Ir a misa no es una de
mis aficiones, pero oírla tampoco me desagrada. También es verdad que
dependiendo de quién sea el oficiante, el mensaje se asimila y comparte
mejor. No es más fuerte la razón porque
se diga a gritos, dice el refrán. Y si
se dice con música, mejor. No sé si por
aquello de que la música amansa las fieras, o sencillamente porque armoniza el
entorno.
Siempre he creído que
las iglesias están construidas para la acústica. Y la acústica para la armonía del
espíritu. Lo viví en la basílica de la
Anunciación en Nazaret. Y desde aquel
instante, es una de las cosas en que me fijo al entrar en un templo. Eso y las formas en que el oficiante se
dirige a los presentes.
No me gusta sentirme
tratado como a un colegial al que le acechan los demonios y los miedos a la
oscuridad y al castigo divino. Me gusta
más oír al cura persona que transmite, pero que no impone, que reflexiona y te
hace reflexionar, que al que subido en
la trona amenaza con el fuego eterno y
las espadas desenfundadas.
El hábito ya no hace al
monje, pero la palabra, sí. La
adaptación al medio en el que vivimos es clave para la supervivencia. Y en la religión ocurre lo mismo. Hay que acercarse a la sociedad si se quiere
que la sociedad se acerque a ellos. Y
eso, Francisco lo sabe muy bien.
La radio y la
conducción siguen manteniendo aún una buena relación matrimonial. Con ambas descubrí una mañana dominguera a
San Marcos. “Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es
entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no
puede ser apagado”. “Y si tu ojo te
fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un
ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno.”
Por un momento aquellas palabras me trasladaron a los
años de la nada Santa Inquisición y me retornaron a las atrocidades que en
nombre de según qué fe matan y esclavizan pueblos.
Por supuesto, el oficiante de aquella misa dominical
retrasmitida por la emisora de radio era un cura de los que se hacen apreciar y
no temer. Y lo demostró al también leer y
comentar el verso que decía “porque el
que no es contra nosotros, por nosotros es”.
¡Cuántas injusticias se hubieran evitado si los
trasmisores de la fe, si los trasmisores de los designios ya sean divinos o de
sus ciudadanos, hubieran actuado, con eso mismo, de buena fe, y no por otros
intereses!
La fe mueve montañas, sí. Y la confianza con quienes predican, desde el púlpito o desde la
tribuna, también.
PUBLICADO EL 15 OCTUBRE DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.