Ahora, cuando los cauces parecen que han vuelto a su estado de normalidad en cuanto al tema de la canción de Elena, y sobre todo la referencia a su regio padre, y que el tema se ha zanjado de una forma diplomática que ha contentado a unos y a otros, aparece en escena otro escándalo digno de reprobación.
Me refiero a las fotos de las hijas de Zapatero en su visita a Obama. Y en este caso tengo que defender, apoyar, solidarizarme con el presidente Rodríguez. No apoyo, ni defiendo ni me solidarizo por la crítica a que se hicieran públicas la fotografía de la familia Rodríguez-Espinosa. Es más, soy de los que se pregunta que hacen las hijas de nuestro presidente, e incluso, la mujer de éste, en un “viaje de trabajo” que pagamos todos los españoles. Y por eso, de no querer salir en la foto, ya se sabe, se mueve uno, y no sale.
Lo que no es de recibo, es el montaje que se han hecho en estas fotos. Y mucho menos la publicidad que se han dado a éstas, aunque sólo sea en Internet. He de confesar –si es que no es delito hacerlo, de lo contrario, lo desmiento- que mi curiosidad me ha vencido –es fácil vencerme en estas condiciones- y dando una vuelta por Internet he conseguido dieciocho retoques distintos a esta primera fotografía.
Y dieciocho ya son muchos retoques. Ya están hechos a conciencia de dañar y al intentar dejar en ridículo a un presidente, se hiere a sus dos hijas. Y esto no es de recibo. Se puede –y se debe- pedir explicaciones de tanto viajero, pero lo que no se puede es ironizar, parodiar –como diría alguna mandataria nacionalista- a los familiares del adversario político.
Y encuentro una similitud en ambos casos. Si alguien por ideología o por otros motivos no está conforme con el modelo de Estado, o sea, con la monarquía, está en su derecho de no estarlo. Legítimo y democrático derecho. Y es verdad también que al Rey no se le votó, aunque en la Constitución se le votara. Igual ocurrirá en las elecciones locales y autonómicas, cuando un voto de censura, un tránsfuga o una dimisión, hacen cambiar de rumbo y de color una institución. Y allí está legitimado.
Y también encuentro una similitud en cuanto la crítica a ambas instituciones. Si un republicano no está de acuerdo con el sostenimiento ya no del monarca, sino del estatus de su familia, ¿qué diría de un viaje de un presidente de la república, o del gobierno, con toda su familia?.
Y la crítica debe hacerse así. Con palabras, sin insultos, sin injurias, y por supuesto sin retoques fotográficos.
Y ahora, una vez que las aguas de nuestra querida Menorca se han tranquilizado, una vez que todo queda en el baúl de los recuerdos y en el de las anécdotas, de los archivos pasados a cds, de los youtubes descargados, visto lo visto y la reprobación de todos a una, uno se pregunta, ¿dónde quedaron las manifestaciones de la señora Tuni? ¿Acaso fue la única que aplaudió lo que nadie aprobó? ¿No se da cuenta la señora Tuni que con su postura, el único que pierde fue el partido que representa, dando una imagen de intolerancia, agresividad, impropio de un partido que dice ser menorquín?. ¿Acaso no se da cuenta la señora Tuni que la actitud de otras personas de su partido, fueron más sensatas y más meditadas que la suya propia?.
Y uno, apolítico que es, y amparado en esta misma libertad de expresión que primeramente me otorga la Constitución, y en segundo lugar, que me concede el hecho de no estar preso de ninguna ideología política ni el deber de someterme a la disciplina de partido político alguno, estoy en condiciones para decir que muchas veces, los partidos buscan al enemigo en su adversario político, errando claro está. En muchas ocasiones, el enemigo está dentro de la propia cúspide de si mismo.
Es el trauma, las secuelas tal vez, de haber vivido en una dictadura. Como dirán unos, de tener ahora más de cincuenta años y no haber olvidado formas ni actitudes de aquellos tiempos en que la libertad de expresión no existía. Suerte que ahora, cuando vemos una actitud dictatorial, podemos públicamente mencionarlo, sin temor a dar con los huesos en la cárcel.
