No va de hábitos ni de monjes, pero sí de costumbres elitistas que por mucho guiño que se haga a los presuntos indignados, no deja de ser un guiño picaresco en una noche alocada. Ya vendrán tiempos de pantalón de pana y de utilitario, pero de momento las pensiones de sus señorías no lograron pasar el trámite parlamentario.
No va de hábitos ni de monjes, pero sí de corbatas y de señorías. El rifirrafe entre Bono y Sebastián por el asunto de la corbata, llena más páginas que firmas por el transporte aéreo. Y eso que se esgrime por cuestiones de ahorro energético. ¡Que si se llega a esgrimir por cuestiones de principios, incluso lo echan del PSOE!. Y es que la corbata, viste.
Visten y calzan. Al menos las normas de vestimenta aprobadas a finales de junio dejan claro de cómo visitar el Congreso. Me viene a la memoria años atrás, cuando en un viaje a Egipto, en la visita a una de las mezquitas turísticas, obligaban a las mujeres a ir con falda y tapadas de hombros. En el Congreso español imponen pantalón largo o falda y sobre todo prohibido ir con chanclas, bermudas o camiseta de tirantes. Y el ministro sólo iba sin corbata.
Y ambos tienen sus argumentos. Uno más que el otro. O el otro más que el uno. El argumento del ahorro energético tendría que ser suficiente para quitar la corbata en todo ordenamiento. Pero a sus señorías les cuesta rebajarse, aunque sólo sea por igualarse en vestimenta. O por imitar a los japoneses. ¿Por qué no vestir al estilo Chávez o de Castro?
Pero no. Bono también argumenta. Lo argumentó con la medalla, y lo argumenta ahora. La corbata, según Bono, ayuda a mantener la disciplina del vestido con los ujieres que están con corbata y chaqueta obligatoriamente. ¿Por qué no igualan también el sueldo y las pensiones con los ujieres?
Y puesto a indignarse uno, ¿por qué no se suprimen los tratamientos? A coste cero se igualarían también con el ujier, con el telefonista e incluso con el señor de la limpieza. Y no tan sólo en el Congreso, no. ¿Acaso el voto de unos millones de tantos va ligado a ancestrales feudos?
Y de tratamientos podríamos hablar largo y tendido. Desde la realeza, la aristocracia, a las autoridades políticas como a las profesionales. ¿Por qué tiene que tener más tratamiento un juez que el conserje de un hotel? ¿Acaso no es tan respetuoso una labor que otra?
Bono pensará que no. Y como Bono, la mayoría, por no decir la totalidad de sus señorías. Las clases sociales existen, y cada día más. Y los indignados, también.
Corbata. O pajarita. Chancla o camiseta sin tirantes. Da igual. La cuestión es marcar diferencias, marcar trazas, señalar estatus. El ahorro, obligatorio para el ciudadano de a pié, nada tiene que ver cuando el destinatario va precedido de un tratamiento que lo confiere distinto.
Japón, con su primer ministro al frente, dio el primer paso. También tuvo sus voces discordantes. Se pierde seriedad. ¡Como si los políticos fueran gente seria!. Ahora sólo haría falta que se examinaran de conocimientos intelectuales, pasaran un psicotécnico y….
Y un certificado de buena conducta. Retrocederíamos decenas de años, pero al fin y al cabo, es lo que se pretende. Retroceder a los tratamientos de antaño, a las clases sociales, y a la inocencia de sumiso.
Del sumiso indignado.
¡Y con corbata y alpargata!
No va de hábitos ni de monjes, pero sí de corbatas y de señorías. El rifirrafe entre Bono y Sebastián por el asunto de la corbata, llena más páginas que firmas por el transporte aéreo. Y eso que se esgrime por cuestiones de ahorro energético. ¡Que si se llega a esgrimir por cuestiones de principios, incluso lo echan del PSOE!. Y es que la corbata, viste.
Visten y calzan. Al menos las normas de vestimenta aprobadas a finales de junio dejan claro de cómo visitar el Congreso. Me viene a la memoria años atrás, cuando en un viaje a Egipto, en la visita a una de las mezquitas turísticas, obligaban a las mujeres a ir con falda y tapadas de hombros. En el Congreso español imponen pantalón largo o falda y sobre todo prohibido ir con chanclas, bermudas o camiseta de tirantes. Y el ministro sólo iba sin corbata.
Y ambos tienen sus argumentos. Uno más que el otro. O el otro más que el uno. El argumento del ahorro energético tendría que ser suficiente para quitar la corbata en todo ordenamiento. Pero a sus señorías les cuesta rebajarse, aunque sólo sea por igualarse en vestimenta. O por imitar a los japoneses. ¿Por qué no vestir al estilo Chávez o de Castro?
Pero no. Bono también argumenta. Lo argumentó con la medalla, y lo argumenta ahora. La corbata, según Bono, ayuda a mantener la disciplina del vestido con los ujieres que están con corbata y chaqueta obligatoriamente. ¿Por qué no igualan también el sueldo y las pensiones con los ujieres?
Y puesto a indignarse uno, ¿por qué no se suprimen los tratamientos? A coste cero se igualarían también con el ujier, con el telefonista e incluso con el señor de la limpieza. Y no tan sólo en el Congreso, no. ¿Acaso el voto de unos millones de tantos va ligado a ancestrales feudos?
Y de tratamientos podríamos hablar largo y tendido. Desde la realeza, la aristocracia, a las autoridades políticas como a las profesionales. ¿Por qué tiene que tener más tratamiento un juez que el conserje de un hotel? ¿Acaso no es tan respetuoso una labor que otra?
Bono pensará que no. Y como Bono, la mayoría, por no decir la totalidad de sus señorías. Las clases sociales existen, y cada día más. Y los indignados, también.
Corbata. O pajarita. Chancla o camiseta sin tirantes. Da igual. La cuestión es marcar diferencias, marcar trazas, señalar estatus. El ahorro, obligatorio para el ciudadano de a pié, nada tiene que ver cuando el destinatario va precedido de un tratamiento que lo confiere distinto.
Japón, con su primer ministro al frente, dio el primer paso. También tuvo sus voces discordantes. Se pierde seriedad. ¡Como si los políticos fueran gente seria!. Ahora sólo haría falta que se examinaran de conocimientos intelectuales, pasaran un psicotécnico y….
Y un certificado de buena conducta. Retrocederíamos decenas de años, pero al fin y al cabo, es lo que se pretende. Retroceder a los tratamientos de antaño, a las clases sociales, y a la inocencia de sumiso.
Del sumiso indignado.
¡Y con corbata y alpargata!
PUBLICADO EL 28 JULIO 2011, EN EL DIARIO MENORCA.