REFLEXIONES EN VOZ ALTA

La verdad es que por mucho que la ley imponga en la jornada anterior de una cita electoral la jornada de reflexión, no voy a ser yo quien se dedique a enclaustrarse en el domicilio y estudiar los pros y los contras de la diversidad de opciones que el abanico nos presenta. Y es que las incongruencias a veces suenan arcaicas.

En la jornada de reflexión no se puede pedir el voto para ninguna opción política, pero nadie ha previsto que todos los carteles que nos encontramos por la calle, no lo hagan. Y así, que más da que nos lo pida físicamente una persona con nombres y apellidos, que lo haga un cartel, banderola o pancarta. O por Internet, o por correo electrónico, o por sms. O simplemente aquel sobre que retrasado llega a nuestros domicilios, o el más inocente comentario en la tienda del barrio.

Pero la jornada de reflexión es sagrada –aunque no siempre lo haya sido-. Tan sagrada, que incluso se aparenta estar bajo tutela. ¿Acaso creen algunos que por aleccionarnos cinco minutos antes de depositar el voto dentro de la urna, vamos a cambiar el sentido del mismo? Y si lo hiciéramos ¿no estaríamos ejerciendo la potestad de elección hasta el último momento?

Algunos dirán que ejercer presión sobre la decisión de voto es contrario a la libre elección. Y en cierto modo, tendrán razón. Pero más importantes son las promesas incumplidas. Más importantes son las medias verdades, o las medias mentiras, vertidas durante todo el tiempo de campaña. Y no por ello, estas conductas están castigadas por la ley.

Dejando el tema electoral aparcado por imperativo legal, intentaré dirigir los dardos envenenados hacia otra reflexión. El Menorca Básquet presenta un concurso de acreedores. Y no es precisamente que se haya convocado un concurso entre los acreedores en busca de un ganador, ni que sorteen premio alguno como en las tómbolas de las ferias patronales. El tema es mucho más serio. Es la falta de subvenciones. La falta de dinero de todos para sufragar los malos hábitos de otros. La falta de trasparencia en una antigua gestión.

Aunque mucho más serio será cuando este concurso de acreedores aterriza en cualquier empresa productiva, con sus EREs o sus finiquitos. Y aunque lo mismo, no se parece a lo que antes, cuando no había jornadas de reflexión, se venía en llamar quiebra. Por suerte, las quiebras de hoy en día, no son como las de antes. Ahora, viene a ocurrir como en las interpretaciones judiciales y las negociaciones entre partes.

Es una forma de salvar el bulto. El bulto, la maleta y el deportivo. Y vuelta a empezar. La excusa está servida. El papá y la mamá Estado tutelarán al engendro. La crisis, el empleo, y algún que otro término vendible, lo respaldará. Y además, el refrán lo apoyará. Más vale pájaro en mano que ciento volando, dirá este último. Como las sentencias judiciales en temas penales. El acuerdo entre el fiscal y el acusado, en muchas ocasiones libra a este último de entrar en la cárcel. ¿Para qué se hicieron entonces?

La reflexión me atormenta. Me da la sensación como si todos quisieran escurrir el bulto, simplificar las tareas, escurrir responsabilidades. Al menos, la jornada ha servido para algo. Te rebelas, te responsabilizas y decides poner tu elección dentro aquellos sobres. Y aquellos sobres dentro de la urna. Y a esperar el “habemus politicam”.




PUBLICADO EL 20 MAYO 2011, EN EL DIARIO MENORCA.