TRABAJAR MÁS Y COBRAR MENOS


La receta parecía bendecida por todos los agentes sociales, excepto los trabajadores, claro.  Gobiernos y empresarios aplaudían la solución dada al problema.  Díaz Ferrán en sus buenos tiempos había dado con la receta para reactivar la economía de nuestro país.  De no haber sido él, presumiblemente  lo habría dicho Doña Merkel u otro más iluminado, quien sabe.  Lo cierto es que entre todos lo pusimos en práctica, excepto los desempleados y jubilados –en cuanto a trabajar más, se entiende, claro-.  Y en esto estamos.

Entre todos, pero no todos.  Presumiblemente, presuntamente, supuestamente y más mentes habidos  y por haber, muchos autores de la receta no se la aplican a si mismo.  Sino todo lo contrario.  Cobrar más y trabajar menos, al menos es lo que uno puede llegar a pensar cuando millones de euros se localizan en cuentas extranjeras y en domicilios particulares tras las inspecciones y  detenciones   de tantos facultativos económicos que extienden y entiende de la receta económica. Ya lo dice el refrán –que no Ferrán- “en casa del herrero, cuchillo de palo”.

En los talonarios se han encontrado matrices de más medicamentos con receta para la crisis. Abaratar el despido y el consiguiente cierre de  empresas.  Eximir la responsabilidad en las quiebras y posterior dejadez en el pago a los proveedores.  En las mutuas europeas también encontramos facultativos con estos talonarios mágicos.  La inyección europea a los bancos arruinados, rescatados  y demás, es prueba de ello. 


Y de médicos contra la crisis, hay muchos.  Y con muchas especialidades.  Y los recortes no les afectan.  Este es el problema. Sobran iluminados y faltan electricistas. Y mecánicos.

El rey entra en el taller y sale como nuevo.  Esta vez con una probable incapacidad laboral transitoria de un mes.  De baja, vamos.  Al menos, hasta su próximo cumpleaños.  Su suerte es que todo queda en la Familia.  De este modo lo que se le retenga por la incapacidad laboral transitoria, el Estado podrá abonárselo al sustituto por  aumento de la carga de trabajo.  Y hablando de Familia, quien parece que ha vuelto a la misma ha sido el duque consorte Iñaki –¿o debería haber dicho el consorte de la duquesa?-, quien por cierto vuelve a figurar virtualmente en la real página web.

Ya lo dice el slogan de que todos vuelven por Navidad.  Quienes no han vuelto este año han sido la mula  y el buey que daban calor al pesebre.  Y como los recortes nos afectan a todos, quien esto escribe ya ha presentado  un ERE  a Papa Noel.  Y los motivos, varios.  Económicos, por supuesto.  Y  por miedo.  Miedo a que en aquellas horas se presente en casa algún inspector de empleo y me empapele por contratar a un bombero en horas nocturnas sin haberle dado de alta en la SS.  ¿Cómo hacerle entender que no era un bombero con barba blanca, ni el deshollinador,  sino sencillamente Papa Noel?  ¿Cómo me va a creer si es el inspector es monárquico?

Y los Reyes Magos, otro que tal. ¿Cómo le hago entender al inspector de marras que aquellos encaramados en escaleras no son albañiles ni electricistas disfrazados de sevillanas ni de árabes conversos, sino que son los Magos de Oriente –o de Occidente-?. ¿Cómo me va a creer,  si me topo con un  inspector que profese la religión republicana?

 Ya estaba preparando el terreno de otro ERE por aquello de que los gastos del transporte nos ahogan y muy posiblemente tampoco aparecerían por mi casa sus majestades, los de Oriente,  cuando las alegaciones presentadas por los sindicatos reales me han tirado al suelo tanto memorándum. Eran astrónomos, sí.  Magos, de acuerdo, pero de Lepe. Sí, sí, de Lepe. O por su contorno. ¿Cómo privar la ilusión  –del último año ya- cuando el gasto de transporte se ha reducido?  Ahora sólo faltará esperar la resolución judicial al respecto.  La interpretación, mejor. El fallo, vamos.

Y es que fallos, también los hay.  E interpretaciones.  Mientras, los poderes de Montesquieu nunca habían sido tan independientes como ahora.  El blindaje que ellos mismos se han impuesto supera cualquier desavenencia política. Todos a una, y una para todos, al más puro estilo de los mosqueteros.

Y ahora, a estas alturas a nivel suelo, ni los mosqueteros ni Robin Hood, ni los antiguos comuneros de Castilla están para  trotes de levantar espada ni estandarte para enderezar el camino al que  los grandes –en minúscula  y no precisamente nobles-, nos han guiado. Empujado.  Metido, más bien.

Y si esta herencia de Montesquieu en algunos casos significa que algunos de estos ilustres imputados pasen algunas noches entre rejas y no más –uno puede llegar a ser iluso, o tonto, pero no ambos a la vez-, bueno es para el populacho.  Y por ende, para los demás poderes de un Estado ya maltrecho.

Y siempre les quedará la opción del indulto. O de una amnistía fiscal. O de presentarse a las elecciones.  O...

PUBLICADO EL 6 DICIEMBRE 2012, EN EL DIARIO MENORCA.