La
foto estaba servida. Y a los tres, les acompañaban otros
rostros. Pero aunque fueran veinte,
cuarenta, o incluso cien, quienes aparecieran en la fotografía, en el
documento, en medio de la carretera, es Menorca quien tiene que decidir por sí
misma.
Quienes
se rebelan porque Madrid decide, aplauden que unos veraneantes decidan nuestro
resto del año. Ya tuvimos nuestra
experiencia de volver al estrecho, al
perder un mayor tráfico marítimo ante la protesta de un veraneante que le
incomodaba el ruido de los superferries, en el puerto de Mahón.
Ahora
son las rotondas, la carretera del general, el desdoblamiento si se
terciara. Todo, menos ver las vacas
merodeando y cruzando la calzada. Gente
que debe utilizar el puente aéreo, el AVE
y el estornino, la autopista y el concorde si aún volara, a diario, y
nos vienen a dictar nuestros pensamientos. De fora vindran, que de casa et treuran.
Y
no me he posicionado por las rotondas.
Ni por la carretera. . Ni tampoco por el desdoblamiento, ni por la
alternativa. No alcanzan los primeros puestos de mis preocupaciones. Al menos,
de momento. Pero sí me preocupa que lo nuestro se manipule desde fuera. “La
ropa sucia se lava en casa” decía la
consigna.
Ahora
ya no hay consignas. Hay Wassaps,
Twitters y demás inventos que revolucionan el grupo y elevan la moral. O la destruyen. O la manipulan. Todos a una, y el grupo se mueve. Todos a una,
y el grupo retrocede. Somos autómatas, y
no precisamente emprendedores. Juntos
podemos, sí. Juntos podemos naufragar,
también.
Somos
un artilugio con mando a distancia. Y el
niño disfrutando de lo lindo con manivela hacia arriba, manivela hacia abajo. Una y otra vez, volteando sobre sí misma o
tras la mesa camilla. Hasta que se
estrella en mil pedazos o las duracell agotan su energía. Luego, aquel destino en lo universal, quedará
postergado en un rincón del desván. Los
destinos serán otros, más atrayentes, más a la moda.
Y
son la leche. Me imagino el campo con el
pastoreo de las vacas. Estas mismas que algunos desearían encontrar cruzando la
calzada al mismo nivel en pleno mes de agosto.
Me imagino el payés ordeñándolas manualmente como se hacía antaño. Y lo veo ahora, con todo el entramado
mecánico que le facilita su labor, y le brinda un mejor nivel de vida. Y a eso se le llama evolución.
Como
los libros electrónicos, los cds de música, la radio digital o la televisión
por satélite. ¿O también van a decidir que
perdamos todo esto?
Eso no interesará. Seguro.
PUBLICADO EL 26 DE FEBRERO DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.