JULIO, AGOSTO Y MAHON…

Así empieza la frase que le valió el nombre de una calle y el de un grupo de viviendas al almirante Andrea Doria, “Julio, Agosto y Mahón….los mejores puertos del Mediterráneo son.” Mejores, porque el abrigo natural –en aquella época no existían las obras faraónicas actuales, o al menos no se practicaban- de nuestro puerto era la seguridad buscada por muchos de los que navegaban por aquel Mediterráneo, que tanto tráfico debía tener.

Ahora, las cosas han cambiado, sino para los mahoneses, sí para el comercio exterior. El puerto de Mahón, Magonis, Port-Mahón, el de Maó simplemente –uno ya no sabe con qué término quedarse- o el nuestro y propio Mô con el plagio de sirenita incluida.

El puerto de Mahón ya no tiene importancia alguna externa. Sólo parece tenerla para la Autoridad Portuaria, pero esto es trigo de otro granero. Las mercancías nos vienen vía Palma o Barcelona, con el consabido aumento arancelario, tasas o demás impuestos que quieran inventarse. No somos ni autosuficientes, ni siquiera para elegir proveedor ni vendedor. Somos sin duda un apéndice, un “cul de sac” en el que absorbemos el reducto de los demás. Incluso nuestra ganadería se marcha a la península para después comprar su carne. ¡Vaya chollo!

Y lo nuestro, lo propio, la tramontana, ahora ya no nos sirve ni para crear energía, ni nuestro sol, con lo barato que dicen que es, por aquello de la estética y del impacto ambiental.

Y el Porto Magonis sólo sirve para el uso turístico y empresarial, el de bares y cafeterías, vamos. Y poco más. Y con la crisis, menos. Y ni eso, ahora. Mô-Maó-Mahón-Magón es una ciudad muerta turisticamente hablando. Comercialmente escuchado.

Ciutadella al otro extremo de la isla es todo lo contrario. Con o sin puerto de cruceros todavía. Kilómetros y kilómetros de costa urbanizada dan cabida a muchas plazas hoteleras. Las calles de la ciudad están llenas a todas horas. Sus comercios abiertos. Sus calles renovadas y cuidadas. Lo nuestro, cerrado, apagado y vámonos.

Maó-Mahón-Magonis sigue anclado por su nombre y su historia. Y nada más. Da sensación latente, eso sí, en busca del príncipe encantado o de la princesa de sus sueños.

Adiós a aquellos paseos junto a la orilla, adiós a aquellos baños y aquellas cañas que esperaban el repiqueteo de aquel cascabel, de aquel “suro” que se hundiera bajo la línea de flotación. Adiós a aquel despedir de embarcaciones. Prohibido, prohibit, prohibited. Barreras y más barreras, espacios vallados y negados al ciudadano. Mesas y sillas, tenderetes, terrazas y marquesinas, coches, barcas y demás artilugios de última generación. Esta es la fotografía actual de aquel puerto de Andrea Doria.

Una ciudad sobre el puerto, pero de espaldas al mismo. Una ciudad que crece, pero que olvida su historia, su pasado, su herencia marítima. Estamos a un paso del puerto y mucha parte desconocida aún. S’ALTRA BANDA es aún desconocida por muchos mahones y menorquines. Y es el último reducto de aquel puerto que conocieron nuestros padres y abuelos. Tal vez por eso, por su desconocimiento.

Y si ahora, poco o nada nos sirve el dicho de Andrea Doria, sí nos debería importar para mantener su estado “natural” ante cualquier arbitrariedad que implique más separación, más distancia, más divorcio, entre la sociedad y su puerto.

Habremos tenido intentos de recuperar nuestra bajada al mismo, Sant Pere, es capellet, las fiestas de Gracia con la jornada en el puerto, intenciones buenas y aplaudibles; pero no suficientes. No sólo la noche vive en el puerto. El paseo matutino, el canto de las gaviotas, el footing por sus húmedas brisas, el olor de aquellas redes que se limpian y secan, aquel ajetreo de las barcas recién llegadas y desembarco del pescado, aquel ….

Eran otros tiempos…., eran otros julios, y otros agostos. Y era, otro Mahón, sin duda.

PUBLICADO en el número del mes de JULIO-AGOSTO de 2010, en EL BULLETÍ DEL CENTRE DE PERSONES MAJORS. Area de Acció Social. Consell Insular de Menorca