El empecinamiento en posiciones ideológicas no ayuda en nada a la convivencia. Las verdades de uno, pueden muy bien convivir con las verdades de los otros. La afirmación y/o negación de un hecho, viene condicionada muchas veces por el lenguaje interno, aquel que no queda registrado pero es quien, de una forma u otra, ha motivado, impulsado, creado, redactado, aquella y no otra verdad.
Treinta años atrás los “rojos” eran los demonios culpables de tanta matanza. Desde hace treinta años, los “nacionales” fueron los únicos responsables de tan horrenda historia que aún intentamos mantener viva. Hubo tiempos en que las campañas electorales recordaban la guerra civil, la represión y el peligro de votar a unos y a otros. Hoy día, incluso estrellatos personales usan y abusan de muertos y desaparecidos para su siempre presunto interés propio.
También es verdad que puestos al detalle, no podemos hablar de muertos y encarcelados de la represión franquista sin olvidarnos de los muertos de aquellos primeros días. Tampoco podemos identificar a la II República como culpable de los desmanes de uno de los bandos. Hay que recordar que la II República convivió con conservadores y progresistas tal como lo entendemos hoy en día. Fue el Frente Popular, o las masas obreras inspiradas en el comunismo ruso, quienes gobernaban en aquellas fechas. Y aquí tenemos uno de los bandos. El otro, sin duda las fuerzas conservadoras, los católicos y como no, demócratas moderados.
Tenía y tengo mi propia versión de lo ocurrido. Tengo y tenía mi propia percepción de los hechos vistos desde quien no ha vivido la represión ni tampoco ha padecido –ni en su familia próxima- aquellas sacas nocturnas. Y comprendo y entiendo a unos y a otros, más cuando muchos han sido artistas obligados en aquel teatro que unos pocos fueron creando.
Y me he alegrado con la emisión del documental “Menorca, el vent d’una guerra” por la Televisió Menorquina. Y me he alegrado porque la narración ha sido relato de lo acontecido. Con nombres y apellidos se ha ido identificando actitudes reprochables de unos y otros. Actitudes que tienen más a ver con decisiones personales que de actitudes institucionales. Hablar de fulanito o menganito, en vez de hablar de nacionales o de la República, tal vez ayudaría a reconciliar posiciones, y más ahora, setenta y tantos años después.
Y tal vez también, aquí fallaron en la transición. Podía haber, necesitaba haber amnistía, más cuando el mismísimo conductor de la misma fuera el Secretario General del Movimiento, Adolfo Suárez González. Y también porque había casi o más de media España que ni afirmaban ni desmentían. Pero unas formas, otras formas, sí pudiera haber habido. Necesitaban haber habido.
El reconocimiento de atrocidades por ambos bandos; la revocación de algunas sentencias, la exhumación de cadáveres, no tendrían porqué haberse hecho esperar. Y cuanto antes, mejor. Ahora, parece más una revancha que una reconciliación. Un estrellato que una justicia.
Y hablar de la revocación de sentencias no tiene porqué ser universal. Ni la condena a quienes trabajaron en y por el franquismo, tampoco. Si lo que se pretende es hacer justicia, no hay que hacerla a la ligera. Ni por profanos. Ni por fanáticos.
Tampoco vale jugar a adivinanzas. ¿Qué hubiera sido de la II República si Franco no hubiera tomado el poder?. Pues nadie lo sabe. Podríamos también haber preguntado qué hubiera sido de la II República si los militares no se hubieran rebelado, y tampoco tendríamos una solución tan fácil. ¿Acaso hubiéramos sido un satélite de Rusia y habríamos permanecido fieles al dominio comunista como la Alemania del Este o incluso la actual Cuba? ¿Qué hubiera pasado si Franco una vez terminada la guerra hubiera entregado el poder al gobierno de la II República? ¿O al propio Juan de Borbón, como pretendía?
Tal vez, si Franco hubiera cedido el poder a unos o a otros, conoceríamos en la historia oficial una interpretación de la historia muy diferente. Tal vez, los demonios serían otros. Pero la historia está escrita del pasado y de hechos, y no de suposiciones.
Las percepciones de quienes la han escrita y de quienes la dictan, también tienen parte importante que ver. Pero falta la versión de quienes la padecen. Y en este documental, hablan parte y herencia de quienes la padecieron. Ellos son los únicos que pueden hablar de diálogo y de reflexión.
