¿QUÉ FUE PRIMERO, LA ROSA O EL LIBRO?


Como lo del huevo y la gallina, vamos.  Y a la pregunta habrá también que delimitarle el espacio físico al que nos referimos.  No es lo mismo referirnos al territorio de Cataluña que al de Cuenca o al de Menorca, pongamos por caso.  Y por supuesto, los genes, la sangre, o el apego a nuestra roqueta, dejan la sentencia clarificada.
Está claro que en la fecha del 23 de abril, convergen dos conmemoraciones  y dos intereses.  Por un lado, la  muerte de los escritores Miguel de Cervantes y de Shakespeare, y el respaldo de la UNESCO, que en 1995  lo declaró como el Día Internacional del libro y del derecho de autor. Y por otro, lo de Sant Jordi, con el dragón, la princesa y la sangre que regó aquella tierra de la que brotó una rosa de color rojizo.
 Pero de escritores, ni uno, ni el otro. Resulta que el único  conocido entre el mundo de las letra y de las palabras escritas, de las frases y demás,    que se murió un 23 de abril fue Josep Pla, y eso  ya en el año 1981, cuando los libreros ya salían a la calle con descuento incluido. 
Y es que Miguel de Cervantes según dicen por ahí – o sea, por la red  esta que hace milagros y nos agiliza el tiempo cronometrado- falleció un día antes, aunque eso sí, su entierro fue en la fecha dicha.   Y de Shakespeare pues otro tanto,  parece que su calendario era juliano -que nada tiene que ver con el marido de la cebolla- y por eso dicen los gregorianos que  debió  fallecer a principio de mayo.  Pero ya se sabe, que para no disgustar ni a España ni a los súbditos de su graciosa majestad, pues juntamos fechas y todos contentos.
¡Otro gallo hubiera cantado si Shakespeare hubiera sido súbdito de la señora Merkel!. No hubiera habido ni san Jorge, ni sant Jordi, ni nada que se le pareciera, que hubiera terciado por él.  Y es que  los designios de la señora Merkel son inescrutables.  A lo mejor, incluso el tiempo atmosférico de mayo hubiera complacido más a los libreros que este suelo mojado de abril sí, abril también.
Aunque para ser justos, habrá que decir que en esto, al menos España se adelantó.  La España entera, la del año veintiséis  del siglo pasado, claro, cuando se estableció que fuera el día 7 de octubre -fecha que se creía que lo era del nacimiento del padre del Quijote-  la festividad del libro español.  Y el culpable de todo, un valenciano, y por más inri, apellidado Clavel.
Y cuando ya tenemos el libro justificado, van y aparecen las rosas.  O Sant Jordi, que dirán los catalanes.  Y su leyenda, que por cierto, fue muy anterior a los Cervantes y Shakesperare unidos.  Y todo lo demás, ya vino rodado.
Al cambiar de fecha, al cambiar octubre por abril, los catalanes ganaron por goleada.  Y las floristerías no digamos.  Y yo me pregunto, ¿por qué no regalar  claveles en vez de rosas? ¿Por qué no reivindicar la rosa en honor al apellido de quien propuso tal celebración?
Y razones muchas y variadas, o ninguna, vaya  usted a saber. Bueno, una al menos.  La rosa es más cara y por ende, hay más negocio. El clavel más barato y más español del sur.  Y la leyenda.  España en esto de las leyendas, no se pierde ni una.  Y si Sant Jordi mataba al dragón y de su sangre manaba una rosa roja, pues no digamos.  Y si la agraciada era  una princesita  del cuento de hadas, más que mejor.
Y a todo esto, seguimos retrocediendo en el tiempo.  O al menos, podríamos hacer una crítica de ello.  La amada regala un libro al hombre, y éste le corresponde con la entrega de una rosa.  O al menos, así se nos vende.   Y así  el machismo continúa. ¿Por qué no cambiar la leyenda y que  entre ambos se regalen  libros, cultura al fin y al cabo? 
O más aún, un libro y una rosa. 
Y esto no lo he inventado yo, lo ha inventado Araceli, quien  estos días te regalaba una rosa por cada libro que adquirías.  ¿Cuándo veremos que al comprar una rosa se nos obsequie con un libro?
En este caso, sin duda  lo primero fue el libro.  La rosa vino después.

PUBLICADO EL 24 ABRIL 2013, EN EL DIARIO MENORCA.