Flaco favor han hecho los independentistas catalanes a sus tocayos. Si por definición un independentista se sitúa a la derecha del espectro político, también es cierto que entre sus filas se barajan todos los extremos. Es verdad que el affaire -siempre presunto- de las comisiones ilegales de los nacionalistas catalanes, deberá englobarse bajo el dictado de que es el poder quien corrompe. Sin tener poder es difícil pecar. Y es que la ocasión la pintan calva. Y el chantaje de votos en Madrid, claro.
Los canarios han demostrado –sin necesidad de hacer tanto ruido- los parabienes de un voto nacionalista. La ratonera y la carestía en las conexiones aéreas es prueba evidente de la dejadez de nuestros gobernantes en este problema que sólo nos afecta a los menorquines. Nuestra voz sin duda debe poder ser alzada en Madrid y mucho más, escuchada.
Y estamos ante un momento decisivo. El futuro, ya no nuestro, sino el de nuestros hijos, se puede perfilar en las urnas del domingo. No necesitamos una revolución, pero si una evolución, un paso adelante. Pero el futuro me asusta. Un eslogan electoral me avisa de que prometen “un futuro para la mayoría”. Normalmente suelen hacerse proclamas que claman por la igualdad, lo lógico sería “un futuro para todos”. Pero no, sólo para la mayoría. ¿Y la minoría? ¿Qué ocurrirá con la minoría? ¿Quiénes formarán dicha minoría? ¿Y quiénes la mayoría?
Otros vinieron y nos prometieron el “oro y el moro”, aunque prueba es que en cuanto al oro, ni está ni se le espera. Montaron el circo y les crecieron hasta los enanos, y ya no digamos lo del caso Nicolás y compañía. Uno ya no sabe si es la quinta columna que se le crece a uno o es el desparpajo político existente.
Te alegras por Venezuela que ha sido capaz de elegir un parlamento democrático, pero te asusta la amenaza de Maduro de ningunear a los parlamentarios. La sombra de que votos democráticos aúpen a seguidores de la dictadura venezolana puede ser preocupante para algunos.
Otros, se preocuparán y bien de contratar a una empresa de caza talentos, para con lupa en mano, ir separando el trigo de la cizaña en la larga lista de candidatos a una afiliación que posibilite un puesto de salida. Son las “nuevas generaciones” para dirigir la política de nuestro país.
Sin duda, en el 20-D todos ganarán. Muchos perderán. Y la minoría –o la mayoría, vaya uno a saber-, lo sufrirá. Habrá que posponer las afiliaciones a los pactos, o simplemente apostar por todos y renegar después.
PUBLICADO EL 17 DE DICIEMBRE DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.