Y seguro que siempre habrá más entendimiento entre ellos, que entre ajenos. Al menos sus intereses coincidirán.
Treinta años atrás los “rojos” eran los demonios culpables de tanta matanza. Desde hace treinta años, los “nacionales” fueron los únicos responsables de tan horrenda historia que aún intentamos mantener viva. Hubo tiempos en que las campañas electorales recordaban la guerra civil, la represión y el peligro de votar a unos y a otros. Hoy día, incluso estrellatos personales usan y abusan de muertos y desaparecidos para su siempre presunto interés propio.
También es verdad que puestos al detalle, no podemos hablar de muertos y encarcelados de la represión franquista sin olvidarnos de los muertos de aquellos primeros días. Tampoco podemos identificar a la II República como culpable de los desmanes de uno de los bandos. Hay que recordar que la II República convivió con conservadores y progresistas tal como lo entendemos hoy en día. Fue el Frente Popular, o las masas obreras inspiradas en el comunismo ruso, quienes gobernaban en aquellas fechas. Y aquí tenemos uno de los bandos. El otro, sin duda las fuerzas conservadoras, los católicos y como no, demócratas moderados.
Tenía y tengo mi propia versión de lo ocurrido. Tengo y tenía mi propia percepción de los hechos vistos desde quien no ha vivido la represión ni tampoco ha padecido –ni en su familia próxima- aquellas sacas nocturnas. Y comprendo y entiendo a unos y a otros, más cuando muchos han sido artistas obligados en aquel teatro que unos pocos fueron creando.
Y me he alegrado con la emisión del documental “Menorca, el vent d’una guerra” por la Televisió Menorquina. Y me he alegrado porque la narración ha sido relato de lo acontecido. Con nombres y apellidos se ha ido identificando actitudes reprochables de unos y otros. Actitudes que tienen más a ver con decisiones personales que de actitudes institucionales. Hablar de fulanito o menganito, en vez de hablar de nacionales o de la República, tal vez ayudaría a reconciliar posiciones, y más ahora, setenta y tantos años después.
Y tal vez también, aquí fallaron en la transición. Podía haber, necesitaba haber amnistía, más cuando el mismísimo conductor de la misma fuera el Secretario General del Movimiento, Adolfo Suárez González. Y también porque había casi o más de media España que ni afirmaban ni desmentían. Pero unas formas, otras formas, sí pudiera haber habido. Necesitaban haber habido.
El reconocimiento de atrocidades por ambos bandos; la revocación de algunas sentencias, la exhumación de cadáveres, no tendrían porqué haberse hecho esperar. Y cuanto antes, mejor. Ahora, parece más una revancha que una reconciliación. Un estrellato que una justicia.
Y hablar de la revocación de sentencias no tiene porqué ser universal. Ni la condena a quienes trabajaron en y por el franquismo, tampoco. Si lo que se pretende es hacer justicia, no hay que hacerla a la ligera. Ni por profanos. Ni por fanáticos.
Tampoco vale jugar a adivinanzas. ¿Qué hubiera sido de la II República si Franco no hubiera tomado el poder?. Pues nadie lo sabe. Podríamos también haber preguntado qué hubiera sido de la II República si los militares no se hubieran rebelado, y tampoco tendríamos una solución tan fácil. ¿Acaso hubiéramos sido un satélite de Rusia y habríamos permanecido fieles al dominio comunista como la Alemania del Este o incluso la actual Cuba? ¿Qué hubiera pasado si Franco una vez terminada la guerra hubiera entregado el poder al gobierno de la II República? ¿O al propio Juan de Borbón, como pretendía?
Tal vez, si Franco hubiera cedido el poder a unos o a otros, conoceríamos en la historia oficial una interpretación de la historia muy diferente. Tal vez, los demonios serían otros. Pero la historia está escrita del pasado y de hechos, y no de suposiciones.
Las percepciones de quienes la han escrita y de quienes la dictan, también tienen parte importante que ver. Pero falta la versión de quienes la padecen. Y en este documental, hablan parte y herencia de quienes la padecieron. Ellos son los únicos que pueden hablar de diálogo y de reflexión.
Y seguro que siempre habrá más entendimiento entre ellos, que entre ajenos. Al menos sus intereses coincidirán.
PUBLICADO EL 19 ABRIL 2010, EN EL DIARIO MENORCA.