Dicen los viejos
del lugar, que hubo un tiempo en que las
puertas de las casas no se cerraban con llave y que éstas permanecían con las
llaves puestas en la cerradura. Que muchos años después vinieron forasteros y las
costumbres cambiaron. Que a partir de
entonces las puertas se cerraron con llave,
se instalaron timbres, y nuestro carácter cambió.
Lo dicen los
viejos y lo ratificamos quienes ya hemos cumplido los cincuenta y tantos, y que
lo vivimos siendo niños. Y es que,
¿dónde diantres se colocaba uno aquel
mamotreto de llave de palmo y medio?
Uno desconoce si
fue por la llegada de gentes extrañas o por la aparición de la cerradura
moderna, pero lo cierto es que las costumbres nos la cambiaron hasta el punto
en que el código penal nos anima a hacerlo.
No es lo mismo que te quiten el dinero con la puerta abierta que con
ésta cerrada. Y ahora, lo mismo.
Vuelve a ser
gente de afuera quienes nos cambian costumbres y nos condicionan a un nuevo
estilo de vida. Uno ya no puede viajar
con la botella de gin o de herbero, si
no es con sobrecoste, y es que o lo adquieres en el duty free (se ve que
aquellas no explosionan) o lo facturas
junto con el equipaje. De mano,
no gracias.
Y hay más. Los filtros pitan a la más mínima. Incluso descalzos. Las sobrasadas previa
inspección huelen a “halufo” y pasan sin más novedad. Las ensaimadas, otro que tal. Colas y más colas por el miedo a que algún
insensato haga saltar las alarmas. Y
mientras, lo que sí saltan –asaltan más
bien- son las vallas que deberían
aislarnos del fanatismo extremo.
Bajo pretexto de
vivir en sitios peores, son recogidos y animados a vivir entre nosotros, aunque
para ello tengamos que desnudarnos ante filtros y escáneres extraños. Son nuevas costumbres, como el de sa porta amb pany.
Y mientras los
salarios se diezman, las jubilaciones se congelan y las prestaciones sanitarias se reducen, veremos como nuevas costumbres irán ocupando
espacio en el escenario. La religión nouvinguda subirá a la palestra y se subvencionarán sus
clases y sus templos.
Imagen y
semejanza parecen ser la clave. Pero la clave no es recíproca. Donde fueres haz lo que vieres. En “Las ruinas de mi convento” ya se
pronosticó hace un par de siglos. El
Papa Francisco lo repite ahora. En Cataluña se detiene a un grupo
yihadista. Un menor será internado medio
año en un centro de reinserción. ¿Y después?
Por si acaso, la
sobrasada –o la piel, al menos-, el halufo,
permanecerá en el dintel de la puerta.
PUBLICADO EL 16 ABRIL 2015, EN EL DIARIO MENORCA.