Pues no es problema, y si lo es, no se llama catalán. La justicia -y no me refiero precisamente a la que proviene de la judicatura- de tanto en tanto suele hacer acto de presencia. Y esta vez, la última vez que lo hizo, genéricamente hablando, lo hizo en nombre de la Roja. Principalmente al darle el campeonato del mundo. Y lo hizo, por cuanto premió, justificó y como no, reconoció el buen trabajo, el noble trabajo realizado por unas decenas de hombres que nos representaban.
No hubiera sido digno, no hubiera sido “justo”, el que una selección como la holandesa, con su juego sucio, con su desprecio a la nobleza de juego, hubiera ganado la copa del mundo. España, más bien, nuestra selección, se lo mereció y además, la ganó. Pero nuestra selección, no tan sólo ganó la copa del mundo, sino que ganó mucho más. Nuestra selección ganó protagonismo. Nuestra selección ganó también patriotismo. Nuestra selección ganó lo que muchos políticos y demás energúmenos de la cosa pública perdieron tras años de tibiezas e indecisiones.
El millón y medio de catalanes que se apresuraron a salir a la calle pidiendo no sabe uno qué, quedaron eclipsados por aquel otro millón y medio que salió en las calles de Madrid, sin convocatoria alguna, sin necesidad de liderazgo y sólo guiado por un sentimiento personal.
Personal y mucho más real. Y eso sin contar los miles y miles que a lo largo de la geografía española –catalana también- salieron a la calle para expresar la alegría tras finalizar el partido.
Un millón y medio de catalanes son muchos, sin duda. Siete millones y medio, son más. El que un veinte por ciento de la población catalana saliera a la calle a pedir no sabe uno que, puede ser preocupante o no. Depende de lo que ocurra, de lo que piense, de lo que vote el ochenta por ciento restante.
Y depende también, del número de disidentes que hubiera en este millón y medio. De las boquillas pequeñas, vamos. ¿Cuántos integrantes de este millón y medio se sienten y hablan catalán? Si en Catalunya un quince por ciento de sus habitantes son extranjeros y sólo un sesenta por ciento de sus habitantes han nacido en Catalunya ¿donde están los verdaderos sentimientos patrióticos que tanto esgrimen estos días, dirigentes políticos encuadrados dentro del cuarenta por ciento nacido fuera de las fronteras catalanas?.
Y el problema no es catalán, al menos estadísticamente hablando. El problema es de los políticos y de los filólogos, venía a decir Esteve Molist Pol, periodista y abogado, en una entrevista publicada en Es Diari. Y el tema del Estatut y la sentencia del Tribunal Constitucional sigue siendo problema de unos pocos. Tan pocos que no alcanza tanto por ciento alguno.
El problema no se llama catalán, sino político. El problema son quienes sabedores de su inconstitucionalidad decidieron burlar toda ley que en unas urnas, los españoles, catalanes incluidos, decidimos darnos. El problema son quienes en el parlamento catalán, y en el Congreso español, decidieron, a sabiendas de su inconstitucionalidad, burlarse de toda ley, de toda norma. Y de quienes tuvieron obligación de reseñar en informes su inconstitucionalidad y no lo hicieron. Y de quienes no la persiguieron de oficio. Y de ….
Y la Roja hizo posible que aquellos millón y medio de catalanes-españoles-extranjeros que se encontraban en las calles de Barcelona, pasaran a un segundo o tercer plano, y que el futbol tomara el protagonismo. Incluso la crisis, el paro, la subida del IVA, la cada vez más ruina hogareña, pasara desapercibida durante semanas, y quien sabe si durante todo el verano.
El problema ya no será catalán. De vueltas del verano, la crisis volverá a marcar la política de las movilizaciones, y Cataluña volverá a tener los mismos problemas que el resto de España, y seguirá siendo lo que siempre ha sido. Ni más ni menos. Y con Estatuto bendecido, aunque con algunos nombres censurados. ¿Y? ¿Acaso se vive de un nombre o de una definición?
