Cuarenta años separan ambas fotografías, mejor aún, lo que en ellas se representa. La actual, con un Wii tan de moda en los hogares de nuestros días, y la retrospectiva, con una campana –campanita, más bien- que no alcanza los nueve centímetros de altura.
Ambas, y con cuarenta aproximados años de diferencia, fueron, han sido, protagonistas en estas fechas. Y me refiero, claro está, a la víspera de Reyes. A la víspera y al madrugón del día mismo de Reyes. Y hablaré retrospectivamente, y en primera persona.
Aquella mañana, antaño ya, festividad de Reyes, sin cambios climáticos que nos condonaran del frío invernal, había acudido a casa de mis abuelos. Más bien, había bajo las escaleras y había entrado en la salita en la que la noche anterior había dejado la representación en mi zapato, por si Sus Majestades, las de Oriente –las otras aún no estaban en nómina-, habían creído oportuno dejarme algo en su interior.
Por costumbre –por interés, más bien- solía dejar como representación de uno, una bota de las llamadas “de agua”, por aquello de que la capacidad para llenarla sería mayor. Y también como solía ser habitual por aquellas fechas, el día de autos, poco se entretenía uno en ponderar el volumen descubierto o el resto.
El tradicional “carbón dulce” no faltaba a la cita, y no es que uno fuera más rebelde de lo habitual, sino que era una tradición que no faltaba a la cita anual. Y en el año de marras, el dulce carbón, vino acompañado de esta campana, campanita más bien. ¿Y?
Y nada más que recuerde. Y es que antes sí que estábamos en crisis y no nos aprovechábamos de ella. Y nada más, pero felices, muy felices. ¿Acaso no era motivo de satisfacción el que aquellos mágicos personajes se acordaran de uno?. Pero de eso, ya hace años. Ahora, la otra fotografía.
Y ya ha pasado a la historia. Aparecen año tras año en los domicilios. Y por si uno no tiene bastante, añaden juegos, suplementos, accesorios…. Es como si fuera la gallina que pone huevos de oro, pero al revés. Nuestra gallina se los come. Se atraganta aún siendo época de crisis. Y es que faltos de alegría, el derroche intenta restituir el vacío creado.
Serán cientos las familias menorquinas que recibirán algún regalo relacionado con la Wii o similares. Cientos y cientos de hogares que darán crédito a la ilusión de los personajes mágicos y usando otro crédito, esta vez en forma de tarjeta, hipotecarán una parte de su futuro inmediato. Y tras la Wii, aparecerán las rebajas, o al menos, el nombre de ellas.
Y será así, con el factor psicológico de unas rebajas convulsivas, la crisis desaparecerá hasta el mes de febrero, o al menos, hasta que aquel crédito mediante tarjeta, se nos presente en forma de adeudo, cuando ya no nos acordemos de ella.
Se juntarán déficits y negativos de un año para otro, y aquella sonrisa aparente se disolverá para crearnos más problemas que beneficios. Volveremos hablar de crisis, y ya serán públicas y privadas, colectivas e individuales. Mientras, la sonrisa volverá estar ausente de nuestra faz.
Retrocederemos la mirada a la campana -campanita, mejor-, y suspiraremos, ¡qué tiempos tan bonitos!, ¡qué felices que éramos!. Junto al televisor, la Wii nos devolverá a nuestra infancia. Por unos momentos dejaremos los problemas societales y aquella caja y aquel mando, nos absorberá por unos momentos. Al menos, mientras estemos “conectados”, nuestros problemas nos parecerán más llevaderos, más lejanos, menos individuales.
Acabará la partida, y el psicólogo esperará nuestra llamada. El juego, el gasto, la convulsión, habrán provocado la crisis. O será al revés…..
Mientras, la campanita, sigue sonando. Y de forma sostenible.
Bon Any.
Ambas, y con cuarenta aproximados años de diferencia, fueron, han sido, protagonistas en estas fechas. Y me refiero, claro está, a la víspera de Reyes. A la víspera y al madrugón del día mismo de Reyes. Y hablaré retrospectivamente, y en primera persona.
Aquella mañana, antaño ya, festividad de Reyes, sin cambios climáticos que nos condonaran del frío invernal, había acudido a casa de mis abuelos. Más bien, había bajo las escaleras y había entrado en la salita en la que la noche anterior había dejado la representación en mi zapato, por si Sus Majestades, las de Oriente –las otras aún no estaban en nómina-, habían creído oportuno dejarme algo en su interior.
Por costumbre –por interés, más bien- solía dejar como representación de uno, una bota de las llamadas “de agua”, por aquello de que la capacidad para llenarla sería mayor. Y también como solía ser habitual por aquellas fechas, el día de autos, poco se entretenía uno en ponderar el volumen descubierto o el resto.
El tradicional “carbón dulce” no faltaba a la cita, y no es que uno fuera más rebelde de lo habitual, sino que era una tradición que no faltaba a la cita anual. Y en el año de marras, el dulce carbón, vino acompañado de esta campana, campanita más bien. ¿Y?
Y nada más que recuerde. Y es que antes sí que estábamos en crisis y no nos aprovechábamos de ella. Y nada más, pero felices, muy felices. ¿Acaso no era motivo de satisfacción el que aquellos mágicos personajes se acordaran de uno?. Pero de eso, ya hace años. Ahora, la otra fotografía.
Y ya ha pasado a la historia. Aparecen año tras año en los domicilios. Y por si uno no tiene bastante, añaden juegos, suplementos, accesorios…. Es como si fuera la gallina que pone huevos de oro, pero al revés. Nuestra gallina se los come. Se atraganta aún siendo época de crisis. Y es que faltos de alegría, el derroche intenta restituir el vacío creado.
Serán cientos las familias menorquinas que recibirán algún regalo relacionado con la Wii o similares. Cientos y cientos de hogares que darán crédito a la ilusión de los personajes mágicos y usando otro crédito, esta vez en forma de tarjeta, hipotecarán una parte de su futuro inmediato. Y tras la Wii, aparecerán las rebajas, o al menos, el nombre de ellas.
Y será así, con el factor psicológico de unas rebajas convulsivas, la crisis desaparecerá hasta el mes de febrero, o al menos, hasta que aquel crédito mediante tarjeta, se nos presente en forma de adeudo, cuando ya no nos acordemos de ella.
Se juntarán déficits y negativos de un año para otro, y aquella sonrisa aparente se disolverá para crearnos más problemas que beneficios. Volveremos hablar de crisis, y ya serán públicas y privadas, colectivas e individuales. Mientras, la sonrisa volverá estar ausente de nuestra faz.
Retrocederemos la mirada a la campana -campanita, mejor-, y suspiraremos, ¡qué tiempos tan bonitos!, ¡qué felices que éramos!. Junto al televisor, la Wii nos devolverá a nuestra infancia. Por unos momentos dejaremos los problemas societales y aquella caja y aquel mando, nos absorberá por unos momentos. Al menos, mientras estemos “conectados”, nuestros problemas nos parecerán más llevaderos, más lejanos, menos individuales.
Acabará la partida, y el psicólogo esperará nuestra llamada. El juego, el gasto, la convulsión, habrán provocado la crisis. O será al revés…..
Mientras, la campanita, sigue sonando. Y de forma sostenible.
Bon Any.
PUBLICADO en el número del mes de ENERO de 2010, en EL BULLETÍ DEL CENTRE DE PERSONES MAJORS. Area de Acció Social. Consell Insular de Menorca.