PONGA UNA BARBA EN SU VIDA


El domingo pasado leí en este diario que grupos rebeldes sirios aceptaban dinero y armas de grupos salafistas, y para ello necesitaban adoptar actitudes islamistas, aunque no las practicaran.  Una de estas actitudes era sin duda el dejarse la barba.  Aunque algunos se excusaban de la imagen desaliñada  por no tener maquinillas de afeitar,  lo cierto era que  la mayoría aceptaban la imagen integrista para contar con más dinero y más armas para derrocar el poder de la tiranía.  ¡Cuanta más larga es la barba, mayor es la cantidad recibida!, parecía decir el marketing empleado.

Del mismo modo que aceptaban la imagen integrista, añadía la noticia, eran capaces  sus falanges de adoptar  nombres de quienes subvencionaran las mismas, como un sponsor, vamos.  Y es que el mercadeo también se apodera de las contiendas, como los bancos se apoderan de las crisis.

Y los occidentales ¿seríamos capaces de dejarnos barba, bigote o cualquier otro signo externo para conseguir nuestros objetivos?.  De buen seguro, que si.  Sólo falta con ver los nuevos engominados que revolotean alrededor de las fotografías de rigor.  Y es que una imagen vale más que mil palabras.

Y de imagen viven muchos.  Y de cara, también.  Y la barba tapa cara, tapa imagen.  Y es que la barba adquiere diferentes significados según quien sea el grupo que la exhiba.  Así, los judíos ortodoxos dirán que es la unión de la razón con el corazón.  Otros, que la barba refleja la experiencia y la sabiduría de quien la porta, siempre que éste se compare con hombres de la misma edad.  Pero estudios entrados ya en temas psicológicos, nos dirán que la barba resta accesibilidad y cercanía, generando la imagen de alguien que oculta algo o no está hablando con toda la verdad.

La higiene, el diario cuidado de uno, y otras casuísticas podrán también ser enumeradas como elementos que intervienen en las particularidades de cada barba.  

Tanto me da que se lleve barba, como que de llevarse ésta sea larga o canosa, lo que ya no me es indiferente es la utilización de la misma.  Y ya no de la barba, sino de las ideologías.  Y uno, que no es apátrida ideológico, teme por estos metafóricos barbudos occidentales, que se apuntan al mejor postor del momento.  Y uno, inocente aún, es  incapaz de declararse posicionado.  Incapaz por cuestiones de ética.  Simplemente.

En una sociedad pequeña, como bien puede ser la menorquina, todos conocemos los antecedentes ideológicos de nuestro alrededor.  La experiencia siempre nos ha enseñado que un grupo, un pequeño grupo, han subsistido de los embates de cada contienda política.  ¿Quién no conoce a alguien que empezó con el franquismo,   tomó carrera con los socialistas y ahora, obtiene  medallero olímpico con los populares?  Eso si, despotricando  siempre de sus antiguos mentores si es necesario.

Y de haberlos, haylos.  ¿Que garantía se tiene que, ante otro embate, no se afeiten al compás del nuevo mentor?

El murciélago, la ratapinyada nuestra, tenía experiencia en ello.  Y así de pelada quedó.  ¡Qué pasará con estos rebeldes-libertadores sirios?  ¿Llegarán a convertirse al integrismo islámico?

Siempre hay la fase intermedia, con barba de tres días.  De momento, al parecer  dicen que triunfa con el sexo opuesto –aunque supongo deberá ir acompañado de algo más-.

Una barba, sólo es uno o más pelos.  Nada más.

PUBLICADO EL 6 AGOSTO 2012, EN EL DIARO MENORCA.