DR. JUAN CARLOS SALINAS ABARRATEGUI. (IN MEMORIAM)

"Cuando un hombre bueno y noble ha vivido a nuestro lado no nos es nunca arrebatado completamente. Deja tras él un vestigio luminoso semejante a esas estrellas apagadas que se ven desde la Tierra después de muchos siglos."
(Carlyle).





El folio, el documento word, aparecía en blanco y me era difícil rellenarlo. Hacía tiempo que no me había encontrado en situación parecida. Y no era para menos. ¿Cómo plasmar en un folio aquellos recuerdos, anécdotas, consejos, experiencias…, que la paciente, el amigo, el coincidente incluso, apreciaban del doctor Salinas?.

¿Y el título?. Tuve tentación de titularlo como “mi ginecólogo preferido” y estoy seguro que a él, con su carácter bonachón, no le hubiera disgustado el mismo. Y estoy seguro también, que en su consulta nos hubiéramos reído por el morbo levantado. Pero para mí me resulta difícil en estos momentos acertar en el título y en el comentario. Pero su Juanillo, como así solía llamarme, no podía quedar indiferente ante su marcha. Ni Juanillo, ni Paula, por supuesto. Porque Paula ha sido quien me ha animado a que escribiera.

¿Y por qué mi ginecólogo preferido?. Pues muy sencillo. El doctor Salinas fue quien llevó el embarazo de Joan y Josebi. Desde la primera ecografía hasta el parto nos sentimos seguros con él. La protección con la que arropó a Paula, así como la confianza que nos transmitió a ambos, con controles quincenales y semanales, la tranquilidad, la seguridad que se desprendía de su consulta, facilitaba que los temores propios que tienen los futuros padres, se vieran atenuados, por no decir, descartados.

La amistad con Paula fue anterior a la mía, no en vano, sus respectivos trabajos hicieron que hubieran coincidido semana sí, semana también. Más que codo con codo, se podría decir que trabajaban “frente con hombro”. La mía, empezó más tarde.

Y aquella amistad más tardía, se acrecentó en aquel mismo instante de la primera consulta. Siempre recordaremos la anécdota de la cara que puso cuando en el ecógrafo observó que eran dos “bichos, renacuajos……..” y nosotros no le creíamos. Conocedores de su buen carácter pensábamos que iba de broma, hasta que Pili, su siempre atenta ayudante, nos hizo señas de que, efectivamente eran dos. La anécdota siguió, porque de la risa que nos entró a ambos, el doctor Salinas no daba crédito a que hubiéramos captado el mensaje. Sí, sí, eran dos, y ahora la cuestión, el trabajo, era que aquellos dos bichos, renacuajos como a él cariñosamente le gustaba llamarles, llegaran a buen puerto –o lo que se diría, buen parto-.

Su seguridad, su experiencia, hizo posible que tengamos grabado en video cada una de las ecografías realizadas durante el embarazo. Su seguridad, su buen hacer, hizo posible que no tuviéramos que realizar ninguna prueba arriesgada que implicara un riesgo añadido en el embarazo. Cuando su lealtad y su nobleza fue partidaria de derivarnos al ginecólogo de origen -una vez ya recuperado éste-, su seguridad, su experiencia, su buen hacer, incluso por su nobleza demostrada, hizo que nos decantáramos por continuar en su consulta. Y así de fácil empezó, continuó, se acrecentó una amistad.

¿Quién podía quedar indiferente ante el trato del Dr. Salinas?. Aquel bilbaíno de sesenta y pocos años, no dejaba indiferente a nadie. Y como a los buenos vinos, había que catarlo pausadamente, sin prisas. Así y sólo así, lograbas desnudar su verdadera personalidad, descubrir y conocer su gran corazón.

Genio y figura hasta la sepultura, como suele decir el refrán. Centenares de anécdotas podrán irse recopilando de su vida. Anécdotas que sólo demuestran aquel gran corazón que tenía para los demás. Incluso en el momento de su hospitalización estaba preparando el viaje para despedirse de su hermano mayor José Ignacio, que se encontraba en estado ya crítico. Tres días separaron el reencuentro definitivo entre ambos.

Su gran corazón, sí. Corazón y personalidad, lealtad y nobleza, bondad, caballerosidad…. Un sinfín de adjetivos, siempre positivos, que acompañaban y acompañarán a todo comentario que se haga de su persona. Porque el doctor Salinas era así. Sincero, tranquilo, pausado… También debía echar como no, algún exabrupto, pero como buen vasco, aquel deje bilbaíno debía apaciguar aquella salida de tono. Y su gran corazón y los demás calificativos que le acompañarán en su memoria, se hicieron patentes en su despedida.

Su hermano Isaías, con emoción contenida constató en viva voz lo mucho que le querían. Agradeció el cariño y muestras de amor demostrados por Gloria y sus hijos, así como la presencia de familiares de Ana Maria, venidos ex profesos para darles su último adiós. Y estas dos presencias, dicen mucho de una persona. Y los asistentes, en un acto reflejo, no contenido, irrumpieron en un caluroso aplauso. Aplauso dedicado sin duda a aquella memoria de aquel gran hombre que acabábamos de despedir.

No estuvieron todos, ni mucho menos. La falta de comunicación y la insularidad añadida, hicieron que aquella despedida en la Iglesia de Sant Gaietà en Llucmaçanes, para algunos supiera a poco. Pero a pesar de ello, aquel aviso boca a boca, dio su fruto. La iglesia se encontraba abarrotada. La gente incluso esperaba en la calle, para poder entrar y dar el testimonio de pesar a su familia.

Y a su familia, a esta gran familia que abre horizontes, un homenaje. A Eva, a Raquel, y sobre todo al pequeño Iñaki, un gran reconocimiento de la labor y la bondad de su padre. Un gran reconocimiento para quien, antes que nada, estaban sus hijos. ¡Quién le hubiera dicho que a su edad aprendería catalán para poder hacer los deberes con Iñaki!..

Un gran homenaje también a Gloria y a Pili. Ellas hicieron posible que las últimas horas del Dr. Salinas fueran llenas de ternura.

Y me lo imagino pausado, tranquilo, al volante de un deportivo, con su hermano José Ignacio como copiloto, yendo a abrir una nueva consulta, un nuevo devenir, por aquellas praderas verdes, azuladas y emblanquecidas.

Descanse en paz, Dr. Salinas. Los que le hemos conocido, no le olvidaremos.
PUBLICADO EL 26 MARZO 2008, EN EL DIARIO MENORCA.