Dicen que la justicia cuando es lenta, no es justicia. Dirán también algunos que cuando es demasiado rápida puede que adolezca de fallos que tampoco la hagan justa. Buscar un punto medio entre ambos, el equilibrio, puede que sea la tendencia a la que aspira toda teoría en el tema. Pero la teoría nada tiene que ver con la praxis, y en lo jurídico, menos aún. Y de ello, nuestras mentes pueden coleccionar demasiados ejemplos de ello. Como la verdad misma. Como la interpretación de ella. Como la politización –real o perceptiva- de ella.
Pellizco número 1. Se esperaba desde hacía ya años. Otros, debieron tenerlo derivado en el baúl de los recuerdos. Otros, lo removían para mantenerlo activo, máxime cuando los pronósticos económicos no eran su fuerte y cualquier disparo de castillos de fuego era necesario para el despiste del contrario, que del populacho ya se encargaría la roja de hacerlo.
Te da la sensación de un post-parto electoral. Los unos y los otros –nacionales, claro- han ganado. Esta vez sí, ha habido perdedores –o al menos, de boquilla-. PSOE y PP nacionales levantan bandera y reniegan del contrario. Los nacionalistas, reniegan y buscan salidas.
Pero no es parto ni post-parto electoral alguno. Estoy despierto. Simplemente se comenta la decisión publicada –que no la sentencia íntegra- del Tribunal Constitucional sobre la inconstitucionalidad o no, de parte del Estatut.
Pellizco número 2. Las amenazas suenan a chantaje, las advertencias suenan a pacto electoral. Los convergentes inician la precampaña o el fin de la legislatura. Tanto da, significa lo mismo. Zapatero se enfrenta ante el examen de la ciudadanía de todo o lo nada actuado con y para la crisis. Para Cataluña el horizonte es más urgente. Zapatero no existe ni habla catalán. Ni en público ni en privado. Incluso a Montilla le cuesta y su pedigrí dista mucho de ser oriundo. Y no hablemos de Carod.
Suenan recordatorios y adelantos. Suenan timbales y no se habla, precisamente ni de toros ni de cornadas. El caldo de cultivo está servido. Ya hemos dejado de presidir Europa y todos se alegran por ello. Ahora empieza la Europa de las regiones, la Europa dividida en una y mil más. Y las cuentas no salen.
Es el caso de otro pellizco, el que los catalanes permitieron. Sigo despierto.
Pellizco número 3. Los empleados públicos, menos claro está RENFE y AENA –no sea que se paralicen los transportes del Estado- han recibido vía decreto de incompetencia manifiesta por parte del patrono, una reducción en sus haberes. Y no digamos a los jubilados y las viudas. Una reducción que anualmente puede alcanzar los tres mil euros si añadimos la subida del IVA, inflación y no hablemos de las pérdidas acumuladas. Mientras, los parlamentarios siguen con los mismos privilegios. Y los bancos. Y las subvenciones. Y los pactos.
¿Cuánto nos costará el coste de la abstención? ¿Cuánto nos costará la decisión del Tribunal Constitucional? ¿Qué pasaría si Catalunya no fuera España? ¿Seguiría Zapatero en el gobierno? Uno empieza a gustarle la idea de la independencia. Me pellizco, pero no. Esta vez me estaba en vías de Morfeo. Una independencia catalana llevaría consigo una posible confederación menorquina al reino catalán de Carod. Y no soy monárquico. Prefiero ser juancarlista. Me asusta cualquier otro experimento humano. Las máquinas aún no son autónomas.
Pellizco número 4. El que la mayoría parlamentaria propició a los trabajadores. O a los parados. El empleo se llama ahora despido. El trabajo se llama paro. Y quien para se llama ilegal. No así la usura de otros. Ni el negocio ni la trata.
¿A dónde hemos llegado? ¿Nos hemos vuelto autómatas? ¿Dónde está nuestra conciencia? ¿Dónde está nuestra personalidad? ¿Dónde está nuestro orgullo?.
Y es peligroso. Nos falta un líder. Un carisma a quién seguir. Y eso es peligroso. Muy peligroso. La historia nos lo ha ido enseñando continuamente. Me pellizco. Dejo de ensoñarme y me vuelvo sumiso. El destino ya no es nuestro. No lo ha sido nunca. Nuestro destino se llamaba cultura, educación e inteligencia. Pero nunca respondió a ninguna llamada.
Nuestro destino se llama ahora anónimo. O no se llama.
Yo más bien lo llamaría pellizco. El que más o menos grande se puedan llevar unos. El que más o menos grande se llevan algunos pocos que cada día son más. Y el reparto sigue siendo necesario. La compra de opiniones, la compra de decisiones aún existe. La compra y la venta. Y la reventa.
Un buen pellizco decidirá nuestro futuro. Y nuestro futuro habla catalán aunque nos manden andaluces, asturianos o aragoneses.
Un buen pellizco nuestro, aquel pellizco traidor y con ganas, podría decidir nuestro futuro y el de nuestros dirigentes. Esta vez ya sueño. Morfeo me ha derrotado. Morfeo me ha dado mejores momentos. Y me ausento de pellizco alguno.
Mientras, los catalanes y asimilados, políticos y demás, sueñan en dónde pellizcar de nuevo.
El sol calienta y el verano nos brinda su terapia. La roja también.
El otoño, pues también caliente. Y la excusa, el cambio climático de siempre. Los ecologistas subvencionados y los nitratos en aumento. El pellizco está a la orden del día. Otros recortes deberán ponerse en la agenda. De lo contrario, las porciones no darán para todos.
