O al menos esto decía el eslogan que algún asesor de los de antes, debió proponer. Los de ahora, aunque seguro que estarán preocupados en otras lides, no podrían decir lo mismo. Y es que hace ya tiempo que el añadido de que “unos más que otros” ha tomado la calle y es de todos conocido.
Hace un par de semanas apareció un globo sonda de estos que siempre salen para preparar el terreno, como si de antesala del desaguisado se tratara, donde se mencionaba que Hacienda preparaba un plan de regularización de un tanto por ciento elevado de dinero, en negro, que está oculto del fisco y de la circulación en la maltrecha economía española.
La siempre supuesta y presunta afloración de estas cantidades de dinero se auspiciaba de una forma muy beneficiosa para los defraudadores. Ni recargos, ni multa ni nada que representara un castigo por haber delinquido contra la economía de los demás españolitos, que sí cumplimos con nuestros deberes patrios.
Y se hablaba de reglamentar esta posible “amnistía fiscal”, cuando la actual ley de la cosa, ya lo tiene previsto. Al mismo tiempo que este globo sonda se elevaba en el espacio, la ministra del ramo desmentía categóricamente tal posibilidad. A su vez, el presupuesto destinado para la inspección disminuía en un diez por ciento. El silogismo no dejaba dudas. La conclusión, dadas las premisas, era que efectivamente el perdón fiscal, se produciría. Lo que nadie aclaraba era si estos defraudadores arrepentidos, atemorizados o indultados, llámeseles como se quiera, presuntos siempre, serían condecorados o no por su mérito patriótico de recuperar dinero para la arcas de Estado.
De momento, nada han vuelto a decir, al menos públicamente. Lo que si apremia es la fecha del treinta de junio. Ahora, puestos a perdonar y ganarnos el cielo, Hacienda vuelve a pedir que todos quienes tengan dinero oculto en bancos suizos, que los declaren. Y amenaza diciendo que son tres mil las grandes fortunas que tienen dinero allí. Y que saben sus nombres y apellidos.
Faltaba añadir pero, que también saben que será difícil el poderlos atrapar a todos, que los procesos serán largos, y que muchos podrán escaparse de las requisitorias judiciales. Pero esto no importa que lo diga el Gobierno ni las fuentes autorizadas del mismo, esto ya lo saben los defraudadores y sus “asesores” jurídicos y fiscales.
En cambio, los que ya no tenemos ahorros, los que vemos nuestro sueldo disminuido, nuestra jubilación cada vez más lejana, vemos este treinta de junio como el último día de una vieja época. Al día siguiente, primero de julio, el IVA disminuirá un dos por ciento nuestro valor en mano. Nuestro despido será mucho más barato para el empresario y más costoso para nuestros bolsillos al tener que abonar un ocho por ciento del mismo. Y cuanto más despidos, menos dinero en mano.
Y nos amenazan con un verano seco y caliente. Y los sindicatos mueven cola como si de un guión preparado se tratara. También lo auguran caliente, pero más testimonial que atmosférico, no sea que uno se queme con tanta hoguera y con tanto fuego.
Mientras, en esta nuestra Menorca, siguen apareciendo en prensa anuncios buscando camareros y demás. Uno se pregunta incrédulo cómo es posible que habiendo tanto paro, los puestos no se cubran. ¿Será que no funcionan las oficinas de colocación o lo que no funciona es el subsidio? ¿O serán las condiciones de trabajo? ¿O será la desidia de unos y de otros?
Y es que la reforma laboral no empieza por el abaratamiento del despido. La reforma laboral debería haber empezado por poner unas bases en las que se obligara al cumplimiento de los contratos, de los horarios, de los salarios. De la obligación del cumplimiento de las normas de seguridad e higiene en el trabajo, de los descansos semanales, de la prohibición de las horas extraordinarias, de la prohibición del pluriempleo, de tantas y tantas cosas, sabidas y conocidas, que lo único que fomentan es una precariedad laboral, una explotación a los trabajadores, de unos beneficios alegales de los empresarios, y por supuesto de una economía siempre sumergida.
Y eso, lo sabemos –presuntamente- todos. Y al referirnos a todos, me refiero a los trabajadores, empresarios, sindicatos y gobiernos. ¿Por qué pagar el pato sólo algunos de los trabajadores? ¡Que Hacienda somos todos!. Al menos, hasta que algún asesor de estos, no se le ocurra cambiar el eslogan.
