Pues sí, la tercera guerra mundial
y la idea debo reconocer que no ha sido mía, sino la de un compañero de
trabajo. Su argumento es simple, pero
contundente. Si en nuestra guerra civil,
una Alemania prebélica preparaba su puesta a punto participando en algunas
batallas, desde hace ya tiempo que otros alemanes vienen haciendo ensayos
económicos con las economías de los
países del sur de Europa.
Portugal, Italia, Grecia y España, los denominados países pigs –cerdos,
según los ingleses-, es donde se ensaña
la prepotencia del norte de Europa y más concretamente la de la Alemania de una mujer llamada Merkel –me resisto
a llamarla señora-. Esta vez viene a ser
una guerra menos cruel, más civilizada, menos traumática.
Una guerra que desde el principio teníamos perdida, y sólo faltaba poner fecha del armisticio, rendición o como
quiera llamársele. Sólo falta poner en
orden las condiciones de la capitulación, y el final de las hostilidades será
un hecho. Luego vendrá el control de
nuestra economía, de nuestra producción, de nuestro futuro….
La invasión de tropas y colocación de autoridades afines al nuevo régimen
como suele suceder en toda guerra convencional, ya se está produciendo. Y no sólo con el Gobierno actual. Hace ya tiempo que estamos intervenidos. Hace ya tiempo que la política económica está
intervenida y que las fuerzas combatientes están desautorizadas a efectuar o
repeler cualquier ataque.
Y las fuerzas combatientes no visten de caqui ni verde OTAN. Las económicas visten traje y corbata, maletín y tarjetas visa oro
y cobran dietas en cada desplazamiento.
Incluso puede que las capitulaciones haga tiempo que ya estén firmadas y
ahora la pantomima es hacerla oficiosa.
Oficiosa y oficial.
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Rodríguez,
Zapatero para más señas, conferenciante y miembro vitalicio del Consejo de
Estado y buscador de brotes verdes en su
tiempo libre, podría deleitarnos en sus memorias sobre muchos aspectos de esta
guerra oculta, fría y meticulosamente planeada. Y todo por una foto. Y más. Y
apretones de manos. Y primeras páginas.
Mariano
Rajoy, también podrá explicarnos en su momento, qué mensaje recibió antes o
justo después de su toma de posesión,
porque de haberlo, hubo.
Y serán muchos más quienes podrían explicarnos acciones y omisiones. Y negligencias. E incluso lo que vendría en llamarse
colaboraciones con el enemigo, económico claro.
Y es que en las guerras, todo vale, oficiosamente, claro.
Y la guerra aún no ha terminado. Y
lo demuestra el hecho que nadie pide ni haya pedido aún explicaciones ni responsabilidades a algunos
supuestos presuntos cooperadores necesarios, colaboracionistas o simplemente
traidores a la economía española.
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Y en España también se combate en el interior de sus fronteras. La guerra incivil española del siglo XXI
también ha optado por la civilización, por la humanidad, por la solidaridad
entre sus gentes. Por sectores, por
estratos, por clases.
La división entre sus clases se hace más patente. La solidaridad entre comunidades
también. Setecientos euros nos cuestan a
cada menorquín esta presunta solidaridad patria. Sin autopistas, sin aviones y con un
transporte encarecido, y setecientos euros por cabeza para apoyar otros
desmanes económicos. Setecientos más los
nuestros.
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Pero la guerra –la tercera mundial- no tendría por qué estar vista para
sentencia. Al menos el disparo de
recursos y alegaciones podría dar alguna sorpresa aún. Un nuevo mercado formado por los países más denigrados de
Europa podría hacer frente común a la
Europa rica e imponer normas más acordes a sus necesidades,
una nueva moneda, un nuevo parlamento, una nueva Europa….
Sin duda, este extremo no llegaría a formalizarse. Sin duda, los rumores de esta formación, ya sería suficiente para que los
mercados fueran benévolos con los países pigs.
Tal vez, la capitulación serían otros quienes deberían firmarla. Pero
mientras la quinta columna siga existiendo, mientras la unidad europea sea una
utopía en la que ningún mandatario crea en ella, mientras los poderes
económicos están centralizados en un banco nacional, mientras no tengamos el
coraje de alzar la voz, de golpear con el puño, o de marcharnos por donde hemos
venido, seremos tratados como bien nos
tildaron los ingleses.
De momento la visión de esta guerra no difiere de otras. Eso sí, no hay disparos. Ni prisioneros. Sólo desahuciados, vagabundos y parados. Emigrantes e inmigrantes. Ciudadanos errantes. Gente sin recursos. Y recursos sin gente.
Es sólo una rendición
programada. Orquestada por algunos. Padecida por muchos otros.
PUBLICADO EL 21 AGOSTO 2012, EN EL DIARIO MENORCA.