El verdadero catalán sabe negociar y sacar beneficio del mismo. Un nombre, un término, no condiciona su ser. El problema no es catalán. El problema es de algunos de los políticos.
No hubiera sido digno, no hubiera sido “justo”, el que una selección como la holandesa, con su juego sucio, con su desprecio a la nobleza de juego, hubiera ganado la copa del mundo. España, más bien, nuestra selección, se lo mereció y además, la ganó. Pero nuestra selección, no tan sólo ganó la copa del mundo, sino que ganó mucho más. Nuestra selección ganó protagonismo. Nuestra selección ganó también patriotismo. Nuestra selección ganó lo que muchos políticos y demás energúmenos de la cosa pública perdieron tras años de tibiezas e indecisiones.
El millón y medio de catalanes que se apresuraron a salir a la calle pidiendo no sabe uno qué, quedaron eclipsados por aquel otro millón y medio que salió en las calles de Madrid, sin convocatoria alguna, sin necesidad de liderazgo y sólo guiado por un sentimiento personal.
Personal y mucho más real. Y eso sin contar los miles y miles que a lo largo de la geografía española –catalana también- salieron a la calle para expresar la alegría tras finalizar el partido.
Un millón y medio de catalanes son muchos, sin duda. Siete millones y medio, son más. El que un veinte por ciento de la población catalana saliera a la calle a pedir no sabe uno que, puede ser preocupante o no. Depende de lo que ocurra, de lo que piense, de lo que vote el ochenta por ciento restante.
Y depende también, del número de disidentes que hubiera en este millón y medio. De las boquillas pequeñas, vamos. ¿Cuántos integrantes de este millón y medio se sienten y hablan catalán? Si en Catalunya un quince por ciento de sus habitantes son extranjeros y sólo un sesenta por ciento de sus habitantes han nacido en Catalunya ¿donde están los verdaderos sentimientos patrióticos que tanto esgrimen estos días, dirigentes políticos encuadrados dentro del cuarenta por ciento nacido fuera de las fronteras catalanas?.
Y el problema no es catalán, al menos estadísticamente hablando. El problema es de los políticos y de los filólogos, venía a decir Esteve Molist Pol, periodista y abogado, en una entrevista publicada en Es Diari. Y el tema del Estatut y la sentencia del Tribunal Constitucional sigue siendo problema de unos pocos. Tan pocos que no alcanza tanto por ciento alguno.
El problema no se llama catalán, sino político. El problema son quienes sabedores de su inconstitucionalidad decidieron burlar toda ley que en unas urnas, los españoles, catalanes incluidos, decidimos darnos. El problema son quienes en el parlamento catalán, y en el Congreso español, decidieron, a sabiendas de su inconstitucionalidad, burlarse de toda ley, de toda norma. Y de quienes tuvieron obligación de reseñar en informes su inconstitucionalidad y no lo hicieron. Y de quienes no la persiguieron de oficio. Y de ….
Y la Roja hizo posible que aquellos millón y medio de catalanes-españoles-extranjeros que se encontraban en las calles de Barcelona, pasaran a un segundo o tercer plano, y que el futbol tomara el protagonismo. Incluso la crisis, el paro, la subida del IVA, la cada vez más ruina hogareña, pasara desapercibida durante semanas, y quien sabe si durante todo el verano.
El problema ya no será catalán. De vueltas del verano, la crisis volverá a marcar la política de las movilizaciones, y Cataluña volverá a tener los mismos problemas que el resto de España, y seguirá siendo lo que siempre ha sido. Ni más ni menos. Y con Estatuto bendecido, aunque con algunos nombres censurados. ¿Y? ¿Acaso se vive de un nombre o de una definición?
El verdadero catalán sabe negociar y sacar beneficio del mismo. Un nombre, un término, no condiciona su ser. El problema no es catalán. El problema es de algunos de los políticos.
PUBLICADO EL 15 JULIO 2010, EN EL DIARIO MENORCA.