Dirán los historiadores dentro de algunos cientos de años, que España vivió una ensoñación mientras otros países tenían una pesadilla y que cuando éstos se despertaron de la misma, fue España la que cayó inmersa en una pesadilla de la que nadie fue capaz de despertarnos. Es exagerado, sí. Imposible, porque los testimonios gráficos intentarán que la historia se escriba en clave agradable. Interesada, porque quien esto escribe es sin duda parte del presente. Y no por ello, irreal.
Buscamos cualquier excusa para desviarnos de la vida cotidiana. Actualmente, el legado de un millonario ciutadellenc ha colapsado parte de las noticias del día. Haití y la carrera para ganar enteros en solidaridad del resto del mundo, también. Nuestro –o de los demás- presidente Rodríguez, Zapatero para más señas, brilla por su ausencia. Y en su ausencia, las vicepresidentas y algún que otro ministro, tratan de decir la suya. La suya, la nuestra y la del más allá.
A falta de un par de años, ya buscamos sucesor en cuanto al ejecutivo. Sucesor en cuanto a la cabeza visible, no de partido. Y nadie quiere mover la foto, la cámara, el encuadre. ¿Quién se arriesga a ser manipulado por el photoshop y borrado de la instantánea? Todos hacen piña mientras los cuatro millones de parados y otros tanto sin empleo, y muchos más aún con empleos pendientes de un hilo y de las cuentas del empresariado, están anonadados escuchando los mensajes y discursos del anfitrión de las Europas lanzando fórmulas de superar la crisis.
Y estos tantos millones y otros tantos más pendientes, lo verán lejos de la realidad; ausente de verdad y falta de credibilidad. Y no hay sustituto. Ni necesidad, dirán los más afines. Y mientras uno lega, otros ya miran los impuestos que entrarán de forma involuntaria al deseo del legador, en las cuentas públicas.
Y de impuestos, uno y otros tantos millones se empiezan a hartar. En vez de prohibir, regularizan. En vez de penar, cotizan. Ahora uno ya no puede almacenar una fotografía ni un video familiar sin pagar un tanto a un señor con bigote, melena y barba y con guitarra al cuello, o a una actriz del desnudo integral. Y no digamos si al power point de marras añadimos un fondo musical o el típico jaleo.
Quienes parecen tener mejor suerte en eso de la legislación son las nuevas generaciones, al menos las del sur. Ahora, por aquello de que todo el mundo es bueno, y más si se trata de una universidad, los alumnos que sean sorprendidos copiando y sus demás variantes del mismo, en un examen, tendrán derecho a terminar el examen y recurrir las decisiones del examinador. ¡Faltaría más!. ¡Y no digamos si la facultad es la de Ciencias Políticas!, añadiría con un gesto de ironía.
Y mientras, el Tribunal Constitucional sigue sin pronunciarse ante la inminente publicación del fallo al recurso del Estatut. Quienes sí se pronuncian son las instituciones catalanas. Y no digamos los de Vic, que desafían incluso la lejanía de Zapatero. Y a los lejanos propios sin papeles. La costumbre es ley, a falta de ella. El problema ya no es la costumbre o la tradición, sino más bien el incumplimiento de la misma, y no por parte de unos, sino de los otros.
¿Dónde está el legislador? ¿Acaso fue el antecesor de estos ahora-no-suspensos alumnos de una universidad del sur?
El contador del paro sigue aumentando. El de la luz, sigue encareciendo la factura. El del teléfono sigue pagando cánones y desviando llamadas. Nos queda el agua, que con tanta lluvia dicen ya es perjudicial y nos quedan millones de vacunas de una gripe que se murió de crisis. Las cartas llegan con retraso, o simplemente no llegan o equivocan el destino. Y el trabajador, aquella especie afortunada, sigue pensando en qué nuevo impuesto le va a sorprender su nómina de enero.
No más lejos de la realidad.
Buscamos cualquier excusa para desviarnos de la vida cotidiana. Actualmente, el legado de un millonario ciutadellenc ha colapsado parte de las noticias del día. Haití y la carrera para ganar enteros en solidaridad del resto del mundo, también. Nuestro –o de los demás- presidente Rodríguez, Zapatero para más señas, brilla por su ausencia. Y en su ausencia, las vicepresidentas y algún que otro ministro, tratan de decir la suya. La suya, la nuestra y la del más allá.
A falta de un par de años, ya buscamos sucesor en cuanto al ejecutivo. Sucesor en cuanto a la cabeza visible, no de partido. Y nadie quiere mover la foto, la cámara, el encuadre. ¿Quién se arriesga a ser manipulado por el photoshop y borrado de la instantánea? Todos hacen piña mientras los cuatro millones de parados y otros tanto sin empleo, y muchos más aún con empleos pendientes de un hilo y de las cuentas del empresariado, están anonadados escuchando los mensajes y discursos del anfitrión de las Europas lanzando fórmulas de superar la crisis.
Y estos tantos millones y otros tantos más pendientes, lo verán lejos de la realidad; ausente de verdad y falta de credibilidad. Y no hay sustituto. Ni necesidad, dirán los más afines. Y mientras uno lega, otros ya miran los impuestos que entrarán de forma involuntaria al deseo del legador, en las cuentas públicas.
Y de impuestos, uno y otros tantos millones se empiezan a hartar. En vez de prohibir, regularizan. En vez de penar, cotizan. Ahora uno ya no puede almacenar una fotografía ni un video familiar sin pagar un tanto a un señor con bigote, melena y barba y con guitarra al cuello, o a una actriz del desnudo integral. Y no digamos si al power point de marras añadimos un fondo musical o el típico jaleo.
Quienes parecen tener mejor suerte en eso de la legislación son las nuevas generaciones, al menos las del sur. Ahora, por aquello de que todo el mundo es bueno, y más si se trata de una universidad, los alumnos que sean sorprendidos copiando y sus demás variantes del mismo, en un examen, tendrán derecho a terminar el examen y recurrir las decisiones del examinador. ¡Faltaría más!. ¡Y no digamos si la facultad es la de Ciencias Políticas!, añadiría con un gesto de ironía.
Y mientras, el Tribunal Constitucional sigue sin pronunciarse ante la inminente publicación del fallo al recurso del Estatut. Quienes sí se pronuncian son las instituciones catalanas. Y no digamos los de Vic, que desafían incluso la lejanía de Zapatero. Y a los lejanos propios sin papeles. La costumbre es ley, a falta de ella. El problema ya no es la costumbre o la tradición, sino más bien el incumplimiento de la misma, y no por parte de unos, sino de los otros.
¿Dónde está el legislador? ¿Acaso fue el antecesor de estos ahora-no-suspensos alumnos de una universidad del sur?
El contador del paro sigue aumentando. El de la luz, sigue encareciendo la factura. El del teléfono sigue pagando cánones y desviando llamadas. Nos queda el agua, que con tanta lluvia dicen ya es perjudicial y nos quedan millones de vacunas de una gripe que se murió de crisis. Las cartas llegan con retraso, o simplemente no llegan o equivocan el destino. Y el trabajador, aquella especie afortunada, sigue pensando en qué nuevo impuesto le va a sorprender su nómina de enero.
No más lejos de la realidad.
PUBLICADO EL 21 ENERO 2010 EN EL DIARIO MENORCA.