Hace un par de semanas apareció un globo sonda de estos que siempre salen para preparar el terreno, como si de antesala del desaguisado se tratara, donde se mencionaba que Hacienda preparaba un plan de regularización de un tanto por ciento elevado de dinero, en negro, que está oculto del fisco y de la circulación en la maltrecha economía española.
La siempre supuesta y presunta afloración de estas cantidades de dinero se auspiciaba de una forma muy beneficiosa para los defraudadores. Ni recargos, ni multa ni nada que representara un castigo por haber delinquido contra la economía de los demás españolitos, que sí cumplimos con nuestros deberes patrios.
Y se hablaba de reglamentar esta posible “amnistía fiscal”, cuando la actual ley de la cosa, ya lo tiene previsto. Al mismo tiempo que este globo sonda se elevaba en el espacio, la ministra del ramo desmentía categóricamente tal posibilidad. A su vez, el presupuesto destinado para la inspección disminuía en un diez por ciento. El silogismo no dejaba dudas. La conclusión, dadas las premisas, era que efectivamente el perdón fiscal, se produciría. Lo que nadie aclaraba era si estos defraudadores arrepentidos, atemorizados o indultados, llámeseles como se quiera, presuntos siempre, serían condecorados o no por su mérito patriótico de recuperar dinero para la arcas de Estado.
De momento, nada han vuelto a decir, al menos públicamente. Lo que si apremia es la fecha del treinta de junio. Ahora, puestos a perdonar y ganarnos el cielo, Hacienda vuelve a pedir que todos quienes tengan dinero oculto en bancos suizos, que los declaren. Y amenaza diciendo que son tres mil las grandes fortunas que tienen dinero allí. Y que saben sus nombres y apellidos.
Faltaba añadir pero, que también saben que será difícil el poderlos atrapar a todos, que los procesos serán largos, y que muchos podrán escaparse de las requisitorias judiciales. Pero esto no importa que lo diga el Gobierno ni las fuentes autorizadas del mismo, esto ya lo saben los defraudadores y sus “asesores” jurídicos y fiscales.
En cambio, los que ya no tenemos ahorros, los que vemos nuestro sueldo disminuido, nuestra jubilación cada vez más lejana, vemos este treinta de junio como el último día de una vieja época. Al día siguiente, primero de julio, el IVA disminuirá un dos por ciento nuestro valor en mano. Nuestro despido será mucho más barato para el empresario y más costoso para nuestros bolsillos al tener que abonar un ocho por ciento del mismo. Y cuanto más despidos, menos dinero en mano.
Y nos amenazan con un verano seco y caliente. Y los sindicatos mueven cola como si de un guión preparado se tratara. También lo auguran caliente, pero más testimonial que atmosférico, no sea que uno se queme con tanta hoguera y con tanto fuego.
Mientras, en esta nuestra Menorca, siguen apareciendo en prensa anuncios buscando camareros y demás. Uno se pregunta incrédulo cómo es posible que habiendo tanto paro, los puestos no se cubran. ¿Será que no funcionan las oficinas de colocación o lo que no funciona es el subsidio? ¿O serán las condiciones de trabajo? ¿O será la desidia de unos y de otros?
Y es que la reforma laboral no empieza por el abaratamiento del despido. La reforma laboral debería haber empezado por poner unas bases en las que se obligara al cumplimiento de los contratos, de los horarios, de los salarios. De la obligación del cumplimiento de las normas de seguridad e higiene en el trabajo, de los descansos semanales, de la prohibición de las horas extraordinarias, de la prohibición del pluriempleo, de tantas y tantas cosas, sabidas y conocidas, que lo único que fomentan es una precariedad laboral, una explotación a los trabajadores, de unos beneficios alegales de los empresarios, y por supuesto de una economía siempre sumergida.
Y eso, lo sabemos –presuntamente- todos. Y al referirnos a todos, me refiero a los trabajadores, empresarios, sindicatos y gobiernos. ¿Por qué pagar el pato sólo algunos de los trabajadores? ¡Que Hacienda somos todos!. Al menos, hasta que algún asesor de estos, no se le ocurra cambiar el eslogan.
PUBLICADO EL 29 JUNIO 2010, EN EL DIARIO MENORCA.