Hay cosas que el ciudadano normal, el de a pié, el indignado de puertas hacia adentro, por mucho que lo intente no consigue que le salgan las cuentas, y ya no las bancarias, por supuesto.
Me refiero con ello a las noticias cotidianas, no al de la bolsa de la compra sino a las decisiones o indecisiones que rompen esquemas. Y cuando menos le cuadran a uno las cuentas suele ser en la época preelectoral, o sea ahora mismo, o en las ya pasadas locales. En los antes y en los después.
Los que perdieron el tren de la oportunidad se lanzan a su izquierda para recuperar el voto hasta ahora fiel. Los Alfonso Guerra actuales aparecen también en escena sin poder esgrimir el miedo a las pensiones y a la pérdida de derechos sociales. Han llegado tarde. O simplemente se adelantaron en su momento.
Quienes la fidelidad era solo un convenio estadístico a la mañana siguiente ya presentaron sus cartas de impago. Proveedores y agencias de viajes que mantenían los impagos de la administración en el más recóndito escondrijo, se apresuraron de publicar las facturas impagadas. Quienes sus lazos familiares les propiciaron activos benefactores, pronto han levantado sus cartas a favor de los nuevos gestores. Y es que veintitantos años son muchos años de amistades y enemistades, muchos años de promesas incumplidas y de engaños prepotentes. La cura de humildad, el guiño a la izquierda no hará que las promesas sean devueltas ni que la justicia vuelva a resplandecer en sus faces, pero al menos, será un acto de conciencia, un mea culpa entonado al unísono por muchos a quienes las décadas en el poder, los hicieron soñar con la inmortalidad.
Quien parece darse baños de inmortalidad es Alfredo. El camarada Alfredo, como muy por seguro hará llamarse en el otoño caliente que nos espera. Sus guiños a la izquierda y sus fervientes actuales ataques a la banca que los sostuvo, contrastan con la denuncia que Europa ha impuesto contra el gobierno español por permitir las millonarias primas con las que estas mismas entidades bancarias han gratificado a sus directivos.
El 15-M también será noticia en los próximos meses. Pensando en el rédito electoral, el camarada Alfredo dejó que la anarquía se apoderara de muchas de nuestras plazas. Ahora, ante la visión de impunidad con la que se les trató por parte del poder ejecutivo, lanza su pulso ante el otro poder estatal: el judicial.
Un minoritario grupo de los llamados indignados hace retroceder cada vez que se lo proponen los mandamientos judiciales de desahucio, que ellos juzgan de impropios, de injustos, de indignantes. La justicia parece haber sido devuelta a los tribunales populares, minoritarios y sin representación alguna. Y nadie dice nada. Es más, se retrocede. Se retrocede y se abstiene de ejecutar lo fallado.
Telefónica da carpetazo a miles de sus empleados, mientras el ejecutivo da el visto bueno para que millones de euros sean pagados como indemnizaciones. El paro no disminuye y las aportaciones siguen bajando, como la bolsa, el IBEX y cuantos estudios de mercado aparecen.
Un ministro japonés se disculpó por unas desafortunadas declaraciones achacando su comportamiento a su grupo sanguíneo. Manifestó ser del grupo B –el mismo de quien esto escribe- y por eso mismo justificó su tendencia a ser simplista y franco. Y después dimitió. En España ni simplistas ni francos. Ni dimiten ni buscan excusas tampoco. La historia nos llegaría a sorprender si analizáramos muchas mentiras que durante años han ido escribiéndose en clave de ganadores. Muchas verdades también han quedado huérfanas de valedor que las defienda, de jueces que investiguen o de interesados en conocer otra versión distinta a la oficial.
Y la justicia se renueva mientras el caso Faisán entra en una recta más final. Ahora el juez será más juez y menos instructor. Eso equivaldrá a que las investigaciones, las acusaciones y las peticiones de penas serán ordenadas por el gobierno de turno. El juez sólo podrá interpretar aquellos casos que por el gobierno les llegue, y en las condiciones que se les pida.
El caso Faisán que ahora sobrevuela sobre el tejado del ex – ministerio del camarada Alfredo, tal vez ni habría llegado a los tribunales. Con el camarada Alfredo, Bildu llegó también a los tribunales y ganó. Ganó en el Constitucional y ganó en las urnas. Algo falla en este mal llamado Estado de derecho.
O simplemente, el que fallamos somos nosotros.
Mientras, varios bancos españoles suspenden en Europa. La ministra del ramo, los felicita. ¿Qué pensará el camarada Alfredo?
