Efectivamente el cambio
ya ha empezado. Ya no hay ganadores,
sino todo lo contrario. Ni los tuyos han ganado, ni los otros tampoco. Los míos, no saben no contestan. Y si alguien no ha perdido, es sin duda el
del círculo, y no me refiero al psicólogo Ben Admbrigde, que no era cuadrado
sino también todo lo contrario. O es que
todos éramos de izquierda y nosotros sin
saberlo.
Tocaría hablar de
Navidad en la víspera de la misma, y más cuando el panorama político puede
avanzar hacia que ésta sea la última Navidad que celebremos en
España. Pero tampoco debemos
preocuparnos por ello. Los festivos se
mantendrán por aquello del contento del pueblo soberano y en su lugar puede que
se celebre la fiesta del solsticio de invierno.
Incluso si nos lo proponemos, la llegada de los Reyes Magos puede
cambiarse por la fiesta del “amigo invisible” por aquello de la solidaridad
humana.
Pero dejemos de
adentrarnos en el futuro, que según Sánchez sólo será para una mayoría, y
posicionémonos en el día a día. El
pueblo ha hablado y sin duda ha mostrado su indignación y su preocupación. Hacía tiempo que se venía pronosticando, pero
aquellos nubarrones no eran tenidos en cuenta.
O sí, por la cara que mostraba Merkel en su último encuentro con Rajoy. La huida hacia adelante no ha servido para
nada. La tramontana ha barrido, y bien.
Y el chaparrón ha
llegado. A unos nos ha cogido a
cubierto, y a otros con el paraguas girado. Pero no hay nada como una buena
ducha, un secado rápido y un “relaxing cup of café con leche”. Ahora toca constituir el parlamento y empezar
a andar. A andar, hablar y consensuar.
Con todos, o con muchos. O con pocos. Y
trabajar rápido, mucho y bien. Porque lo
que no tenemos sin duda, es tiempo.
La estabilidad política
ha partido en el mismo autobús que el bipartidismo. Sin destino ni rumbo conocido. Cuatro mejor
que dos, dirán unos. Otros lo verán
difícil, muy difícil. La mejor opción
sin duda, una reforma constitucional. Una Constitución de todos. Otra vez de todos. Dirigida por la izquierda y controlada por la
derecha. Sus votos así se lo permiten.
Así, se lo obligan.
Una Constitución que
nos de alas para vivir otros cuarenta
años sin sobresaltos. Una Constitución que nos permita escuchar los villancicos,
aunque para ellos debamos llamarlos “nadales” o simplemente desempolvar el
antiguo tocadiscos.
Pero la Navidad ya está
aquí. Y si no hay jamón, habrá sin duda,
chorizo. Ibérico, nacional y de los
nuestros.
Bon Nadal a tothom.
PUBLICADO EL 24 DE DICIEMBRE DE 2015, EN EL DIARIO MENORCA.