En mis tiempos de
estudiante me decanté por la rama de las ciencias, sencillamente porque a mí, las letras no me iban. Se hablaba entonces de las ciencias puras, y
como no, del término de ciencias exactas.
Tan exactas que incluso cuando el catedrático de matemáticas señor Pons
nos demostró –bajo la influencia de nuestra ignorancia- de que tres era igual a
cuatro, incluso quedamos sorprendidos.
Ahora, treinta y tantos años después, las matemáticas siguen siendo
exactas.
Lo que ya no sigue
siendo tan exacto es la economía. O no lo es, o el titular de la cosa intenta demostrarnos de nuevo que tres es
igual a cuatro. Y nuestra ignorancia ya
no es la misma. Mayor o menor, quizá, pero no la misma de hace treinta y tantos
años.
Nunca he entendido
cómo es posible, que lo privado sea más rentable que lo público sin menoscabar
los derechos de los usuarios. Ejemplos
los tenemos por activa y por pasiva. ¿Cómo es posible que un servicio perteneciente
a la administración pública, pase a manos privadas y nos digan que lo hacen por
ahorrar costes a la administración? ¿Quién puede creerse que un servicio que
tiene su coste en personal y además se le añade la ganancia empresarial, salga
rentable a la administración al estar en manos privadas? ¿Nadie ha pensado que
aquel beneficio empresarial redundaría en las arcas públicas y por ende, en el bolsillo
de todos los contribuyentes?.
La excusa sin duda
será que el personal de la administración cobra mucho y que está
sobredimensionado. Y si lo primero no es
cierto, lo segundo es cuestionable. ¿Por qué no lo adelgaza la administración y
se queda con el beneficio empresarial?
La respuesta siempre
se dirige hacia el concurso de amistades o familiares peligrosos o políticos. Suenan ya nombres de empresas y nombres de
entidades bancarias que están detrás de los movimientos sanitarios en la Comunidad de Madrid. Y
de familiares cercanos a dirigentes nacionales. Presuntos nombres, sin duda. Supuestos –sus puestos- claro.
Y después de la Sanidad , vendrán las
pensiones, jubilaciones y demás. Y la
culpa la tiene la universalidad del todo.
La ineficacia del término justo.
Lo políticamente correcto. El que dirán.
¿Por qué el Estado no perfeccionó el sistema de las pensiones haciendo
que cada uno cobrara sobre lo que aportaba? ¿Por qué se hizo una “caja única”
y no se hizo una caja para cada uno de
los trabajadores?
¿Qué hubiera sido
más justo, que cada uno ganara sobre lo que iba colocando a “su fondo estatal”
o esperar a que alguno aporte dinero
para nuestra jubilación? En cambio, el Estado sí que favorece el negocio a las
entidades bancarias en el tema de los planes de pensiones. ¿Por qué siempre que
hablamos de dinero, tanto con gobiernos de derechas como de izquierdas, aparecen los bancos?
¿Cómo puede ser que
un negocio con tanto beneficio como es el caso de las Loterías, esté pendiente
de venta? ¿Cómo puede ser que se luche contra la economía sumergida y se siga permitiendo la contratación laboral
por un mínimo de dos horas diarias?
Es verdad pero, que
hay mucho trabajo sumergido. Trabajo y
economía. Economías que no cotizan y que evaden el fisco. Pero en algunos
casos, son la válvula que mantiene la paz social. ¿Ha pensado alguien en las
consecuencias que puede conllevar un ataque directo y en masa a la economía
sumergida, sin dejar posibilidad alguna de encontrar trabajo dignamente
remunerado?
Y es que el fisco
también está mal organizado. La
cotización por módulos ayuda a ambos. El
empresario sale beneficiado y la administración se relaja, tal como ocurre en
los acuerdos judiciales, en el que perjudicado siempre gana menos. En el fisco, es el asalariado quien pasa por
la lupa del filtro. Ahora, los dos mil
quinientos euros son la barrera de la afloración. Y del negocio. El ingreso bancario en cuenta ajena lleva
aparejado la comisión bancaria pertinente.
Y los bancos, siempre presentes.
Y rescatados.
Y el resto,
naufragados. Y es que la economía, no es
exacta.
O al menos, no es
justa. Aunque para decir esto, haya que
pagar tasas judiciales.
PUBLICADO EL 19 DICIEMBRE 2012, EN EL DIARIO MENORCA