Borrachos y drogados, ésta fue la definición que dio de sus captores el patrón del pesquero secuestrado, una vez los piratas hubieron abandonado el barco. Y digo “abandonado” y no digo en cambio “liberado de..”. Y lo digo a propósito. No hay confusión ni fallo gramatical. El segundo término pudiera ser ambiguo, incluso parecería que nuestras tropas hubieran invadido el barco y liberado a sus tripulantes. Pero no, los secuestradores, los piratas o como quieran llamárseles, los dejaron en libertad cuando alguien, quien sabe quién, quien sabe dónde, dio la orden de retirada, de abandono, de dar por terminada aquella operación.
No creo pero, que la ministra de Defensa –que no de Ataque- comparta la definición del patrón del pesquero. De hacerlo, caería en un entredicho, en un fallo de los que se dice, garrafal. Imagínense la situación, digna de ser leída en algún artículo de Pérez Reverte.
Los piratas, o presuntos piratas, como diría muy por seguro la señora invicta vicepresidenta primero de nuestro también invicto gobierno, saltando por la borda, ya sea estribor, babor o proa que de esto poco o nada deben entender los mismos, arrancando la embarcación de marras, y emprendiendo la huída hacia sus costas. Dos helicópteros de la real marina española –como dirían los ingleses- se dirigirían hacia el pesquero, protegiendo uno al pesquero, y emprendiendo la persecución de los presuntos piratas, el otro.
Y sí, se produjo el disparo. Los disparos más bien. Había que dejar el pabellón bien claro que España estaba allí para defender a los nuestros. Y con tanto tiroteo, siempre con los cánones, que no cañones, de dar el aviso pertinente, el “alto o disparo” y el “estás rodeado, ríndete”, que disparan al motor de la embarcación para que se detengan. Lo suyo es detener, que no hacer prisioneros, que de guerra nada de nada. Y en ésta que los piratas se tiran al agua. Y suerte que no debían estar drogados ni borrachos, porque tan cerquita de la costa debían estar, que la alcanzaron a nado.
¡Alcanzan la costa a nado!. Y vamos y nos lo creemos. Me imagino el que pilotaba el helicóptero con un palmo de narices. Ni “hombre al agua” ni nada que se le parezca.
Me imagino el micro-gabinete de crisis rezando para que no tuvieran que deliberar otra vez, unánimemente eso sí, sobre qué hacer con los detenidos. Me imagino un montón de nuevos presuntos detenidos por piratería en nuestra Audiencia Nacional. Me imagino al juez haciendo horas extraordinarias para agilizar los juicios –y eso que la justicia va lenta- y el fiscal intentando mantener el tipo.
Me imagino la población pidiendo justicia y un seguimiento mediático mayor que en el caso de las Torres Gemelas. ¡De buenas nos hemos librado!, habrá pensado nuestra “vice”, a la vez que desea que la presión mediática se traslade hacia otros derroteros. De momento PP y PNV no se creen nada de nada. Y para ellos acaba el silencio. Es hora de pedir explicaciones, dimisiones si caben. Pero todo es estéril.
Como estériles, impotentes debían, deben sentirse muchos que por allí han estado en las últimas fechas. Atados de pies y manos. Y vayan con ojo los que han sido llamados para defender a los pesqueros. Que un tiro mal dado, puede representarles una condena de por años en nuestro país. Que un tiro fallado, puede representar perder la vida a bordo de un pesquero secuestrado en aquellas aguas internacionales.
Y mientras, España contenta por haber pagado un millonario rescate, contenta por haber guardado secreto de otras cuestiones secretas que difícilmente se dirán, contenta por ser defensora de los derechos humanos, se encamina hacia otra experiencia en la presidencia europea. Y aquí, a ras de suelo, con las nubes bien altas, la crisis sigue bajando en picado.
No creo pero, que la ministra de Defensa –que no de Ataque- comparta la definición del patrón del pesquero. De hacerlo, caería en un entredicho, en un fallo de los que se dice, garrafal. Imagínense la situación, digna de ser leída en algún artículo de Pérez Reverte.
Los piratas, o presuntos piratas, como diría muy por seguro la señora invicta vicepresidenta primero de nuestro también invicto gobierno, saltando por la borda, ya sea estribor, babor o proa que de esto poco o nada deben entender los mismos, arrancando la embarcación de marras, y emprendiendo la huída hacia sus costas. Dos helicópteros de la real marina española –como dirían los ingleses- se dirigirían hacia el pesquero, protegiendo uno al pesquero, y emprendiendo la persecución de los presuntos piratas, el otro.
Y sí, se produjo el disparo. Los disparos más bien. Había que dejar el pabellón bien claro que España estaba allí para defender a los nuestros. Y con tanto tiroteo, siempre con los cánones, que no cañones, de dar el aviso pertinente, el “alto o disparo” y el “estás rodeado, ríndete”, que disparan al motor de la embarcación para que se detengan. Lo suyo es detener, que no hacer prisioneros, que de guerra nada de nada. Y en ésta que los piratas se tiran al agua. Y suerte que no debían estar drogados ni borrachos, porque tan cerquita de la costa debían estar, que la alcanzaron a nado.
¡Alcanzan la costa a nado!. Y vamos y nos lo creemos. Me imagino el que pilotaba el helicóptero con un palmo de narices. Ni “hombre al agua” ni nada que se le parezca.
Me imagino el micro-gabinete de crisis rezando para que no tuvieran que deliberar otra vez, unánimemente eso sí, sobre qué hacer con los detenidos. Me imagino un montón de nuevos presuntos detenidos por piratería en nuestra Audiencia Nacional. Me imagino al juez haciendo horas extraordinarias para agilizar los juicios –y eso que la justicia va lenta- y el fiscal intentando mantener el tipo.
Me imagino la población pidiendo justicia y un seguimiento mediático mayor que en el caso de las Torres Gemelas. ¡De buenas nos hemos librado!, habrá pensado nuestra “vice”, a la vez que desea que la presión mediática se traslade hacia otros derroteros. De momento PP y PNV no se creen nada de nada. Y para ellos acaba el silencio. Es hora de pedir explicaciones, dimisiones si caben. Pero todo es estéril.
Como estériles, impotentes debían, deben sentirse muchos que por allí han estado en las últimas fechas. Atados de pies y manos. Y vayan con ojo los que han sido llamados para defender a los pesqueros. Que un tiro mal dado, puede representarles una condena de por años en nuestro país. Que un tiro fallado, puede representar perder la vida a bordo de un pesquero secuestrado en aquellas aguas internacionales.
Y mientras, España contenta por haber pagado un millonario rescate, contenta por haber guardado secreto de otras cuestiones secretas que difícilmente se dirán, contenta por ser defensora de los derechos humanos, se encamina hacia otra experiencia en la presidencia europea. Y aquí, a ras de suelo, con las nubes bien altas, la crisis sigue bajando en picado.
Ni borrachos nos creemos lo que nos dicen.
Noviembre 2009