemos contribuido y además de todos los que pisarán en diez años aquella obra? Así, con un poco de suerte, el cartelito de marras será un poco más grande, dará a más vientos y como no, costará más dinero…..
La verdad es que quien esto escribe no cambió sus hábitos. Y no por ello se siente menos responsable ni menos solidario. Tampoco tuvo necesidad de hacerlo, no en vano, a la hora de marras, en el día –tarde noche- de marras, sólo el frigorífico, la luz de la habitación, la televisión y el ordenador consumían. ¡Ah! Y la bombilla, esta bombilla que siempre suele pintarse sobre el cabeza de alguien en el cómic semanal. La bombilla de la inspiración, del soplo o del chivatazo. Pero esta, no consume energía, o al menos, no cuesta dinero. Y por tanto, no computa. O sea, no existe.
La iluminación existió, si, claro. ¿por qué no crear una hora, un día si se quiere, sin televisión ni radio? ¿Se imaginan un día sin conocer de asesinatos, de crisis, de políticos y más políticos? ¿no creen que, ya no el planeta, sino la propia salud nuestra ganaría de estar desconectados de tanta mala noticia?.
PUBLICADO EL 2 ABRIL 2009, EN EL DIARIO MENORCA.