LOS OTROS PRIMERO DE MAYO

Debo confesar que le tengo cierto aprecio a la fecha del primero de mayo. No en vano, un día como éste, empecé –y de esto hace ya veinticinco años- mi entrada en el llamado “mundo laboral”. Veinticinco años, o lo que se vendría en llamar Bodas de Plata y en la misma empresa. Y por eso mismo, por el aprecio-sentimiento que pueda tenerle a esta fecha, me permito la crítica, la exigencia, a tanta hipocresía disfrazada.

Normalmente, el buen tiempo suele ser la excusa esgrimida por parte de los organizadores cuando las cifras esperadas no alcanzan un mínimo deseable. Tampoco suelen haber guerra de cifras, porque éstas pueden casi siempre ser nominales. Ciento diecinueve suele ser el montante, uno más, uno menos, con que nos podemos encontrar en los primeros de mayo mahoneses. El doble este año, sí. Doble, pero con la mitad de ellos, de una plantilla de una empresa en antesala de qué sabe uno qué. Y nada más. Y si a la postre, quitamos a quienes cobran por ir y a quienes les interesa ir por la foto y por su futuro político…., una miseria, como cada año. Ni más, ni menos.

Y si esta vez no hay excusa por el buen tiempo, tampoco lo tiene que haber por causas adversas. Falta de interés, de motivación, de organización, de todo. Hastío de muchos por todo o casi todo lo que suene a política, a movilizaciones; y falta de interés por quienes tienen que movilizar al “populacho”. Y lo entiendo. ¿Cómo movilizar a unos trabajadores, contra quienes dicen ser de izquierdas y dicen defender los intereses del proletariado?. ¿Cómo movilizar a unos trabajadores si de momento, les salvan el presente, aunque eso sí, sin garantía de futuro? ¿Habrá que esperar a que llegue el futuro para movilizarlos, cuando éste ya no tenga solución?.

Ciento diecinueve, o doscientos cincuenta, quinientos o mil si quieren, pero no representan nada. Y la crítica no es para quienes sí estuvieron. La crítica es para quienes no estuvieron, para los ausentes, para quienes desde el ocio se quedaron con sus quehaceres y disfrutes, mientras están acostumbrados que otros los representen, los defiendan, les exijan en su nombre. Y eso no.

El menorquín –por lo menos, públicamente- ha demostrado que se preocupa más, mucho más, por todo lo que huele a territorio y medio ambiente que al tema del trabajo, desempleo, y sobre todo, futuro del estado social. O mejor aún, se preocupa más por el presente que por las miras puestas en el futuro. Más de cuatro mil manifestantes en defensa del territorio lo avalan. Doscientos cincuenta también lo avalan.

Pero estoy seguro que las cifras hubieran sido otras si el color del gobierno central hubiera sido otro. Si Aznar, en vez de Zapatero, llevara el timón de la zozobra, seguro que la movilización habría sido elevada, no en vano, los sindicatos y los partidos políticos habrían ido a la par. Y los trabajadores también.

Y quien sí tuvo éxito de convocatoria, a la misma hora, antes y después, fue la que hizo una conocida empresa menorquina de venta de prendas, quien en una nave del POIMA reunía al mismo tiempo, no cien sino mil personas como mínimo. Prendas a uno, dos, tres y cinco euros, difícilmente se encuentran en tiendas y mercadillos, por mucha crisis que haya. Y es que la crisis, resulta difícil aceptarla.

No la aceptan ni las administraciones para sus administrados. Y si no, sólo habrá que mirar los recibos adeudados en las cuentas bancarias al inicio del próximo mes de julio. O antes, si se tercia. Cuentas éstas, que provocarán que más de uno, diez y ciento diecinueve, se queden con saldo cero, que no negativo.

Y es que ya no hay ni negativos ni rojos en la banca. Ni en el Gobierno. Ni los ha habido nunca. A los veinticinco años de entrar en el mundo laboral el mismísimo ministro de Trabajo me avisa de que difícilmente cobrare pensión. Y es más, me amenaza de que de los diecinueve años que me quedaban para la jubilación, puedo empezar a olvidarme de ellos. Nada de nada. Me impone sin juicio y sin derecho alguno, sin Constitución, Estatuto de Autonomía ni ocho gaitas, una condena a cadena perpetua, y a trabajos forzados. ¡Ni que fuera un terrorista!.

Y no me lo dice, pero seguro que me lo oculta, que del fondo de pensiones que un día su homónimo en la cartera y en el partido me recomendó, también puedo empezar a olvidarme. Si el rescate se produce a la edad legal de jubilación, ¿cómo rescatar un fondo de pensiones a los ochenta años? ¿Qué garantía habrá de que dentro de cuarenta años exista este dinero en el banco?¿Existe a fecha de hoy?

Y las fichas del dominó siguen jugando. Arrastrando en su caída, todo el entramado del entorno social. Y mientras, la vista sigue puesta en el domingo siete de junio. Por un momento me viene a la memoria aquellos mítines electorales dónde los socialistas de entonces advertían al populacho de que si ganaba la derecha, adiós a las pensiones y peonadas. Bueno, al parecer según nuestro invicto ministro del Trabajo, la derecha ya gobierna en nuestro país.

Y ahora ya hablan de una huelga general. Unos que sí, otros que no. ¿Y quienes van a cerrar las puertas? Si los seis mil parados y sus familias no se han movilizado, ¿por qué se movilizarán los veintitantos que sí trabajan?. ¿Se movilizarán los otro tantos pensionista, viudas y asimilados? ¿O sólo se moverán los estudiantes por aquello del plan Bolonia? ¿Por cierto, con tanto fracaso escolar, hará falta un plan Bolonia?

¿Por qué no castigar al Gobierno y a la oposición ausentándonos de darles el voto y por ende, del negocio de recrearse con ellos por Europa, y sobre todo con el dinero de los españoles? Y nuestro voto de castigo, bien usado, es mucho. Viene avalado con casi cinco millones de votos parados, y sus diez millones de familiares directos. Y eso, son muchos votos ausentes, muchos votos de castigo.

Muy por seguro que esta movilización, esta huelga de votos caídos, les haría más daño a los políticos que cualquier otra huelga general que se convocara. No en vano, allí les va su futuro. El nuestro, ya es historia.
mayo 2009