Cierto es que las
estadísticas suelen ayudarnos a tomar decisiones. Y aunque las
estadísticas se diferencien de las encuestas, también es cierto que
éstas pueden ser deliberadamente dirigidas hacia la opinión que
interesa al promotor de la misma. Hacer una pregunta u otra, hacerla
en un determinado momento, o dejar de contabilizar alguna variante o
vector, nos mostrará una realidad no real. Los datos serán
ciertos, pero no serán todos los datos.
La tensión o el
susto de cada viernes, debería ser analizada con datos estadísticos
en la visita a los centros de salud. Conocer si tras cada decisión
tomada por el Consejo de Ministros, aumenta o disminuye la visita a
los servicios de urgencias, sería una variante a tener en cuenta
para conocer el estado real de la población ante las decisiones de
nuestros gobernantes.
El pulso no basta
tomarlo en la calle, sino en el propio individuo. El miércoles
pasado me invitaron a una reunión de clientes de un conocido centro
comercial menorquín. Era una reunión en pequeño comité. Siete
en total. Era la toma del pulso al cliente. Conocer sus
inquietudes, sus necesidades, sus porqués, y sobre todo, sus
opiniones. Sus críticas, vamos.
Una hora y media de
hábil interrogatorio. Hora y media de contacto con gente que
trabaja para crear empresa y a la vez, para satisfacer al cliente.
Porque eso lo tienen claro. Como en la selección del personal. No
todos sirven para atención al cliente. No todos cumplen el perfil
adecuado. Ni todos sirven para mandar, ni todos sirven para servir.
Teniendo contento al cliente, ganamos todos: cliente, empresario y
trabajador.
Coincidimos los
siete en las mismas líneas generales. Valoramos positivamente la
limpieza, la luminosidad y el buen trato. Y aunque parezcan
conceptos básicos, irrenunciables en cualquier establecimiento que
se dedique a la venta al público, estos mismos valores son los que
a veces notamos a faltar, juntos o por separado, en comparaciones a
la competencia.
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Llega el viernes y
la amenaza de algunas futuras medidas no deja de planear sobre
nuestras cabezas. Un bulo corre como la pólvora. Al final, no deja
de ser una broma de algún hartado de la política. El Gobierno
decide expropiar el cincuenta por ciento del capital de las
aportaciones a los planes de pensiones. El cincuenta por ciento
restante lo mantiene en las entidades bancarias, mientras que de su
parte expropiada, mitad lo recuperará el beneficiario, y la otra
mitad se lo queda el Tesoro. Un bulo, nada más. Un disgusto
terrible para quienes están a punto de la jubilación. La alarma se
desmiente al instante, pero allí queda. Y con un ruego: “que no
se entere el Gobierno”.
Y pasado el susto,
nos queda la mosca. Y detrás de la oreja. Nadie del pueblo llano
entiende qué ha pasado en el Consejo de Ministros. Nadie de los
comparecientes habla de recortes. Nadie habla de impuestos o
gravámenes. Esta vez no aplazan la edad de la jubilación, sino que
aumentan el porcentaje de paro y como no, los años en salir de la
crisis.
Los brotes verdes
siguen siendo un espejismo. Y lejísimos. La barrera de los años
catorce, aumenta. Llegarán los años dieciséis y aún estaremos
buscando aquellos dichosos brotes socialistas. Y la mosca sigue
volátil.
Sospechas que algo
gordo se está tramando. ¿No habrán sido capaces de hacerlo
todavía público? Te escuece no tener información. El barco está
a la deriva. Sigue estando a la deriva. Desconoces si han mandado
algún S.O.S o si es que no hay cobertura. Desconoces si estamos al
día con la póliza de seguros. Desconoces sobre todo si el patrón
de la embarcación tiene actualizado su titulación. Y si los
oficiales de a bordo obtuvieron el título en alguna tómbola. Tus
cábalas siguen y seguirán sin respuesta. Y esto no te tranquiliza.