¿Seguimos fallando?. ¿O falla Europa?
Me refiero con ello a las noticias cotidianas, no al de la bolsa de la compra sino a las decisiones o indecisiones que rompen esquemas. Y cuando menos le cuadran a uno las cuentas suele ser en la época preelectoral, o sea ahora mismo, o en las ya pasadas locales. En los antes y en los después.
Los que perdieron el tren de la oportunidad se lanzan a su izquierda para recuperar el voto hasta ahora fiel. Los Alfonso Guerra actuales aparecen también en escena sin poder esgrimir el miedo a las pensiones y a la pérdida de derechos sociales. Han llegado tarde. O simplemente se adelantaron en su momento.
Quienes la fidelidad era solo un convenio estadístico a la mañana siguiente ya presentaron sus cartas de impago. Proveedores y agencias de viajes que mantenían los impagos de la administración en el más recóndito escondrijo, se apresuraron de publicar las facturas impagadas. Quienes sus lazos familiares les propiciaron activos benefactores, pronto han levantado sus cartas a favor de los nuevos gestores. Y es que veintitantos años son muchos años de amistades y enemistades, muchos años de promesas incumplidas y de engaños prepotentes. La cura de humildad, el guiño a la izquierda no hará que las promesas sean devueltas ni que la justicia vuelva a resplandecer en sus faces, pero al menos, será un acto de conciencia, un mea culpa entonado al unísono por muchos a quienes las décadas en el poder, los hicieron soñar con la inmortalidad.
Quien parece darse baños de inmortalidad es Alfredo. El camarada Alfredo, como muy por seguro hará llamarse en el otoño caliente que nos espera. Sus guiños a la izquierda y sus fervientes actuales ataques a la banca que los sostuvo, contrastan con la denuncia que Europa ha impuesto contra el gobierno español por permitir las millonarias primas con las que estas mismas entidades bancarias han gratificado a sus directivos.
El 15-M también será noticia en los próximos meses. Pensando en el rédito electoral, el camarada Alfredo dejó que la anarquía se apoderara de muchas de nuestras plazas. Ahora, ante la visión de impunidad con la que se les trató por parte del poder ejecutivo, lanza su pulso ante el otro poder estatal: el judicial.
Un minoritario grupo de los llamados indignados hace retroceder cada vez que se lo proponen los mandamientos judiciales de desahucio, que ellos juzgan de impropios, de injustos, de indignantes. La justicia parece haber sido devuelta a los tribunales populares, minoritarios y sin representación alguna. Y nadie dice nada. Es más, se retrocede. Se retrocede y se abstiene de ejecutar lo fallado.
Telefónica da carpetazo a miles de sus empleados, mientras el ejecutivo da el visto bueno para que millones de euros sean pagados como indemnizaciones. El paro no disminuye y las aportaciones siguen bajando, como la bolsa, el IBEX y cuantos estudios de mercado aparecen.
Un ministro japonés se disculpó por unas desafortunadas declaraciones achacando su comportamiento a su grupo sanguíneo. Manifestó ser del grupo B –el mismo de quien esto escribe- y por eso mismo justificó su tendencia a ser simplista y franco. Y después dimitió. En España ni simplistas ni francos. Ni dimiten ni buscan excusas tampoco. La historia nos llegaría a sorprender si analizáramos muchas mentiras que durante años han ido escribiéndose en clave de ganadores. Muchas verdades también han quedado huérfanas de valedor que las defienda, de jueces que investiguen o de interesados en conocer otra versión distinta a la oficial.
Y la justicia se renueva mientras el caso Faisán entra en una recta más final. Ahora el juez será más juez y menos instructor. Eso equivaldrá a que las investigaciones, las acusaciones y las peticiones de penas serán ordenadas por el gobierno de turno. El juez sólo podrá interpretar aquellos casos que por el gobierno les llegue, y en las condiciones que se les pida.
El caso Faisán que ahora sobrevuela sobre el tejado del ex – ministerio del camarada Alfredo, tal vez ni habría llegado a los tribunales. Con el camarada Alfredo, Bildu llegó también a los tribunales y ganó. Ganó en el Constitucional y ganó en las urnas. Algo falla en este mal llamado Estado de derecho.
O simplemente, el que fallamos somos nosotros.
Mientras, varios bancos españoles suspenden en Europa. La ministra del ramo, los felicita. ¿Qué pensará el camarada Alfredo?
¿Seguimos fallando?. ¿O falla Europa?
PUBLICADO EL 20 JULIO 2011, EN EL DIARIO MENORCA.