Me refiero a las fotos de las hijas de Zapatero en su visita a Obama. Y en este caso tengo que defender, apoyar, solidarizarme con el presidente Rodríguez. No apoyo, ni defiendo ni me solidarizo por la crítica a que se hicieran públicas la fotografía de la familia Rodríguez-Espinosa. Es más, soy de los que se pregunta que hacen las hijas de nuestro presidente, e incluso, la mujer de éste, en un “viaje de trabajo” que pagamos todos los españoles. Y por eso, de no querer salir en la foto, ya se sabe, se mueve uno, y no sale.
Lo que no es de recibo, es el montaje que se han hecho en estas fotos. Y mucho menos la publicidad que se han dado a éstas, aunque sólo sea en Internet. He de confesar –si es que no es delito hacerlo, de lo contrario, lo desmiento- que mi curiosidad me ha vencido –es fácil vencerme en estas condiciones- y dando una vuelta por Internet he conseguido dieciocho retoques distintos a esta primera fotografía.
Y dieciocho ya son muchos retoques. Ya están hechos a conciencia de dañar y al intentar dejar en ridículo a un presidente, se hiere a sus dos hijas. Y esto no es de recibo. Se puede –y se debe- pedir explicaciones de tanto viajero, pero lo que no se puede es ironizar, parodiar –como diría alguna mandataria nacionalista- a los familiares del adversario político.
Y encuentro una similitud en ambos casos. Si alguien por ideología o por otros motivos no está conforme con el modelo de Estado, o sea, con la monarquía, está en su derecho de no estarlo. Legítimo y democrático derecho. Y es verdad también que al Rey no se le votó, aunque en la Constitución se le votara. Igual ocurrirá en las elecciones locales y autonómicas, cuando un voto de censura, un tránsfuga o una dimisión, hacen cambiar de rumbo y de color una institución. Y allí está legitimado.
Y también encuentro una similitud en cuanto la crítica a ambas instituciones. Si un republicano no está de acuerdo con el sostenimiento ya no del monarca, sino del estatus de su familia, ¿qué diría de un viaje de un presidente de la república, o del gobierno, con toda su familia?.
Y la crítica debe hacerse así. Con palabras, sin insultos, sin injurias, y por supuesto sin retoques fotográficos.
Y ahora, una vez que las aguas de nuestra querida Menorca se han tranquilizado, una vez que todo queda en el baúl de los recuerdos y en el de las anécdotas, de los archivos pasados a cds, de los youtubes descargados, visto lo visto y la reprobación de todos a una, uno se pregunta, ¿dónde quedaron las manifestaciones de la señora Tuni? ¿Acaso fue la única que aplaudió lo que nadie aprobó? ¿No se da cuenta la señora Tuni que con su postura, el único que pierde fue el partido que representa, dando una imagen de intolerancia, agresividad, impropio de un partido que dice ser menorquín?. ¿Acaso no se da cuenta la señora Tuni que la actitud de otras personas de su partido, fueron más sensatas y más meditadas que la suya propia?.
Y uno, apolítico que es, y amparado en esta misma libertad de expresión que primeramente me otorga la Constitución, y en segundo lugar, que me concede el hecho de no estar preso de ninguna ideología política ni el deber de someterme a la disciplina de partido político alguno, estoy en condiciones para decir que muchas veces, los partidos buscan al enemigo en su adversario político, errando claro está. En muchas ocasiones, el enemigo está dentro de la propia cúspide de si mismo.
Es el trauma, las secuelas tal vez, de haber vivido en una dictadura. Como dirán unos, de tener ahora más de cincuenta años y no haber olvidado formas ni actitudes de aquellos tiempos en que la libertad de expresión no existía. Suerte que ahora, cuando vemos una actitud dictatorial, podemos públicamente mencionarlo, sin temor a dar con los huesos en la cárcel.
PUBLICADO EL 27 SEPTIEMBRE 2009, EN EL DIARIO MENORCA.