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Quieres echar un
capote. Les brindas la oportunidad de ser oído. Ya no sabes si
estás afónico o es que te hacen oídos sordos. No les preocupa lo
más mínimo. Son seres superiores y te ningunean. O al menos, se lo
creen. Ellos deciden. Los unos y los otros. Y los demás. Son
relativamente muchos más de los que te creías al principio. Son el
poder. Los poderes, vamos. Y del Estado. Y de la economía. Y de
Europa. Y del mundo. ¿Cómo quieres que te escuchen?.
Tu ignorancia no
acabó de entender la última comparecencia. Bruselas decidirá.
¿Por qué tener un Gobierno, un parlamento, y un monarca en España
si al final quien decide nuestro futuro es Bruselas? Te resistes.
Quieres seguir siendo nacional de España, como la radio, vamos, y te
das cuenta que eres vasallo de Europa.
Te inspiras en el
miércoles pasado y te imaginas un pequeño comité hablando con el
presidente Rajoy. Te imaginas las opiniones dispares, pero también
las coincidentes. Buscarías culpables de la crisis. Pediríais
responsabilidades, sanciones y dimisiones. Pediríais
responsabilidades por tanto sobre ilícito y por tanto sinvergüenza
suelto. Y también pediríais que se rodeara de gente entendida,
sabia. Que de haberlas, haylas.
Está claro que el
equipo pierde. Y por goleada. El portero, el delantero, la defensa
o el equipo entero, falla. O el entrenador por mala alineación. O
la junta directiva por no incentivar al equipo o por no sufragar
algún refuerzo. Pero alguien falla. Si el norte funciona, el sur,
también debería funcionar. O nos posicionamos al norte. Como
aquellos que en su día inventaron aquella frase de que “no
retrocede, da media vuelta y sigue avanzando”.
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Avanzar y no
retroceder. Me posiciono en Menorca y me imagino los campos
cultivados, los pastos llenos de vacuno y bovino, los frutales de
inmensa flor. Me posiciono en el resto de España y observo fábricas
en construcción y trabajadores que empiezan a fabricar el producto
nacional. Frigoríficos, lavadoras, secadoras, cocinas y extractoras
con nombre español. Me imagino turismos, ciclomotores, motocicletas
y camiones también con linaje español. ¿Qué necesidad tenemos de
invertir en tierras extranjeras?
Retrocedo al
miércoles pasado. Observo producto menorquín, que vende en Menorca
y con capital menorquín. Y con beneficio Menorquín. Y también
solidario. ¿Por qué no ser solidarios con nosotros mismos?
Nos falta
iniciativa. Nos falta sangre y nos sobra horchata. Sangre
menorquina y española. Y formación. Ya no hay mecánicos ni
aprendices. Hay cambiadores de placas, técnicos, ingenieros y
oficiales de tercera. Nos hacen falta peones, circuitos y
condensadores y nos sobran placas y circuitos integrados.
Y saber escuchar. Y
bajar de las nubes. Y pensar que los de abajo, el pueblo llano,
siguen siendo personas. Personas honradas, incluso. Padres y madres
de familia. Hijos y nietos. Criaturas humanas.
Y falta sentido
común. Y sentido de la responsabilidad. Que seis millones son
muchos millones por mucho que la Merkel y sus socios digan lo
contrario. Que seis millones son ejército. Un ejército hambriento
y sediento de justicia. Y no veo a responsable alguno enjuiciado.
Sólo leo argucias legales, recursos y aplazamientos.
Nadie dice nadie
contesta. El equipo del Banco de España no habla. Y si habla no
dice. Y si dice, nadie se entera.
Me vuelvo a
posicionarme en mi Menorca. Me imagino campos estériles y rocosos
sembrados de placas solares. Molinos que giran y giran. Me imagino
independiente -energéticamente hablando- del país galo. Pero no,
siempre encontraremos razones, excusas, intereses, para que nos
frenen ser nosotros mismos. El poder, siempre el poder.
El poder, y no
querer.
El querer, y no
poder.
PUBLICADO EL 30 ABRIL 2013, EN EL DIARIO MENORCA.