Recortar partícipes no se encuentra en la agenda. Eso sí está consensuado.
La Constitución tampoco está consensuada. El Estatut, seguro que sí.
Pellizco número 1. Se esperaba desde hacía ya años. Otros, debieron tenerlo derivado en el baúl de los recuerdos. Otros, lo removían para mantenerlo activo, máxime cuando los pronósticos económicos no eran su fuerte y cualquier disparo de castillos de fuego era necesario para el despiste del contrario, que del populacho ya se encargaría la roja de hacerlo.
Te da la sensación de un post-parto electoral. Los unos y los otros –nacionales, claro- han ganado. Esta vez sí, ha habido perdedores –o al menos, de boquilla-. PSOE y PP nacionales levantan bandera y reniegan del contrario. Los nacionalistas, reniegan y buscan salidas.
Pero no es parto ni post-parto electoral alguno. Estoy despierto. Simplemente se comenta la decisión publicada –que no la sentencia íntegra- del Tribunal Constitucional sobre la inconstitucionalidad o no, de parte del Estatut.
Pellizco número 2. Las amenazas suenan a chantaje, las advertencias suenan a pacto electoral. Los convergentes inician la precampaña o el fin de la legislatura. Tanto da, significa lo mismo. Zapatero se enfrenta ante el examen de la ciudadanía de todo o lo nada actuado con y para la crisis. Para Cataluña el horizonte es más urgente. Zapatero no existe ni habla catalán. Ni en público ni en privado. Incluso a Montilla le cuesta y su pedigrí dista mucho de ser oriundo. Y no hablemos de Carod.
Suenan recordatorios y adelantos. Suenan timbales y no se habla, precisamente ni de toros ni de cornadas. El caldo de cultivo está servido. Ya hemos dejado de presidir Europa y todos se alegran por ello. Ahora empieza la Europa de las regiones, la Europa dividida en una y mil más. Y las cuentas no salen.
Es el caso de otro pellizco, el que los catalanes permitieron. Sigo despierto.
Pellizco número 3. Los empleados públicos, menos claro está RENFE y AENA –no sea que se paralicen los transportes del Estado- han recibido vía decreto de incompetencia manifiesta por parte del patrono, una reducción en sus haberes. Y no digamos a los jubilados y las viudas. Una reducción que anualmente puede alcanzar los tres mil euros si añadimos la subida del IVA, inflación y no hablemos de las pérdidas acumuladas. Mientras, los parlamentarios siguen con los mismos privilegios. Y los bancos. Y las subvenciones. Y los pactos.
¿Cuánto nos costará el coste de la abstención? ¿Cuánto nos costará la decisión del Tribunal Constitucional? ¿Qué pasaría si Catalunya no fuera España? ¿Seguiría Zapatero en el gobierno? Uno empieza a gustarle la idea de la independencia. Me pellizco, pero no. Esta vez me estaba en vías de Morfeo. Una independencia catalana llevaría consigo una posible confederación menorquina al reino catalán de Carod. Y no soy monárquico. Prefiero ser juancarlista. Me asusta cualquier otro experimento humano. Las máquinas aún no son autónomas.
Pellizco número 4. El que la mayoría parlamentaria propició a los trabajadores. O a los parados. El empleo se llama ahora despido. El trabajo se llama paro. Y quien para se llama ilegal. No así la usura de otros. Ni el negocio ni la trata.
¿A dónde hemos llegado? ¿Nos hemos vuelto autómatas? ¿Dónde está nuestra conciencia? ¿Dónde está nuestra personalidad? ¿Dónde está nuestro orgullo?.
Y es peligroso. Nos falta un líder. Un carisma a quién seguir. Y eso es peligroso. Muy peligroso. La historia nos lo ha ido enseñando continuamente. Me pellizco. Dejo de ensoñarme y me vuelvo sumiso. El destino ya no es nuestro. No lo ha sido nunca. Nuestro destino se llamaba cultura, educación e inteligencia. Pero nunca respondió a ninguna llamada.
Nuestro destino se llama ahora anónimo. O no se llama.
Yo más bien lo llamaría pellizco. El que más o menos grande se puedan llevar unos. El que más o menos grande se llevan algunos pocos que cada día son más. Y el reparto sigue siendo necesario. La compra de opiniones, la compra de decisiones aún existe. La compra y la venta. Y la reventa.
Un buen pellizco decidirá nuestro futuro. Y nuestro futuro habla catalán aunque nos manden andaluces, asturianos o aragoneses.
Un buen pellizco nuestro, aquel pellizco traidor y con ganas, podría decidir nuestro futuro y el de nuestros dirigentes. Esta vez ya sueño. Morfeo me ha derrotado. Morfeo me ha dado mejores momentos. Y me ausento de pellizco alguno.
Mientras, los catalanes y asimilados, políticos y demás, sueñan en dónde pellizcar de nuevo.
El sol calienta y el verano nos brinda su terapia. La roja también.
El otoño, pues también caliente. Y la excusa, el cambio climático de siempre. Los ecologistas subvencionados y los nitratos en aumento. El pellizco está a la orden del día. Otros recortes deberán ponerse en la agenda. De lo contrario, las porciones no darán para todos.
Recortar partícipes no se encuentra en la agenda. Eso sí está consensuado.
La Constitución tampoco está consensuada. El Estatut, seguro que sí.
PUBLICADO EL 4 JULIO 2010, EN EL DIARIO MENORCA.